"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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LEYRE Y SAN JUAN DE LA PEÑA, MONASTERIOS HERMANOS

18/11/1988

Nuestro entusiasmo por San Juan de la Peña se extiende fraterno al Monasterio de Leyre. Este, en la tan vecina Navarra, ha recuperado el alma, con la Comunidad Benedictina que ha vuelto a ocuparlo ya hace un tercio de siglo, en 1.954. El aragonés, buscador de su restauración material, añora a unas docenas de kilómetros, por la línea sencilla del río que bautizó el Reino, la presencia activísima y renovadora de los monjes de San Benito, que día a día ponen en práctica su gran consigna de oración y acción.

Hemos pasado unas vibrantes horas, el domingo 23 de Octubre, en la gran fiesta que en Leyre tuvieron sus amigos, una masa navarra de doscientas personas, en la que se nos hizo el honor de sentarnos junto al Abad en la comida que siguió al ceremonial litúrgico y a la conferencia que pronunció el P. Mariano Laguardia, sobre las vicisitudes del Panteón de los Reyes de Navarra. Queremos dejar constancia en el semanario jaqués de las emociones de esa jornada.

Mil detalles paralelizan los dos Monasterios, Leyre y San Juan o San Juan y Leyre. Verosímil origen cenobítico, oscuridad documental, apenas penumbra luego, de los siglos de tradición visigótica y la tensión frente a lo musulmán, con la tremenda razia de Almanzor ya en el final del siglo X. Influencias nórdicas desde la Francia que se hiciera presente con Carlomagno y que se concreta al correr de los siglos con las orientaciones de Cluny. Siglos de plenitud y otros de tensiones, pleitos y conflictos, huellas de estilos arquitectónicos, lo románico y lo gótico. Total coincidencia en momentos trágicos, 1.809 con la invasión napoleónica y 1.835 ó 1.836 con desamortización y exclaustración.

En cada visita a Leyre nos abruma la macicez de la cripta y nos viene a la memoria una alusión de nuestro predilecto Ortega y Gasset que en su ensayo Ideas de los Castillos, 1.927, ve a Leyre cuna de Reino de Navarra, tosco, primitivo, con sus bóvedas enanas y enormes y arcadas tan estrechas que en fantasía se piensan un casco godo que coincidiera con ellas. En la caza de paisajes que es la excursión, dice el filósofo madrileño, la catedral o el castillo alertan la pupila, monstruos de piedra gesticulantes. Así ve un Leyre en momento de balbuciente restauración, lejana de la plenitud y los logros de hoy. No mucho después pasaría por San Juan de la Peña, 1930, y conservamos en el archivo de la Hermandad unas fotos valiosísimas del viaje de D. José hasta aquí, con amigos y familiares.

La vivencia legerense se anima y toma cuerpo con la lectura minuciosa del estupendo libro, aparecido en Marzo de este 1988, Leyre en la Historia y en el Arte, por el actual Prior de la Abadía P. Tomás Moral. No se acabaría de citar momentos, episodios y noticias en que culmina la historia del evocador lugar navarro. Vemos algunos al azar.

Bella y entrañable es la larga alusión al Abad Virila, santo, gestión que se data aproximada en años 928 a 950 y que es el corporeizador de la leyenda del gran éxtasis, que duraría trescientos años, en que quedó oyendo el canto y siguiendo el revoloteo de un pajarillo, sin notar hambre ni sed. Al regresar al convento no lo conocieron los nuevos monjes. Murió pronto y tranquilo entre ellos y quedó no como mera fantasía medieval sino con permanente huella iconográfica, personalizador del misterio del goce eterno.

Vinculador con Aragón es todo lo relativo a las santas Nunilo y Alodia, jóvenes vírgenes que hacia el año 846 vivían en Adahuesca, de padre musulmán y madre cristiana, y que fueron mártires decapitadas en Huesca, con detalles que recuerdan a nuestra Santa Orosia. Traídos sus restos a tierras de cristianos, hoy se conservan reliquias de ellas y sigue la relación de Leyre con la localidad oscense dicha.

Dejando atrás largos siglos de esplendores y decadencias, el P. Moral alcanza a hablarnos del Leyre del siglo XX, con momentos cumbres como en 1915, presentes las primeras personalidades de Navarra, visita de Alfonso XIII en 1922 y ya la etapa preparatoria de la vuelta de los Benedictinos, que con sus hábitos negros iban a reanudar la tarea de sus paralelos cistercienses antecesores. Cerramos estos recuerdos con la reaparición triunfal, protegidos por la Abadía de Silos, el 10 de Noviembre de 1954. Eran cinco monjes sacerdotes, siete jóvenes y cinco hermanos. Hoy son unos treinta en total con equilibrio de edades y procedencias, renovado brío y perspectiva de permanente presencia.

La Providencia nos permitió vivir la jornada de Febrero de este 1988 que acaba, con la visita de SS. MM. los Reyes de España a Leyre, en un tempestuoso mediodía que no pudo empeñar la solemnidad y la emoción.

Estos recuerdos y vivencias pasan por nuestra mente y nuestro corazón atropellados y en desorden. Los brindamos al Padre Abad actual, Don Augusto Pascual, que hace el número 91 del Abadologio de Leyre y a todos sus monjes. Y querríamos que el logro navarro que hemos podido contemplar tan de cerca, sea repetido un día, porque Dios lo permita, en el marco de nuestro venerado San Juan de la Peña.

JUAN LACASA LACASA

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