"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

<<volver

MONASTERIO ALTO DE SAN JUAN DE LA PEÑA

04/01/1991

Nuestras leyendas sanjuanistas, digamos la Prehistoria del impar monumento románico, el Monasterio Viejo, hunden sus raíces en lo más oscuro de lo medieval, el primer albor de esperanzas cristianas tras el alud musulmán. Deber aragonés es guardar esa joya.

Pero en el Llano de San Indalecio, en la alta pradera y en ancho claro del boscaje, los Monjes Benedictinos, tras el gran incendio en 1675, buscaron el sol y el calor y en unos 30 años de proyectos, esfuerzos económicos y trabajos levantaron la realmente colosal estructura en que el rojo ladrillo fue el material básico y lograron digno y cómodo cobijo hasta que dos catástrofes, invasión napoleónica y exclaustración más desamortización, rompieron, ya en el XIX que avanzaba, la continuidad monástica que quería ser milenaria.

Nuestras coetáneas generaciones, arrancando ya el XX, heredaron la inmensa mole en torno a la que hubo más lamentaciones que concreción restauradora. La ruina progresiva fue borrando partes esenciales del enorme y vario recinto. La menor mala suerte fue para la Iglesia, que en el decenio 1950 e inmediatos halló en el arquitecto madrileño Fernando Chueca Goitia su decidido valedor. Una jornada brillantísima, real cumbre en la vida del templo, fue la de 29 de Junio de 1959, con el momentáneo retorno del Santo Grial y la presencia de las más altas representaciones españolas.

Hoy, cerrando 1990, ante el final decenio de la centuria, parecen soplar vientos muy favorables para el Nuevo San Juan. Queremos resumir en esquema antecedentes y perspectivas. El 30 de Agosto de 1953 pronunciaba Chueca, casi rozando su cabeza en la roca del Viejo, junto al claustro románico, su gran conferencia definidora del sentido de la completa construcción de 1700. Siempre la hemos creído doctrina indispensable para cualquier trabajo y queremos cumplir la voluntad de ese técnico cuando pedía que transmitiéramos a sus eventuales sucesores sus ideas y esperanzas.

Ya hacia 1955 se iba a ir haciendo realidad la Hospedería sita en la esquina Sureste, por la magnificencia de la Caja de Ahorros de Zaragoza, hoy Ibercaja, a través de la personalidad de D. José Sinués Urbiola. Ha sido pieza fundamental para la acogida de visitantes y la base para cualquier acción sobre el terreno. Pero los entusiastas queríamos extender la labor y movíamos, casi ingenuamente, al menos palabras y papeles, sin dejar morir la inquietud. En Octubre de 1970 el Aparejador Municipal de Jaca Manuel Víu Castro levantaba plano de planta general y dejaba huella del viejo esquema mordido por las ruinas. En Diciembre de 1981, por decisión de la Diputación de Huesca y apoyo de la Alcaldía de Jaca, el arquitecto oscense Carlos Aranda Jaquotot redactaba muy completo proyecto que al final no halló financiación pero ha sido imprescindible documento para cualquier posterior intervención.

Una muy peculiar ayuda surge en 1987 cuando Domingo Buesa Conde colaborando en un volumen de homenaje a Federico Balaguer, se mueve en el Archivo Arzobispal de Zaragoza y con muy concretas referencias del informe técnico de 1815, tras el incendio del invasor francés y el final de la Guerra de la Independencia, llega a trazar un esquema gráfico muy claro del conjunto del monumento y sus aplicaciones. En Marzo de 1988 hay un informe promovido por la Diputación General de Aragón y que redacta el Arquitecto Antonio Martínez Galán con su segundo Ángel Jarne Vinacua. Y estos mismos profesionales son redactores también de un Proyecto de 30 millones de pesetas destinado a enorme trabajo excavador de escombros que al ser retirados dejarán al descubierto los cimientos de aquel complejo que se alzara en 1700. Esta acción de los 30 millones, añadidos a los 32 que se están gastando en la Casa Forestal, total 62, está a cargo de la contrata Construcciones Labarta de Huesca. Esperamos que 1991 va a ver movimientos que casi esperaban siglo y medio en lo ajeno a la Iglesia.

Hay un esfuerzo para documentar todo lo posible las posteriores partes de la restauración, amplia y con generosa protección de las Consejerías de la Diputación General, especialmente de Ordenación Territorial, Consejero Joaquín Maggioni. Pensamos que Isabel Lapeña Paul, aunque en esencia medievalista, puede ir encontrando también en su búsqueda archivística, referencias al moderno San Juan del XVIII y comienzos del XIX. Todo esto y el por desgracia no abundante material gráfico, con el dibujo que creemos exacto de 1724 para alcanzar a fotos de no muy lejanos decenios, esperamos dejen imaginar lo que fue el San Juan Nuevo antes de derrumbarse tanta cubierta y tanto muro.

Si cuanto se proyecta fuera haciéndose realidad, llegaría la hora gozosa de poder ofrecer acogida concreta a una eventual reaparición benedictina. Envidia nos da el recuerdo de lo acontecido ya en 1880 en el Silos burgalés, con el Abad francés Ildefonso Guepin o la vuelta de los Cistercienses a Poblet en 1940, ahora celebrando el cincuentenario de su nueva etapa que conocemos bien. El inmediato Leyre se renovó en 1954 y al cumplir 25 años en 1979 surgió el Abad Dom Augusto Pascual prodigador de sus visitas a Jaca y San Juan. ¿Por qué renunciar a ver a los Monjes en nuestros Monasterios en algún año tras el no lejano 2000? Todo depende de Aragón y en buena parte de nosotros los jaqueses que tenemos la fortuna de que nuestro término municipal incluya a San Juan. Aprovechemos desde ahora los inmediatos 1991 y sucesivos y creamos en el milagro condicionado por nuestra propia fe y resolución.

JUAN LACASA LACASA

 

subir^^
siguiente
>>