"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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ANTONIO TOVAR LLORENTE. UNA EMINENCIA QUE PASÓ POR JACA

27/12/1985

Nuestra ciudad pequeña, pirenaica, fronteriza, camino europeo, cuna de lo aragonés, ocasiona visitas, tránsitos y aun permanencias de gentes muy diversas. Siempre nos complace, sobre todo con la gran circunstancia universitaria, subrayar el paso de grandes nombres, que vinieron aquí curiosos, vieron lo nuestro, lo asimilaron, y lo guardarían en el recuerdo.

Luctuosa es la ocasión de hoy para evocar a un nombre eminentísimo de la generación española de 1936. Digo esto en el más amplio sentido, incluyendo ahí a muchos que eran jóvenes en el tremendo año de la guerra civil, y con su hacer y su creer, cambiante éste muchas veces, dieron cuerpo a ese agitado tiempo español. Es la desaparición del filólogo, lingüista, académico, crítico y también un tiempo político en activo Antonio Tovar Llorente, cuyo nombre llena la Prensa de estos días. Dejemos en el pequeño semanario local jaqués algo de la impronta que a quien firma le dejó a lo largo de las vidas de ambos, paralelas en el tiempo y terriblemente distantes en la talla intelectual, maestro él, eternos aprendices nosotros, próximas varias veces por azar para mí muy grato.

Era el lejano 1927, el de la generación poética. Unos haces de muchachos españoles coincidían en las aulas del Colegio Universitario de los Agustinos en El Escorial. Por allí habían pasado Manuel Azaña, Yanguas Mesía o Aunós, estos Ministros de la Dictadura de Primo de Rivera. En el curso de Derecho que empezábamos estaban el propio Tovar, Dionisio Ridruejo, Gerardo Salvador Merino, Javier de Echarri, nombres que pronto acusarían inquietud política, culminada hacia 1930 en vísperas republicanas, e iban a figurar la mayoría en el falangismo aperturista y socialmente avanzado desde el treinta y seis al cuarenta y tantos.

Tovar, con 16 años, venía ya equipado de latín y griego. En el otoño de 1929, a sus 18, tuve la suerte de hacerle llegar los densos textos ultracortos y sugestivos que para enseñar el alemán escribió don Domingo Miral, nuestro cheso universitario jaqués. Tovar asimiló aquello en días y nos asombró diciendo que podía leer Dostoievsky en alemán y que se emocionaba hasta las lágrimas con los avatares de los personajes del ruso.

En 1930, en Alemania yo, Tovar me pedía curioso el inquietante programa del en auge Partido Nacionalsocialista hitleriano, aún distante de su acceso al poder. Tovar avanzaba en su contacto con lo germánico. En 1935 coincidíamos en la Universidad de Madrid, él ya lejos del Derecho e inmerso en lo lingüístico. Le vemos en el Burgos de 1938, capital franquista de la Guerra, colaborador muy próximo a Serrano Suñer, director Tovar de Radio Nacional de España, la del parte nocturno, que me llevó a ver en directo con el locutor Fernández de Córdoba y el corneta del parte.

Es en 1942 cuando llega Tovar a Jaca, traído por Sancho Izquierdo a la clásica conferencia dominical en el Teatro Unión Jaquesa. Habló de Sócrates, adelantando ideas de su libro sobre el filósofo griego, su mejor producción humanística. Venía Tovar, con 31 años, aureolado por haber estado en el equipo de traductores de la entrevista de Hendaya Franco-Hitler, decisiva para la neutralidad española en el conflicto mundial. Polifacético, intervino en un concierto de piano en el Casino de la calle Echegaray.

Parecía saber lo jaqués por intuición. Lo llevamos al final del paseo, al "Rompeolas". Mirando el Poniente Navarro, dijo "Esto es la Canal de Berdún". E inauguró una divagación sobre la etimología de ese topónimo. Admiró la Catedral y San Juan de la Peña, comentando los rasgos del románico. Al hablarle yo de trabajos recientes en esos monumentos, poco antes de nuestra Guerra, me dijo "Las Repúblicas aman los Museos", con un deje orteguiano sobre “la beatería de la cultura”.

Nuevos encuentros en las Cortes franquistas, él Rector de Salamanca por Ruiz Giménez, yo por los Municipios oscenses, sentado junto a Pedro Laín, el casi gemelo de Tovar, por la “L” de los apellidos.

Culminó nuestro coincidir en uno de sus exilios semivoluntarios. Digamos que podía pasar por un "Tercera España", que a la larga se había encontrado incómodo en los dos bandos, un intelectual que lamentaba la guerra tras haberse mezclado en ella sinceramente, jugando cartas de su tiempo juvenil.

Ultimo encuentro digo: 1969 en la Universidad de Tübingen, en Alemania Federal. Me acerqué a verle desde Stuttgart. Sabio oficial codeándose con premios Nobel, estaba humildemente en el andén de la Estación de Tubingen a las 8 de la mañana esperándome, con su Volswagen modesto, que parecía conducir en broma. Tomó mi maleta sin empaque, ante mi azoramiento. Vi su laboratorio de Filología, denso de enciclopedias del Universo entero. Me acogió en casa, pasé un fin de semana con el matrimonio Tovar, recorrimos algo de la Selva Negra de mi juventud. Mientras me esperaba en el Hotel, andaba con los bolsillos llenos de libros españoles, de los que hacía la crítica en la Gaceta Ilustrada. Fue insospechado nuestro último encuentro. Pasó por Jaca de nuevo en 1981, sin que mi ausencia permitiera encontrarnos. Tengo a la vista sus líneas de ese año al agradecerme la enhorabuena por el premio Goethe que recibía entonces en Hamburgo.

Castellano de Valladolid, creo me dio su amistad por mi aragonesismo. Lo sabía todo de España y de los españoles.

Distantes a veces en opiniones y en posturas, nuestra amistad fue inquebrantable. Su bondad, su modestia, su manera casi infantil, transparentaban un alma excepcional. El Ser Supremo le habrá acogido. En la hora suprema de su muerte Tovar se agiganta en mi recuerdo y pido a Dios lo mejor para él.

JUAN LACASA LACASA

 

 

 

 

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