"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO

14/02/1997

Firma este recordatorio un jaqués al que la providencia ha regalado observatorios vitales de nuestro ser y acontecer que nos obligan a decir algo del significado de un coetáneo cuya desaparición nos conmueve, Armando Abadía Urieta.

Poco más de un decenio nos separaba. Nos unían las expectativas de un exaltado jacetanismo. En la vida hay que estar ebrio de algo, dijo Ortega. Lo jaqués era nuestra borrachera común. Podía separarnos el ritmo de la marcha o el juego de preferencias o concepciones de lo local en los modos urbanos de desarrollo. Pero siempre volvían a unirnos los entusiasmos por exaltar a Jaca, de llevarla a lo más alto, de potenciar sus posibilidades jugando fuerte.

Cada uno es su yo y su circunstancia, vuelve la cita orteguiana. La España y el Jaca de 1943 de bisoño alcalde no eran las mismas que las posteriores. Guerra en Europa y tremendas dificultades tras su enorme conflicto interior en nuestro comienzo. Paz y anchos movimientos unionistas se abrían en 1968 cuando Armando asumió el mandato local. Podríamos hablar de necesidad de apaciguamiento, de matar recelos en aquellos años cuarenta y muchos más anchos horizontes en los sesenta o setenta.

Nuestra movilidad en muchos viajes a Europa nos permitía ir trayendo pajuelas para montar el nido del águila jaquesa, apuntar ideas, sumar lo exterior a nuestro interior, que cambiaba rápidamente. Y en Armando encontrábamos el benévolo receptor de sugestiones. Alguna vez hizo en público suyo un cliché nuestro bautizando el festival de los Pirineos, banderas fundidas sobre común canción, tras las primeras ediciones del gran encuentro universal y él lo asumió generoso y con cita del antecesor.

En aquel aguantar decenios edilicios, de sumar voluntades encauzando iniciativas, Armando había de ganarnos por amplio tanteo de 27 a 18 años, superando entre los dos y el continuista Benigno Fanlo como lazo intermedio los 50 años de gestión.

Con mirada a lo centenario, lanzamos la vista atrás hacia generaciones que nos precedieron. Los alcaldes hasta 1923 con la Monarquía de la Restauración de 1876 y el fatídico 98. La Dictadura y la Dictablanda de Primo de Rivera y Berenguer en el decenio de los 20, los alcaldes de la República y los del Movimiento Nacional. Todos con sus ilusiones y su hacer, con obras decisivas como el Canal o el anticipo urbano del Paseo, la ilusión ferroviaria que ahora veremos como sueño romántico de señores enchisterados que llegaron tarde a la revolución del tráfico individual, la Universidad y todo lo cultural con sus edificios.

Hay que vencer la tentación de citar nombres y dejar a todos enlazados por los valores permanentes, por el servicio a lo jaqués y la entrega de esfuerzo a las comunes causas.

Al enterrar a Armando Abadía, en una tarde de anticipada primavera, a la sombra del monumento geológico de Oroel, con su cruz, nos parecía que las decenas de floridas coronas y ramos no se marchitarían como flores de un día sino que eran semilla para nuevas gestas jacetanas, para nuevos haceres colectivos que sean la mejor herencia del soñador para un pueblo que ha sido Armando, para el sueño olímpico que ya han premiado con urgencia de llegar a tiempo. Los que le conocieron y los que fuimos sus convecinos y amigos le lloramos ahora y le dedicamos nuestra oración conmovida de creyentes o el respeto de los agnósticos dubitativos del Más Allá.

JUAN LACASA LACASA

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