"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

<<volver

UN HOMBRE Y UNA MUJER. MARGARITA THATCHER

28/12/1990

La coyuntura histórica de Mediados del siglo XX nos dio ocasión, en ambientes bélicos y continentales, de examinar la recia y alta personalidad del general francés Carlos de Gaulle. El último cuarto de esa misma centuria, con otras preocupaciones, pero con aconteceres comparables en magnitud y trascendencia nos ofrece motivos para hablar, desde el ínfimo rincón jaqués y pirenaico, de la llamada Dama de Hierro, la gran figura inglesa que estas semanas deja elegantemente el poder tras más de un decenio de dinámica acción y de muy altos logros.

Nacida en 1925, a sus 65 años está de vuelta de una carrera vertiginosa. Ayuda a su padre en una tienda de comestibles, no baila de joven, cumple deberes dominicales en la parroquia protestante, conservando siempre una impronta profunda de fe cristiana que inspirará su conducta y su público hacer. Se esfuerza en el ambiente universitario de Oxford, primero en Económicas y luego en Derecho. En 1975 alcanza la jefatura del partido conservador y en mayo de 1979 la presidencia del Gobierno, primera mujer jefe de un Gobierno occidental.

Pronto muestra los claros rasgos de su carácter, combatividad, tesón, valentía y también obstinación, trabajando diecinueve horas diarias a veces, siempre en alta tensión y esfuerzo. Realista y pragmática, desarrolla una práctica que llega a ser ideología, el thatcherismo. Dice preferir siempre la realidad y los hechos a los sueños.

Su empeño es mostrar la primacía del poder político estricto, frente al exceso de sindicatos o grupos, sintiendo a la Nación como primera lealtad. Lucha por superar la decadencia económica del Reino Unido, insiste en las privatizaciones como fuente de productividad y eficacia, y se orienta a un capitalismo popular, multiplicando el número de propietarios de casas y también el de millones de accionistas. Encaja perfectamente en situarse junto al poder moderador de la Corona sin abandono de sus convicciones. Juega activísimo papel en la clásica vida parlamentaria inglesa. La resultante de su hacer es el logro de un consenso liberal conservador tras tres decenios del otro consenso, el social-democrático.

En el episodio de las Malvinas muestra una viril decisión y opera con el aparato militar inglés a miles de millas del suelo metropolitano. En el problema hispano-inglés de Gibraltar dice que no puede arreglarse en meses lo que dura más de doscientos años, y piensa en muy lento evolucionar hacia soluciones de concordia.

Hace pública afirmación de su fe cristiana, piensa que la actual Sociedad es mucho más compleja que la de la Biblia y pide que la renovación espiritual vaya al compás y aun por delante de las reformas sociales. La educación religiosa debe tener un puesto en los programas escolares como parte natural de la herencia nacional. No es errónea cristianamente la creación de riqueza pero sí el exceso de apego al dinero. El gran mandato evangélico es amar al prójimo como a sí mismo.

El gran test de su acción exterior es su posición en los aconteceres europeos y concretamente en la Comunidad Económica. Lo esencial para ella es un europeísmo en serio, con amplio criterio ensanchador del marco de los Doce, con un sí a la unidad económica y un no a la superburocracia de Bruselas. Dice que Europa es algo más viejo que el papeleo del gran tecnócrata Delors. Acaso no acababa de gustarle Europa en ese marco bruselense y el propio Delors piensa ahora que la retirada de la Thatcher es un obstáculo menos en el difícil camino común. Manuel Fraga juzga que ha recuperado el prestigio inglés pero no ha asimilado el fenómeno de Europa. Quizás le era difícil hacer compatibles el interés de su Nación y los grandes principios de la política mundial.

Su papel es preeminente en el derrumbamiento del Telón de Acero y los enormes cambios en la Europa Oriental, y tiene un puesto preeminente en esa histórica tarea junto a Reagan, Bush, Kohl y Gorbachov. Estos días alguien ha dicho en Rusia que querrían cambiar a su Gorvachov por la señora Thatcher.

Quemada en once años de magnífico combate, resulta en parte incógnito el móvil de su retirada. Hay causas más profundas que el proyecto de un impuesto o las reticencias de su Partido dejándola al margen de una numérica mayoría por cuatro votos que le ofrecían pírrica victoria en la que no pensó. Sabiéndose herida, supo mantener la calma firmando papeles en París y pensando en la unidad de los suyos mucho más que en su noble personal ambición. Sutilmente ha dicho alguien que la causa concreta de su marcha pueda ser la unificación alemana, con la presencia de un gigante. Interesa más europeizar Alemania que germanizar Europa y la Thatcher resultaría realmente un obstáculo diario para la aceleración de lo europeo aun con todas las cautelas. Hay que correr hacia una Europa ideal y portadora de tradiciones milenarias para regir el Mundo.

¿Qué va a hacer ahora cada día la Dama vuelta ama de casa? Desde luego no ir al golf, sino seguir pensando y trabajando, acaso en decir sus experiencias y dejar memoria de cuanto vivió. Ya la Corona inglesa ha reconocido sus méritos. Como De Gaulle en su retiro, Margaret Thatcher merece el mundial respeto y puede esperar el premio que le otorgue un día, que deseamos lejano, el Gran Juez en el que cree.

JUAN LACASA LACASA

 

 

 

subir^^
siguiente
>>