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"Los afanes de una vida"
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UN CENTENARIO POÉTICO JAQUÉS
18/12/1976 |
Corre a su fin 1976 y no queremos que se extinga sin dejar en EL
PIRINEO constancia de un acontecer de cien años ya. El 11 de septiembre de 1876
moría en Jaca, Rafaela Concepción Estevarena y Gallardo. Había nacido en
Sevilla el 10 de enero de 1854. Tenía pues, veintidós años al morir. Está
sepultada en nuestro cementerio, en nicho número 302 y en su lápida consta,
bella memoria de su paso, el título de Poetisa. En 1877 sus amigos editaban en
Sevilla sus versos. Manejé el volumen en viejas bibliotecas familiares y recogí
de mis mayores recuerdos casi personales de la sevillana. Tomás Buesa Oliver, adelantado universitario de las
letras
jaquesas, encuentra un ejemplar de tal edición poética en Zaragoza y me lo
manda amabilísimo. Casi como mandato suyo hago este comentario a la lejana y
romántica andaluza ligada a nosotros por breve vivir ya agónico y larga
permanencia sepulcral. El Romanticismo cubre todo nuestro siglo XIX o al menos sus tres
cuartos. Era una exaltada reacción tras las frialdades neoclásicas del XVIII.
Gritaba subjetivismos frente a objetividad y proclamaba la igualdad de arte y
expresión frente a la equivalencia clásica de artes, belleza. Se hacía sensual
y violento y, a veces, de tanto choque entre lo ideal y lo real, llevaba a la decepción, la melancolía y aún el suicidio,
como bien dice Sáinz de Robles. Grandes sombras nos sirven para encuadrarlo, así los Larras,
Esproncedas o Zorrillas, pero, sobre todo, hay un hombre que, como afirma
Eugenio d'Ors fue el buen gusto en el mal gusto del XIX, Gustavo Adolfo
Bécquer. Y de camino por él sutilmente visto en sus orígenes y fuentes por
Dámaso Alonso, vamos a nuestra Concepción de Estevarena. Esta muchacha de prematura muerte llega a escribir ciento tres
composiciones poéticas, al menos esas encuentran sus admiradores. La edición de
su obra es de Sevilla, imprenta Gironés y Orduña, con prólogo largo, lacrimoso
y de alzado tono, de José de Velilla y Rodríguez, a menos de un año de la
muerte de Concepción. Hay una Corona Poética con trece poetas y poetisas, no
faltando el nombre oscense y jaqués de Susana Lacasa, soltera entonces en
Huesca y luego señora de González ?? largos años en nuestra calle del Carmen,
6, actual. Concepción de Estevarena sería casi un prodigio de
adelantamiento y madurez. Firma composiciones en Sevilla cuando tiene
diecinueve años y en Jaca lo hará en diez de las del libro impreso, desde
diciembre de 1875 a mayo de 1876. Había llegado a Jaca por quedar sola a la
muerte de su padre y acogerla aquí su primo don Juan Nepomuceno Escacena,
entonces Canónigo, dignidad de Chantre, en el Cabildo Catedralicio jaqués. En la temática de Concepción está casi ausente, o del todo,
incomprensible en aquella sensible juventud, el tema amoroso. Y, en cambio, se
halla fuertemente presente, explicado por la enfermedad tuberculosa, la idea de
la fugacidad vital y de la muerte. En sus formas poéticas domina el
endecasílabo asonantado de ágil andadura, junto a décimas, cuartetos y
quintillas. Muchas veces asombra, en lo mejor de ella una casi duplicidad con
Bécquer, que mucho menos que plagio, casi inconcebible cronológicamente, pues
Bécquer, que muere en 1870, le viene demasiado cerca a Concepción casi
niña-joven muriente ya, resulta, voz concorde y par del genial romántico de
las Rimas. En un ciclo rapidísimo pasará la Estevarena de una primera ilusión
vital, y por unas vagas aspiraciones a la plenitud poética al pesimismo y a la
muerte, todo en el perfecto patrón romántico. Así nos dirá: increpa a las nubes a lo Zorrilla y recuerda una vez al Gustavo Adolfo de ”los invisibles átomos del aire” cuando exclama:
y en el cielo esconder su frente altiva.
Ya en Jaca, con una visita al Panticosa de los tuberculosos sin
antibióticos, se encamina a la muerte:
Y va a autodefinirse moribunda:
Creemos haber dicho bastante de Concepción. Como Antonio Machado, subió del Sur al Norte. Ridruejo
ha dicho de Antonio:
El prologuista de Concepción dice a su vez:
donde vio, como Bécquer, deslizarse
A cien años de su
muerte, hemos encargado una misa por su alma cristiana en nuestra
Catedral y
hemos llevado, en este invierno jaqués, unas difíciles flores a su nicho. Como
quiere Tomás Buesa ¿no habrá un joven o jovencita jaqueses de Filosofía y
Letras que le dediquen una tesina?. Sería una bella manera de seguir tejiendo
el andar de las generaciones. Yo al menos, para que una memoria de cien años no
se extinga, he abusado del lector recordando a la andaluza que llegó aquí a
morir cantando. JUAN LACASA LACASA |
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