"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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MONUMENTAL TRABAJO SOBRE SAN JUAN DE LA PEÑA

19/05/1989

Quienes, con ilusión y alguna constancia, nos ocupamos del Monasterio pinatense pensamos que el esfuerzo revitalizador debe integrar una doble dirección. De un lado, el trabajo material que asegure la continuidad secular y milenaria del complejo de edificios. De otro, el penetrante estudio documental y erudito que nos acerque a la realidad vital de centurias que se alejan.

Se suceden los nombres de arquitectos en los cien años últimos, con los Magdalena, Iñiguez, Chueca Goitia o ahora Ramón Bescós Domínguez. Y paralelamente hay, por gran fortuna, también generaciones de estudiosos que bucean en los archivos. La más reciente actualidad nos trae el gran nombre de la doctora Isabel Lapeña Paul.

Tras casi dos lustros de ímprobo y ultrametódico trabajo, la doctoranda presentaba su tesis, dirigida por Antonio Ubieto, en la Facultad de Letras e Historia de Zaragoza, el 21 de Marzo de 1988. Tuvimos la suerte de asistir y contemplar de cerca el resultado del esfuerzo. El Tribunal, presidido por Martín Duque, con los Sarasa, García de Cortazar, Cabanes y Lacarra Ducay,  acordó unánime el merecidísimo cum laude. La Tesis se titulaba “El Monasterio de San Juan de la Peña hasta 1410. Contribución al estudio, de su dominio y estructura monástica”.

Ahora, también en Zaragoza, el 12 de Mayo actual, en el gratísimo ambiente filantrópico culturalista de la Caja de Ahorros de la Inmaculada, la popular CAI, entregaba a los medios de comunicación aragoneses el monumental texto impreso que motiva estas líneas. Lo consideramos refundición de lo más fundamental de la tesis, en un esfuerzo suplementario de acercar a lectores de todo nivel al complejo, hasta lo enmarañado y confuso a veces, mundo monástico, político también, patrimonial, que fue la vida comunitaria benedictina de San Juan de la Peña, en siglos de creación, expansión y así mismo decadencia. Se extiende el examen desde el origen hasta 1410, momento del Abad Jerónimo de Ocón

También la fortuna, y la benevolencia de los organizadores, nos permitió asistir a este acto, segundo y solemne de la salida a la luz del ingente esfuerzo de Isabel Lapeña. Un rápido examen del gran texto de hacia 500 páginas, pródigo en ilustraciones, documentadísimo con cientos de notas, no permite resumirlo, pero sí recomendarlo al lector, al aragonés amante de nuestro pasado.

Se arranca con monasterios del Condado de Aragón, Cillas, Fuenfría, Cercito, Navasal, en estos valles, se camina hacia el siglo XI con el difícil problema de San Juan de Oroel y San Juan de Pano y se entra ya en épocas de mayor certeza en la Monarquía de Sancho el Mayor, para seguir hasta Martín I.

En siete grandes partes se estudian las fuentes, la situación monástica anterior, la creación y estructura del dominio territorial, la explotación con cesiones y rentas y así mismo la organización monástica desde la altura de los Abades hasta los más humildes, sencillos y diarios oficios materiales.

Isabel Lapeña ha trabajado en los grandes archivos españoles, el Histórico Nacional en Madrid, el de la Corona de Aragón en Barcelona, el de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza. Nada relacionado con San Juan le ha quedado ajeno. Valiosísima para los jaqueses es la alusión a la marcha desde Jaca a Zaragoza hacia 1905 y poco después, de tres grandes textos que poseían las Monjas Benedictinas y que pasaron a la capital aragonesa por gestión de los Profesores Ibarra y Moneva. Eran los Libros Gótico, el de San Voto y el de los Privilegios.

Trae el volumen que comentamos una muy sentida y doble presentación por el actual Presidente de la CAI Manuel Sola Sánchez de Rojas y su predecesor Ignacio Bosqued García, ambos sensibles al tema histórico aragonés, que les llevó a la decisión del laudabílisimo esfuerzo económico de esta edición.

Todo ello ha de servir de estímulo para intensificar los trabajos pro San Juan, símbolo insuperable de nuestro pasado, joya arqueológica primerísima. Y agradecer a entidades de todo orden, a los restauradores y estudiosos, su contribución a la común tarea. La modesta pero entusiasta Hermandad de Caballeros de San Juan de la Peña, que conoce bien la disposición de la CAI reiterada, de la Iber-Caja también en muchísimos momentos, se llena de gozo y esperanza ante logros como el comentado.

JUAN LACASA LACASA

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