"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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ALARMA EN EL PIRINEO: EL INSTITUTO PIRENAICO DE ECOLOGÍA ES INTANGIBLE

20/04/1990

Nuestra conciencia de viejos pirenaicos pasa por un momento de turbación. Algo entrañable y medular, algo que vimos nacer, crecer y triunfar se dice que pudiera perturbarse, sufrir transformación, ser mutilado o aún desaparecer.

Subimos casi al arranque del siglo XX. De 1927 a 1936 hubo en Jaca diez veranos universitarios para extranjeros, obra del genio de Domingo Miral, pirenaico de reciedumbre incomparable. Los Ministros de Educación de tres regímenes los habían visitado. La crema de la intelectualidad, los Ortega, Unamuno, Morente, Maeztu, Lorca y tantos pasaron por aquí y dijeron sus hondas verdades españolas.

Otro aragonés, delgado de cuerpo y gigante de espíritu, José María Albareda Herrera, regía el Secretariado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1942. También él estuvo en Jaca. Concibió juntar dos realidades, la enorme del Pirineo físico y la pensadora de la investigación. Se hace elocuente y casi declamatorio el Boletín del Estado de 21 de octubre de 1942, que desempolvamos con emoción ahora y leemos la Orden creativa de la inicial Estación de Estudios Pirenaicos dependiente del Consejo. Era clara la voz de Albareda, a la que se añadía firma ministerial el 10 de tal octubre:

“La institución fundada en 1927 por la Universidad de Zaragoza como Colegio Mayor y Residencia de Estudiantes Extranjeros ha desarrollado los Cursos de Verano con ejemplar continuidad y creciente vigor. El Pirineo ha sido abierto a la admiración nacional, con su asombrosa variedad de aspectos y ha servido de marco gigantesco a las enseñanzas universitarias. El caudal científico no podía cruzar aquella zona, rica en magnificencias, sin hincarse en los problemas variadísimos que suscita. Aparece clara la conveniencia de una labor investigadora y docente REALIZADA EN EL CAMPO MISMO DE SUS FINALIDADES, con permanencia y sistematización.”

Por estas consecuentes razones “SE CREA EN JACA LA ESTACIÓN DE ESTUDIOS PIRENAICOS”, con secciones geográfica, geológica, edafológica, geobotánica, meteorológica y también de investigación de Arte y Filología.

La Ciudad, que como todas las españolas salía de las dificultades de la guerra, hizo los esfuerzos que estuvieron a su alcance, para albergar a “los Pirenaicos”. Culminación de muchos trámites y etapas fue el momento 1960 y subsiguientes cuando se construyó cerca de la actual sede un nuevo y amplísimo Grupo Escolar dejando libre para esta necesidad y la enseñanza media el gran bloque de 1932-36.

Los cambios de tiempo y el adaptarse a los ambientes sucesivos hicieron que la primitiva Estación se llamase en 1948 Instituto de Estudios Pirenaicos, en 1963 Centro Pirenaico de Biología Experimental y actualmente Instituto Pirenaico de Ecología.

Se acumulan y suceden los nombres de investigadores vinculados. El geólogo barcelonés Luis Solé Sabaris dirige hasta 1968. Aparece la figura con larga gestión de Enrique Balcells Rocamora, sigue Juan Puig de Fábregas y es ahora Director el geógrafo José María García Ruiz, que dedica precisamente a Jaca ciudad un sagaz estudio comarcalista con llamada a los deberes cabeceros de la pequeña urbe. Entre los aquí permanentes personalizamos a todos con la figura del botánico Pedro Montserrat.

La huella material se concreta en muchas direcciones. Los Congresos hispano-franceses de tema pirenaico son el de 1950 San Sebastián, 1954 Luchón y Pau, 1958 Gerona, 1962 Pau y Lourdes, 1966 Jaca y Pamplona, 1971 Bagneres de Bigorre, 1974 Seo de Urgel. La Revista Pirineos supera amplísimamente los cien números. Se intercambia con más de 200 extranjeras y más de 100 nacionales españolas. Esto acumula una colosal biblioteca de decenas de miles de volúmenes. La visita, aun rápida, del Instituto deja una sensación de espesura científica, de erudición, de amor a la Naturaleza, de arraigo a este suelo, de planta con raíces no trasplantables ni a matar.

El desarrollo de Pirenaicos ha justificado plenamente el esfuerzo de la Ciudad. La misma disposición urbana de ese entorno, se adaptó, enlazándolo con lo universitario y añadiendo nuevas superficies. Ahora no debe malograrse la inversión estatal prevista para nueva supersede.

La vida evoluciona y nada puede quedar estable sin más. Quienes ahora dirigen la investigación española pueden y deben ejercer su análisis de la estructura del Instituto, para noblemente superarla. Pero lo que no pueden es ser inconsecuentes e ignorar el pasado y el acontecer de medio siglo. Sería ultraparadójico que, cuando el Estado español se hace constitucionalmente autonómico y por ende descentralizador y adaptador a realidades físicas menores, se declarase el divorcio entre el gigantesco Pirineo que está aquí y los hombres llamados a conocerlo, investigarlo y amarlo. Sería sacrílego, excuse nuestra pasión pireneísta, desbautizar con cualquier otro nombre ocasional estas realidades y callar lo pirenaico. Sería traicionar el pensamiento lúcido de los fundadores vaciando algo lleno de vida y de logros acumulados.

Nuestra voz es ínfima, pero es una voz que busca el eco cimero de las cumbres pirenaicas. Es hora esta de gratitud a quienes inspiraron la tarea y a los que la han continuado y la rigen. No podría ser grato el recuerdo jacetano y altoaragonés hacia quienes la atasen o desfigurasen.

JUAN LACASA LACASA

 

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