"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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ALTAS PRESENCIAS EN SAN JUAN DE LA PEÑA

18/04/1986

Impar gloria jacetana, oscense, aragonesa y española es nuestro Viejo Monasterio románico, con raíces legendarias que profundizan en los oscuros siglos iniciales de la Edad Media y alcanza plenitud en las centurias XI y XII, con la religiosa presencia benedictina y la de los Reyes del primitivo Aragón, Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I, cuyos restos reposan allí.

En medio de altibajos, de prosperidades y decadencias, como toda obra de larga andadura, las piedras de San Juan son testigo de lo mejor de nuestra Historia, de nuestro Arte Románico y además están enmarcadas en una Naturaleza prodigiosa, frente al inmenso Pirineo, en el silencio vegetal de pinares y pradera y en la reconditez de la roca, casi guarida de alimañas que acogió a eremitas, santos, monjes, abades, salvadores del hito cristiano de tradiciones y de la cultura que nos llega a través de miles de documentos allí escritos.

Todo fue soledad en la mayor parte del siglo XIX, cuando en 1835 Desamortización y Exclaustración hicieron desaparecer la Comunidad Benedictina, que desde hacia 1700 vivía menos rudamente en el Monasterio Alto. El final de ese siglo precedente al nuestro trae auras restauradoras y lentamente van llegando ayudas esporádicas que salvan lo esencial, el Monasterio Viejo.

Visitantes de primera línea española lo honran llegando allí, muy diversamente, al compás de su tiempo. Un joven Rey Alfonso XIII, de 18 años, lo visita en 1903, por los vericuetos de Atarés y Santa Cruz, a lomos de caballo. Recibe en sus manos el anillo de Pedro I, salvado por los monjes y guardado en la Catedral de Jaca casi 70 años. En 1934 es el Presidente de la II República Española, don Niceto Alcalá Zamora y Torres quien sube desde Jaca, ya en automóvil por la carretera de Bernués, hecha entre 1927 y 1931. En 1959 el entonces Jefe del Estado General Francisco Franco sube por la misma vía, aún sin asfaltar, coincidiendo con la importantísima presencia del Santo Grial traído momentáneamente de Valencia. En 1972, el entonces Príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, felizmente reinante, recibe en la Zarzuela a un extenso grupo de aragoneses, de los que acepta la Medalla de Mayor Honorario de la Hermandad de Caballeros de San Juan.

Lleguemos a estos años 80. Una gestión tenaz y larga arrancaba del Ministerio de Cultura de Madrid, Dirección de Bellas Artes, los primeros veinte millones para la restauración a fondo del Monasterio Viejo. Coincide aquello con la transferencia de estas facultades a la Diputación General de Aragón, que acoge con entusiasmo el legado centralista y lo amplia generosamente, con sincero entusiasmo y con frecuente presencia de sus hombres del Departamento de Cultura. Hoy siguen los trabajos de 1984 y 1985. Excavaciones de hace unos meses permitieron hallazgos valiosísimos de que habló al Rey en no lejana ocasión el Presidente Marraco.

Se suscita la noticia, sobre la que hay que esperar confirmaciones y precisiones del ente regional aragonés, de las autoridades provinciales y locales, de una posible presencia de S. M. Don Juan Carlos I en el Monasterio de San Juan. Inmensa satisfacción sería para todo Aragón ver al joven Rey pisar el solar de sus lejanísimos predecesores y vivir unas horas como Rey de Aragón y de España. Bien sabe Su Majestad del espíritu exaltadamente español de nuestra tierra. Afirmadora de su ser, de más que recia personalidad como rama del tronco hispánico indiscutible, Aragón parece decir, puede decir, al Rey y a España, como la Santa de Ávila decía al Crucificado: no me tienes que dar porque te quiera, porque aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.

Que los compromisos de su altísima misión, unificadora de una España en paz y en orden, permitan a nuestro Rey llegar al sacrosanto lugar aragonés. Sería día de inmenso gozo para todos.

JUAN LACASA LACASA

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