"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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ARAGÓN Y JACETANIA ANTE EL MERCADO COMÚN

14/06/1985

Por milenariamente fronterizos creemos tener, los altoaragoneses, los jacetanos, una especial sensibilidad y disposición hacia lo europeo, que en modo alguno nos es extraño ni novedoso. Somos unos españoles que por situación geográfica y pasado podemos entender, como cualquier español, acaso mejor que muchos, el sentido, la trascendencia y las colosales consecuencias que, no a plazo corto desde luego, nos va a traer la integración.

Muchos recuerdos personales se acumulan para quien escribe en esta fecha de 12 de Junio de 1985. En aquella “Expo” de Bruselas 1958, a la sombra del armado en metal de lo atómico, presentíamos ya lo que quería ser la Europa de los Seis comprometidos en Roma 1957. Se repartían unos “comics” o tebeos en que aparecían los uniformados aduaneros de siempre con un gesto bilateral amistoso, dispuestos a desaparecer casi en semanas. Los decenios nos han mostrado, en cambio, la forzosa lentitud del proceso. Hacia 1970 teníamos ocasión de visitar, durante un viaje de Pequeñas Empresas, al embajador Alberto Ullastres en su despacho de Bruselas y se palpaban las dificultades a la vez que las esperanzas españolas ahora hechas efectivas, tras decenios que no es posible borrar ni ignorar. Y siempre, en esta Jacetania, decíamos entre bromas y veras que limitábamos al Norte con el Mercado Común.

Ya están estampadas las firmas españolas al pie del mamotreto legalista de 1.200 páginas, tras los 403 artículos de tratado y sus inacabables anejos. A la vez acaba y empieza la negociación, que como muestran los avatares de los Seis y de los Diez, es permanente, para ir encajando continuamente, por los cuatro costados, el puzzle a que ha aludido el Ministro Morán.

Los 28 años, 1957/1985, de la vida de la Comunidad, son una valiosísima experiencia. Por aludir a un hecho, creemos que el más grueso, el más polémico, hablemos de la política agrícola, pudiéndose tachar a esta Europa a la vez de baja productivista y de superproductora, sin que simultáneamente se acierte a dedicar excedentes a las patentísimas necesidades, al hambre real, del Tercer Mundo. Parece que esa actividad, la primitiva del hombre sedentario, sea la más difícil de reformar, la más tradicional y menos elástica, la de planteos milenarios en que se mezclan sistemas de propiedad y sucesión, técnicas, capacitaciones, con tremendo desafío a los reformadores.

España redondea la Comunidad. Con ella y con el hermano Portugal se pasa de 1,6 a 2,2 millones de kilómetros de superficie y se salta sobre los 300 millones de población absoluta. Se refuerza la gran base mediterránea, para políticas afines con lo italiano y lo griego, más difíciles seguramente con lo francés. Se aproximan las fronteras de la CEE al Norte africano. Se añade el gran apéndice Suroeste del perfil atlántico, con el gran sumando de Hendaya a Gibraltar. 

España es como una clase se media del Mercado, con sus casi 40 millones de habitantes junto a los 60 o 50 de los grandes, Alemania Federal, Italia, Reino Unido, Francia, por delante de los menores, desde los 14 millones de Holanda a los 300.000 urbanos de Luxemburgo.

Ir al Mercado Común, a la C.E.E., es ir a una Europa en libertad, ha dicho Manuel Fraga, en lo cultural, lo empresarial y lo laboral además de en lo político. Es, a la vez, ir a una sociedad aviejada, malthusiana y conflictiva, a la que seguramente le pueden ir bien vetas españolas de vitalidad y de talante conciliador. Morán ha subrayado una verdad patente, que en nuestra modesta experiencia internacional hemos constatado cien veces, y es que los grandes móviles son los intereses y no puramente las simpatías y las amistades, ni siquiera las afinidades ideológicas. Vamos, en fin, moral y materialmente, a un mundo nuevo legal, no nuevo en lo histórico, pues fuimos actores de primer plano en siglos no demasiado lejanos.

¿Qué debe hacer Aragón? Región limítrofe, con un 30 por ciento de la frontera española con los Diez, con baja demografía, con débiles comunicaciones transpirenaicas, debe mostrar una férrea unidad y unanimidad en los intereses a defender en todos los foros, en los autonómicos y ante los centrales que forzosamente siguen en muchos aspectos, en los europeos novísimos desde luego. Pudiera ser la ocasión de lograr aspiraciones seculares o al menos de decenios, sabiendo encajar en los mecanismos de Compensación Regional o Territorial, en las políticas que miran a los menos desarrollados, a las reales bolsas de pobreza. Sería anecdótico y empequeñecedor jugar a las banderitas ideológicas, a los slogans transitorios. Es la historia de Aragón, es su realidad geográfica y geopolítica, las que mandan y deben inspirar nuestra acción.

Y en cuanto a lo jaqués ¿qué debemos hacer todos? Pues sencillamente jugar las grandes cartas que tengamos a mano, y que son las de la Historia, que no es solo polvorientos archivos sino raciales impulsos, las del patrimonio arqueológico y artístico, la del paisaje, la de las comunicaciones y los intercambios, las de lo turístico en el más amplio sentido, desde los Palacios del Hielo o el de Congresos a las instalaciones hoteleras, a la propaganda, las culturales con lo universitario que es herencia sagrada a potenciar.

La tarea es inmensa. Hay que superar el lirismo de las evocaciones y la pesadez de las estadísticas, aunque aquellas inspiren y estas encuadren las implacables realidades. Se gastan las palabras, hechas tópicos, de que esto es un reto o un desafío. Las renovemos incluso dentro de nosotros y juntemos, para ser dignos de la hora, las más altas ilusiones y el más denodado esfuerzo individual y colectivo.

JUAN LACASA LACASA

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