"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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EL VIAJE ANUAL A FRANCIA

08/11/1985

El viaje anual a Francia proporciona siempre botín, dijo nuestro dilecto filósofo y elegantísimo escritor José Ortega y Gasset. Entiendo se refería a los que hiciera muchas veces, en los veranos, donde sus estancias en la costa cantábrica o en el Pirineo catalán, desde donde recaló algunas en nuestra montaña aragonesa, en el Hecho de Miral o en el Ordesa de Briet. Ese botín, ya hemos aclarado otra ocasión, era botín intelectual, conquista de ideas, de sugestiones europeas, de entrada en la hondura de lo francés.

Una rápida salida, cinco días a caballo de un fin de semana, con más de 2.000 kilómetros raudos por autopistas y otras rutas, nos ha llevado desde Jaca hacia Burdeos y Poitiers hasta cerca de París para dejar ese Oeste casi Atlántico y buscar hacia el Este el Ródano de Lyon y luego ya la costa mediterránea, el Languedoc y de nuevo por Toulouse a nuestro cercano Pau.

Nuestra obsesión por las comunicaciones se veía complacida por la red de autopistas que en muy largos tramos hacían el viaje ultrarápido y comodísimo. Les van dando nombres muy geográficos, al par que numeraciones, así la Entre dos Mares de Narbona a Toulouse y Burdeos, la del Languedoc dicho y la Pirenaica que está arrancando en obras entre Tarbes y Pau, para seguir ya a Bayona, todo ello principalmente como superación de la muy clásica carretera Nacional I-17 con más de 400 kilómetros del Mediterráneo a Cantábrico.

Junto a todo eso, nos parecía casi rural el enlace Pau-Oloron-Jaca por Somport, con tantísimas posibilidades de superación, balbuciente de mejoras en algunos tramos y a completar con ideas audaces, incluso con el uso carretero del olvidadísimo túnel de Somport, que parece no existir abierto para muchos gobernantes y políticos de todo color mientras se habla de iniciativas supermillonarias a cotas más altas y peores.

En las etapas de ese camino hubo un alto para el hobby personal, el ajedrez. La ciudad costera de Montpellier celebra este año el milenario de su fundación. Hay un amplio programa, nacional, internacional, y mundial, de fotografía, audiovisual, pintura, danza y cine deportivo. Y entre todo ello, una fase muy avanzada del campeonato mundial de ajedrez, para designar, entre dieciseis jugadores de la élite universal, en complejas y orgánicas eliminatorias el rival a un par de años fecha de los actuales combatientes de Moscú, Karpov y Kasparov, a los que hemos visto en recientes olimpiadas de Malta y de Lucerna, en los años 80 y 82 

Ese Torneo de Candidatos, con excampeones mundiales y jóvenes promesas, tenía lugar durante tres semanas en el novísimo encristalado Ayuntamiento de Montpellier, un Hotel de Ville erigido en zona peatonal vivaz y a la vez tranquila en medio de un aire deliciosamente arcaico y provinciano de otras muchas zonas y calles de su urbanismo.

La técnica del ajedrez, que está llegando a extremos inverosímiles, en que se junta la gran erudición y memoria con lo intuitivo, genial, innovador y psicológico, se completaba en dicho Montpellier con un alarde realmente logrado y atractivo de aplicaciones electrónicas. En una sala de unas 300 butacas había entrada a 600 pesetas para contemplar bastante de cerca, en cinco horas por tarde, las ocho partidas de cada vuelta. Pero la visión un poco lejana de los tableros murales se completaba con una logradísima proyección frontal muy amplia de cada una de las posiciones, la relación escrita de todas las jugadas hechas, el tiempo consumido, el turno del jugador y demás. Esta información se transmitía al exterior de la gran sala y se expedía por jóvenes periodistas electrónicos a las agencias de noticias y a la gran prensa. Novedad excelente era para nosotros la existencia de comentaristas permanentes de gran categoría que podían ser escuchados con auriculares, sin perturbar a los demás espectadores, mediante transistores de módico alquiler. Ellos aclaraban el profundo sentido de las jugadas, las perspectivas de los encuentros y hasta el aspecto humano de los jugadores.

En el anochecer del domingo 27 de octubre escuchábamos con todo detalle el encuentro ante la televisión del Presidente del gobierno Laurent Fabius, y el destacado jefe de partido de la oposición y alcalde de París, Jacques Chirac. En ochenta minutos de mano a mano desmenuzaron las políticas exterior e interior, lo económico y lo social. Este hecho llenaba a rebosar la prensa del lunes 28. El viaje anual a Francia proporcionaba este botín.

El lector jaqués y foráneo de este semanario habrá de excusar el tono personal y heterogéneo de estas notas, que mezclan nuestra inquietud viajera y nuestra afición al juego ciencia.

Pero en este periplo hubo otra etapa, también de algún apoyo ajedrecístico bibliotecario y erudito, en la visita de un día a Grenoble. Esta ciudad, que conocíamos de paso, nos parece un gran modelo para muchas aspiraciones jaquesas, ella alpina, nosotros pirenaicos. Pero el tema merece otro artículo. Hasta la próxima semana pues.

JUAN LACASA LACASA

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