"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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LAS CATEDRALES EN ARAGÓN

11/03/1988

Tal es el título de una obra monumental, terminada de imprimir hace unos cien días, el 30 de noviembre de 1987. La ha auspiciado la Comisión Regional del Patrimonio Cultural de la Iglesia en Aragón. La ha editado la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, en espléndido esfuerzo económico del más alto interés histórico y artístico. Es obra de un equipo de colaboradores, con la dirección del altoaragonés Domingo Buesa Conde, de tan permanente y profunda vinculación a lo jaqués. El mismo Buesa tiene a su cargo la presentación. E igualmente redacta Buesa Conde lo referente a nuestra Catedral jaquesa.

El Dr. Elías Yanes, Arzobispo de Zaragoza, señala en el prólogo el significado espiritual de estos monumentos, las Catedrales, y como esta obra enseña a contemplarlas en perspectiva y desentrañar su significado, recintos sagrados que resultan Iglesia - Madre de cada Diócesis, con papel fundamental en el desarrollo del pueblo de Dios.

Buesa hace un gran esfuerzo de síntesis en el capítulo inicial, en la introducción que rotula Del Monasterio a la Catedral y examinando el largo camino del Occidente medieval profundiza en caracterizar los Cabildos catedralicios, con su estructura, vestuarios, vivienda canonical, refectorio, rentas, reuniones capitulares y celebraciones litúrgicas.

Nueve Catedrales, todas las aragonesas, son examinadas después, ya en el cuerpo esencial de la obra, por adecuados especialistas. Una mayoría, cuatro, Roda, Jaca, Huesca, Barbastro, corresponden a la actual provincia de Huesca; tres son zaragozanas con el Pilar, la Seo y Tarazona, y dos turolenses con la propia capital y Albarracín. Participan en cada uno de los densos capítulos Durán Gudiol, Manuel Iglesias, Gonzalo Borrás, Belén Boloqui, Arturo Ansón, Sebastián López, Pedro Martínez y la también en buena parte asimilada por lo jaqués Carmen Lacarra Ducay.

El natural interés preferente para el lector jacetano se ha de dirigir a cuanto concierne a nuestra Catedral. Domingo Buesa profundiza con su habitual aparato erudito y fundamenta en 123 notas bibliográficas sus afirmaciones y referencias, en las que lógicamente saltan con frecuencia nombres de los grandes críticos e historiadores del Arte como Torres Balbás o Camón Aznar, otro frecuentador de Jaca, los de nuevas y más recientes generaciones como Borrás y García Guatas, o entre lo ya muy propio y próximo Rafael Leante, Antonio Durán, Juan Aznárez o Luis Galindo, éste al referirse a los órganos catedralicios.

Fija Buesa el momento fundacional de la Catedral jaquesa hacia 1076-1082, en discrepancia y criterio algo más tardío que los celebradores en 1963 del IX Centenario, en que había nombres de primera línea como Camón, Lacarra o Lozoya. Un segundo momento importante adjudica a los años 1104-1130, reino de Alfonso I, dando a Sancho Ramírez el gran empuje inicial. Da por terminado lo esencial en ese 1130 dicho.

 

Vincula como es natural los avatares de la gran construcción a los altibajos históricos del público acontecer, a la prosperidad o decadencia económica, a las sucesivas corrientes artísticas y a la actividad de prelados y cabildos diocesanos. También hay referencia a incendios o a grandes y peligrosos momentos como las contiendas de los siglos XIII o XIV o mucho más reciente la Guerra de la Independencia frente a Napoleón.

De la detenida lectura de las páginas de Buesa surge también clara lo que llamaríamos vida y movimientos internos del templo, con reformas de partes esenciales, cambios en la cubierta, en los ábsides, pórticos y lonjas, claustro, cambios en la situación de capiteles y en el exterior que con algún esfuerzo deja reconocer diferentes estilos y momentos, o la parte del actual campanario. En todo este moverse de la tan secular vida de la Catedral se alcanza desde luego hasta nuestros días, con el importante momento 1917-1919, que nuestra alta edad nos permite recordar, con la actividad tan decidida del Obispo Manuel de Castro Alonso, al trasladar el coro que cerraba la nave central y crear un altar que vino a durar unos cincuenta años, al ser afectado por las reformas litúrgicas recientes.

Minuciosa atención hay en el texto de Buesa hacia las valiosísimas capillas, las del Pilar o ábside Sur, San Miguel, San Sebastián, Anunciación, Santa Ana, Trinidad, Santa Orosia o San Jerónimo, San Pascual Bailón. Resalta naturalmente, como bien observó en 1946 el geógrafo e historiador José Manuel Casas Torres, la actividad brillantísima del siglo XVI, que consideró de esplendor jaqués, parejo al XI creador, con la huella de muchas de estas capillas, por ejemplo, San Miguel y la Trinidad, las más espectaculares, la fachada municipal de 1544 y la propia Ciudadela. Los nombres de Moreto o Anchietal Gil Morlanes y otros recuerdan las grandes colaboraciones. Pareja atención se dedica a altares y otras partes, que conviene seguir entreverando la lectura con la visión del plano de planta de muy claras referencias numéricas.

No podemos alargar este comentario. Para cerrarlo queremos sólo unir nuestra gratitud de jaqueses y aragoneses hacia cuantos han ayudado a Buesa, en el Obispado, Cabildo y archivos. Y hacemos una sencilla y sentida reflexión. Es la de que los monumentos no viven “per se” ni se sostienen solos. Necesitan la ayuda de los hombres, para seguir siendo marco de la oración y también alimento espiritual de artistas y de meros contempladores y visitantes. Junto a sus naturales preocupaciones modernas de tan diverso orden, Jaca debe agudizar su conciencia de propietaria del inmenso tesoro que es la Catedral, guardarla, recomponerla, proyectar para ella lo mejor, por ejemplo, aunque parece un sueño, su aislamiento progresivo con adecuadas medidas en planes urbanos, la posible amplitud de su entorno inmediato. Magno esfuerzo fue darle contenido tan rico como el Museo Románico de Pinturas. Amemos la Catedral, guardémosla. Todo esto nos sugiere el gran libro aludido, cuyo texto cierra el Presidente de la CAZAR, Martínez Candial, con sentidas palabras.

JUAN LACASA LACASA

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