"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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LARGO SERVICIO DE UN JAQUÉS IDO. D. MANUEL ABAD

09/02/1984

La muerte de Manuel cierra una época de vida pública jaquesa que quien firma puede considerar y comentar por haber sido testigo muy directo y próximo de ella. De los años 30 a los 70 de este siglo nuestras vidas andan juntas muchas veces, desde la lejanía del Bachillerato con los Escolapios de la calle Mayor, hoy en evanescencia, hasta el paralelismo de los estudios de Derecho, el común pensar en muchas cosas y, sobre todo el diario y conjunto hacer de 18 años en la Casa Consistorial, él en el puesto permanente de Secretario de la Corporación yo en el transitorio de Alcalde.

Ese mirador o atalaya de lo local creo que da una visión amplia y a la vez honda de personas, ideas, conductas, aspiraciones, logros, movimientos, mezclados en el hacer colectivo. Manuel Abad ha podido vivirlo unos 40 años, en los que Jaca pasa, digamos, de antiguos regímenes, Restauración, República, Guerra, a Franquismo, Monarquía y Transición, con compañeros de la tarea burocrática, con Alcaldes cambiantes, con equipos concejiles variadísimos. De cada una de las personas habrá podido guardar Manuel Abad en el fondo de su ser impresiones y recuerdos que, si hubiera querido dejarlos escritos en para él fáciles memorias, serían un depósito de jacetanismo, de vida ciudadana, de transformaciones y cambios hasta la raíz.

Abad tenía un estilo, como cada uno. Era fiel a las maneras de quienes consideraba sus maestros, anclados en los primeros decenios de siglo. Servía a las evolucionantes coyunturas con fidelidad también a lo que iba llegando, de una manera silenciosa, sin ejercer protagonismos, sin sentirse clave de la situación, mientras acumulaba notas y actas a cientos y a miles, cuidaba del archivo con magníficos colaboradores e iba armando lo que ahora está accesible y ordenado, claro, sistemático, transparente, haciendo sin proponérselo historia jaquesa.

Le alcanzó el retiro y, la vez que iba dejando sus otros quehaceres de Letrado, siempre cordial con compañeros, jamás no ya enemigos sino ni siquiera adversarios, se recluyó en su hogar, con los suyos, sin nostalgias ni alargamiento de funciones, con discreción, con elegante silencio. Y así le ha llegado calladamente el final.

No vivimos aislados los humanos, sino por esencia en sociedad. Y cuando muere uno de la época, vamos muriendo un poco sus coetáneos. Eso sentimos al decir adiós al bondadoso Manuel Abad, que desde otro mundo mejor sabrá entender y excusar impaciencias, prisas, maneras juveniles del Alcalde que fue su amigo, y que ahora le dice adiós emocionadamente, con todo afecto a su memoria, con cordialidad para los suyos, con un sentir común de almas jaquesas que va más allá de tiempo y coyunturas y que queda grabado para siempre.

JUAN LACASA LACASA

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