"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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PRIMER VIERNES DE MAYO

01/05/1987

Vivo y vibrante eco del remoto ayer bélico, subconsciente volver al sentir colectivo de los jaqueses en su explosión guerrera y victoriosa, el Viernes de Mayo reaparece triunfal, colorista y siempre nuevo, repetida manera de afirmarnos, gozoso reiterar del voto de milenarios abuelos acudiendo al legendario lugar de la batalla.

Está el paisaje intacto, perenne la enhiesta geología de Oroeles y Collaradas, en su sitio el Aragón y el Gas, renovado verdor en los campos y otra vez el canto a la vida de una mañana de primavera que sabemos como ha venido y cómo nos llama a su encuentro en un pacífico y contradictorio grito bélico, de libertad, de independencia, de cristiana fe, de vagido anticipado de lo aragonés, de preludio en la marcha triunfal hacia una España presentida y a inventar.

Hay un bullir popular e impaciente, un deseo de sentirnos juntos en el estruendo de las armas y en el coro de la vencedora canción, un marchar alegres y un volver exaltados, un crescendo desde la mañana con resto del aterido invierno hasta el mediodía ultraluminoso y cálido, un estar todos en la calle, con el rito ancestral que nos parece sagrado, un recrecido jacetanismo que nos llega a los huesos, un alma que se mece al ritmo ondulante de las banderas.

Sin clases y sin edades, sin arriba ni abajo, sin mando y sin pueblo obediente, sino todos juntos y genialmente unos e integrados, infantes asombrados, jóvenes con mañana,

mayores nostálgicos y viejos que han de guardarse una lágrima en medio del estallido vital. Cada cual vive su jornada y recoge en el fondo del ánimo esa nueva edición de la fiesta y la deja plegada y en silencio interior, como los mantos de Santa Orosia se acumulan cada año en la urna de plata después de su sagrado reaparecer al aire montañés.

Los jaqueses ausentes reciben todo el día una llamada telepática, han vivido la víspera, el despertar del Viernes y la marcha de los desfiles, escuchan el trueno de las descargas y ven en una íntima televisión la arrogancia del Conde Aznar y la majeza de las escuadras, la gramalla del Síndico, las cabezas de los cuatro régulos en las alzadas lanzas vencedoras. Están con nosotros sin estar aquí y son también multitud y presencia, lejano gozo que los transporta hasta sus raíces.

El rodar cósmico del tiempo vital, plenitudes de estíos, oros de los otoños, alburas de inviernos y otra vez verdores primaverales adquieren este Viernes jaqués aún más hondo sentido, se repiten para ser más verdaderos, rememoran la enorme jornada medieval y explican, a nosotros mismos y a los que nos contemplan la, a un tiempo, misteriosa y clara razón de nuestra existencia.

El Viernes de Mayo es una exaltación sentimental de nuestra Patria pequeña. No necesita documentarse porque le sobran razones y testimonios del corazón. Es vivencia de mil ayeres y lo habrá de ser de un inacabable futuro mientras el mundo ruede.

JUAN LACASA LACASA

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