"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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GRENOBLE CIUDAD ALPINA, MODELO PARA EL JACA PIRENAICO

29/11/1985

Siempre los Alpes nos parecen el corazón de la geología europea, la colosal reserva de nieve y de agua que alimenta Rin, Ródano, Po o Danubio y que es a la vez tesoro inagotable de paisajes, de cimas albas y valles de esmeralda. Frente a esos Alpes nuestro Pirineo tiene ya un aire meridional, mediterráneo y superluminoso. Los hombres de los ciudades alpinas han hecho muchas cosas que, a adecuada distancia y escala, nos pueden servir de ejemplo y de modelo. Así Grenoble para Jaca.

La capital francesa, cabeza a la vez de la vieja circunscripción histórica del Delfinado atrae y subyuga con su conjunción de valores, con su integrar y potenciar aspectos de la vida y el hacer de las generaciones. Las tres simbólicas rosas de su escudo dicen los grenobleses que ahora significan la Universidad, el Turismo y la Industria. Algo de todo eso, bastante, casi mucho, va habiendo en lo jaqués, aunque nos falte desde luego en lo industrial algún sector no polucionante, ligero, que nos diera continuidad y base mínima en que apoyar una ciudad de servicios de algo más que de temporadas de visitantes.

Hemos hecho una rápida pero intensísima visita a Grenoble. El objeto concreto era ver una colección de libros de ajedrez que van ganando valor histórico ya de siglo y medio. Un aficionado de hacia 1830 legó materiales que han integrado unos 800 volúmenes y se guardan en la Biblioteca Municipal. Allí fuimos atendidos de manera ejemplar y eficacísima. Era un colosal edificio con 550.000 libros de todas las épocas y materias, y locales adecuados a la consulta y la investigación, Y por el hilo de esta rareza nuestra, hacer unos miles de kilómetros por ver unos libros de ajedrez, hemos penetrado en aquel ambiente y hemos vuelto admirados, envidiosos y estimulados, queriendo decir aquí algo para incitar a los jaqueses.

Grenoble es pionero en cien materias, En lo industrial, dice descubrió la hulla blanca, la técnica de los saltos de agua productores de electricidad. En su Museo de Delfinado están tangibles las primitivas turbinas, las conducciones forzadas del agua que cae cientos de metros, rudimentarios alternadores, los bigotudos mecánicos que empezaban a operar con aquella mágica fuerza transportable, hacia 1860. Y ese adelantarse les obligó a la vez a pensar en centros de enseñanza técnica, hoy en explosivo desarrollo, dentro de una Universidad con 30.000 estudiantes, de ellos un sexto extranjeros de todo el curso, y con 400.000 metros cuadrados, asombroso, de edificado en sus Facultades y Escuelas en decenios recientes.

En el turismo, inventó Grenoble la institución de los Sindicatos de Iniciativa, el primero en 1887, un siglo pues ya, con unos 60 funcionando en el Departamento, en localidades de todo tamaño. La Casa del Turismo del Centro de Grenoble unifica los organismos privados y oficiales que lo atienden, en un ejemplo perfecto de coordinación e integración. A la vez es solo de 1974 el Palacio de Congresos, un par de años anterior al de Jaca, de construcción exenta y rodeado de jardines y espacios libres, encristalado y acaso con un exceso de frialdad funciona a la vez, con sala de 1.300 asientos normales y 1.600 añadiendo el gran escenario ocasionalmente. También cuatro salas que añaden otras 500 plazas y acercan el total a 2.000. Hay más de 70 reuniones anuales con unos 30.000 congresistas, que a tres jornadas y 5.000 pesetas de media de gasto ocasiona 500 millones de pesetas de receta anual.

Los Juegos Olímpicos de invierno de 1968, que vieron las hazañas del esquiador francés Jean Claude Killy, han dejado una impronta permanente en Grenoble, con el Palacio de Hielo, el de los Deportes en general, colosal edificio de atrevida arquitectura, y el anillo de velocidad en patinaje.

Sorpresa enorme nos causó una exposición monográfica tenida este año 85 precisamente en el Museo del Delfinado. Este tiene una sección ciudadana del propio Grenoble, como una benévola y consciente autocrítica con los estamentos sociales representados en maniquies y tipos extraídos de la diaria realidad, en toques históricos y modernos a la vez. Pero lo monográfico estaba dedicado a la vida de los Cartujos, que allí cerca, en la Chartreuse, han acreditado un modelo de conducta buscando en silencio a Dios y a la vez laborando siglos por el saber y también por lo material. Había maravillas de libros, óleos de todas las casas de la Orden en Francia, España, Alemania, Italia y Austria, celdas, cocinas, textos de las Reglas de estricta observancia. Habían contribuido prácticamente todas las entidades de Francia relacionadas con esta rama de la cultura. Enorme envidia nos daba pensar en las posibilidades de San Juan de la Peña con una evocación allí de la vida de los Benedictinos, que si no tangibles en carne y hueso por ahora, podemos hacer moralmente presentes con algo similar al esfuerzo grenoblés cartujano.

Mucho más queda por decir. El aprovechamiento de las alturas próximas evocaban para nosotros Rapitán o el mismo Oroel, alcanzadas con buenas vías o con algún teleférico. Soñar no cuesta nada.

Desde este rincón pirenaico, mi gratitud a quienes me atendieron por el motivo concreto de mi viaje y mi admiración hacia la comunidad toda de Grenoble, capital francesa de los Alpes.

JUAN LACASA LACASA

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