"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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UN HOMBRE Y UNA MUJER. CARLOS DE GAULLE

30/11/1990

El azar de las fechas nos ofrece temas tentadores. Algunos, por su naturaleza y altura, pudieran exceder a este observatorio provinciano que es nuestro PIRINEO. Pero dejémonos ganar por la ocasión y osemos dar al fiel lector una reflexión de estas semanas.

Se trata que el 22 de Noviembre de 1890 nació en Lille, Norte de Francia, el General Carlos de Gaulle. Y el 22 mismo de Noviembre, ahora de 1990, cesa en su Presidencia del Gobierno inglés la llamada Dama de Hierro Margarita Thatcher. Esos son el hombre y la mujer que pueden merecer nuestra atención curiosa. Por antigüedad pasa primero el gran francés. Y en su honor trazamos este pequeño

Homenaje al vecino

Queremos, desde esta atalaya fronteriza que nos da europea sensibilidad y en especial francesa, hablar del hombre que ahora habría cumplido cien años, que hace cincuenta que lanzó desde Londres su llamada al pueblo invadido por los vencedores alemanes y que hace ya veinte murió en Colombey junto a París. Su nombre está en la grande Historia. La Prensa de estos días entrega sus columnas a su vida densísima, a su creer, pensar y hacer y recoge testimonios de quienes lo trataron. Tomemos algo de esta marea informativa, de esta espuma que deja posos y lo perfila para el mañana.

De austeros orígenes familiares, de padres amantes de Dios y de Francia, siente inclinación a la carrera militar, alumno joven en Saint Cyr y activo en la primera guerra mundial, herido y dos años prisionero con cinco tentativas de evasión. De 1924 a 1938 publica libros de doctrina bélica y teoriza sobre la guerra mecanizada y ultradinámica que adivina vendrá. Ante la expansión alemana desde 1933, avisa a compañeros iguales o superiores, a políticos y gobernantes. Habrá de quedar como profeta no escuchado. Entra a última hora, primavera de 1949, en el equipo gubernamental de París que va a desvanecerse ante la avalancha germánica, y de Gaulle asiste a lo que llamó la licuefacción del Estado, el desaparecer de toda la estructura. Lanza la llamada desde Londres, afirma que Francia ha perdido una batalla pero no la guerra y marcha al lejano Congo Francés para subir desde el África negra colonial hasta Argel. En Agosto de 1944 puede entrar en París.

Ya el militar queda embebido en el maremagnum político y tras presidir el Gobierno Provisional e iniciar transformaciones abandona en Enero de 1946, no queriendo entrar en el juego de los partidos. Será su travesía del desierto, que dura hasta 1958, en que ante la gravedad de la desmembración argelina que viene es llamado por el Presidente Coty y consagrado por el Parlamento como Presidente. Pronto deja su impronta en una naciente V República, inspira la nueva Constitución y como diría luego Mitterrand traslada tres cuartos del poder del Legislativo al Ejecutivo, en la gran orientación presidencialista. Pasa un decenio, viene el agitado Mayo de 1968 y durará solo trescientos días hasta el retiro definitivo y la aparición de su sucesor Pompidou. El General escribe sus memorias, visita Irlanda y también España, donde conversa una hora con el General Franco, 8 de Junio de 1970, sigue El Escorial, Toledo y otros lugares. Morirá aquel

Noviembre, a los ochenta años, entre la unánime emoción y respeto de sus compatriotas.

Auténtico fuera de serie, se dice que su personalidad rompe hasta el metro con que quisiéramos medirla, refractario a toda clasificación. Tenía las dotes del genio, mezcla de racionalidad y de intuición. Grande de cuerpo, impasible, impenetrable y flemático como lo encontró Churchill, sencillo y natural al decir de Adenauer, héroe y enigma, como el vino francés, complejo, poderoso y sutil como le juzgara Nixon. Era un árbol centenario bajo el que cobijarse y guardar su experiencia como le decía Kennedy al Embajador español Areilza en París.

Sus memorias empiezan, con una evocación de su Patria que tiene mucho de cervantina y quijotesca, diciendo que siempre ha tenido de Francia una idea personal inspirada por el sentimiento y la razón, imaginándola efectivamente como una Princesa de los cuentos, destinada por la Providencia a misiones excepcionales y señalada para el primer puesto. No concebía a Francia sin grandeza. Entregado a su patriotismo romántico, influido por los escritores galos de comienzo de siglo, un Barrès o un Bergson, se emocionaba con los grandes símbolos parisinos, anochecer en Notre Dame, atardecer en Versalles, Arco de Triunfo bajo el sol, banderas conquistadas en los Inválidos.

Su temática de gobernante volaba altísimo y, sabedor de lo diario calibraba sobre todo lo de largo alcance, la posición de Europa y la de Estados Unidos, frente los que ostentaba una mezcla de gratitud y recelo, la disuasión nuclear o la clarividencia de buscar lo que ahora mismo está precipitándose, una Europa del Atlántico a los Urales. Borracho de francesismo, el Presidente Roosevelt llegó a decir que el General se creía Juana de Arco.

Un azar de viajes europeos nos tuvo al modesto firmante de esta evocación tres días, sábado, domingo y lunes, en el París de Mayo de 1968, cuando la revuelta estudiantil gritaba la imaginación al poder o decir que ya era bastante de General. Siguió fiel a sus prácticas y tesis, se sometió a Referéndum y elecciones y cuando una leve mayoría adversa por tema lateral, sobre el Senado y las Regiones, le fue desfavorable, se marchó con enorme grandeza y el noble orgullo de saber irse, sin pensar qué sería después de tanto ser. Frente a los gritadores, había dicho elevadamente: Sí a la reforma, no a la mascarada.

En esta fecha centenaria que nombrábamos, nacía el 22 de Noviembre de 1890, en el Lille que parecía siempre amenazado por los alemanes belicosos, el más grande francés del siglo XX, que desde finales del XIX avizoró la Europa del XXI. Quede este tan ínfimo recuerdo español en la tierra hispánica vecina de Francia y entendedora de sus tristezas y sus glorias.

Y, lector fiel, si me sigues, la semana próxima hablaremos de la Dama de Hierro inglesa, ida a su hogar después de un decenio de fecundísimo gobierno. Esa será la mujer de nuestro relato.

JUAN LACASA LACASA

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