"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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EL MODELO SUIZO Y ALPINO DE TURISMO

16/12/1982

Los jaqueses veraneamos en otoño. Tras el esfuerzo de Agosto aquí, vale la pena darse una vuelta anual y ver que hacen las naciones o lugares de los que mucho podemos aprender. Y ello podemos combinarlo con aficiones o preferencias. Por nuestra parte sentimos atractivo por Europa Central, y aún en ella el mundo germánico, Alemania, Austria, Suiza, y además Bélgica y Holanda o los nórdicos escandinavos.

En esta ocasión acudíamos a la XXV Olimpiada Mundial de Ajedrez, organizada cada dos años por la FIDE, Federation Internationale des Echecs. Había 94 equipos nacionales de hombres y 46 de mujeres. El total movilizado durante medio mes, primera quincena de noviembre, era de más de mil personas, jugadores y dirigentes, añadiéndose un considerable flujo de visitantes, que por ejemplo estaban tres días. El lugar elegido, la ciudad de Lucerna, en el corazón de la Suiza histórica, tradicional y legendaria, vecina a los Alpes y atenta a los pasos por estos hacia el Sur italiano el San Gotardo y otros.

Suiza habla alemán en su 70 por cien, francés en menos del 30 y el resto repartido entre italiano y pequeño grupo romanche. Un par de ciudades francesas, Ginebra y Lausana por ejemplo, pueden oponerse a otras dos alemanas, por el habla, Zurich y Basilea. Lucerna, Friburgo y muchas otras andan en brillantísimos segundos lugares y son modelo de atractivo, de organización y perfección, con fortísimas raíces locales y cantonales, con un denso sabor de historia, de leyenda y matices geográficos.

Aprovechando la temporada muerta entre verano y nieve, ese momento otoñal era adecuado para acoger a los extranjeros de todo el mundo, de los cinco continentes. De 118 países afiliados a la dicha Federación Mundial de ajedrez faltaban poco más de 20, y ello por razones de peso con algunas centroamericanas con conflictos interiores y otros, como Irán o Irak, con guerras declaradas y largas. Pero lo esencial del Mundo, USA y las grandes naciones iberoamericanas, el pleno europeo de grandes y pequeños, con Alemania, Inglaterra, Francia y demás junto Andorra, Malta y similares, estaba allí. Aparte, como siempre, Rusia y satélites, con altísima profesionalización deportiva de sus ases y campeones mundiales.

La organización era de altura, varia y pintoresca hasta para los ajenos al juego lento y reflexivo. En un salón colosal dedicado a exposiciones, se jugaban a diario unas 250 partidas serias, de unas 5 horas de duración. Un público numerosísimo las seguía. La entrada costaba más de 500 pesetas, 10 francos suizos día. Había stands de grandes editores mundiales de libros de ajedrez, que ofrecían nuevas ediciones y fabulosas reproducciones y facsímiles de las lejanas o agotadas, de hace cien años o menos.

 

También, venta de recuerdos, insignias, filatelia. España estaba con sus dirigentes o federativos y equipo de gente madura y joven, hombres y mujeres, más que discretamente colocados en el ranking mundial, por ejemplo en el puesto 27 entre 94 los hombres y en el 10 entre 46 las mujeres. Era por nuestra parte la quinta vez que acudíamos a este espectáculo, las anteriores en Munich, Lugano, Niza y la Isla de Malta, en los 25 últimos años. Ya nos son habituales muchas caras y caracteres. Las circunstancias o el azar nos llevó a convivir en el mismo Hotel con dirigentes y jugadores rusos, que celebraron un atardecer con gran ambientación el 65º aniversario de la Revolución Soviética, caída del Zar Nicolás II en 1917. Había un cosmonauta que llevó a esos ajedrecistas soviéticos el saludo de su Gobierno. Rusia copó el primer puesto como casi siempre. Destacaban el joven Campeón Mundial individual Karpov, el antiguo Miguel Tal y la joven Campeona Mundial Chivurdanidze.

Lucerna resulta un espléndido marco para ese acontecer. La reserva de Hotel y cualquier problema de alojamiento era resuelto por el conjunto de Oficinas Turísticas digamos unificadas, la del estado Suizo, la local de Lucerna y la de Hostelería. En un precio anunciado con extrema seriedad por la organización ajedrecística y enviado a todo el mundo se incluían el precio de habitaciones y desayuno por grupos de días, la entrada a la competición ajedrecística y un talonario de vales para gratuidad en transportes públicos, entrada a la Olimpiada, a muchos museos, teleféricos, rebajas en algunas tiendas, consumición gratuita de café, aperitivo y similares en restaurantes. Así, hasta 30 vales individuales utilísimos.

El altísimo nivel de la vida suiza era patente. Decíamos que parecía haber en Lucerna más joyerías que bares en Jaca. El comercio espléndido con librerías y tiendas especializadas de gran variedad.

Ascendimos al Monte Pilatus, con tren de cremallera de inclinaciones hasta de 48%, un intermedio de 2.000 y pico metros entre Oroel y Collarada. Tenía teleférico por el otro lado para hacer una vuelta. En los alrededores, sobre el Lago de los Cuatro Cantones, atraía la memoria del héroe helvético Guillermo Tell y pasamos por las localidades de Küsnacht y Altdorf, vinculadas a sus hazañas de libertador popular hacia el 1300, hasta resultar símbolo de su pequeña patria. Las autopistas, sin peaje y perfectas.

Todo esto, pasado, realizaciones actuales, nivel de vida, organización, era para nosotros una muestra y modelo de lo mucho factible aquí, en nuestro Pirineo, en nuestra Jaca, en nuestro Aragón, en nuestra España. Nada se improvisa, todo es el fruto sobre todo del trabajo, de la pacífica convivencia y del orden.

Jaca es pionera en muchas cosas. Estas líneas son una modesta aportación sobre vivencias europeas de un viejo jaqués. El futuro está en nuestras manos. Labrémoslo todos unidos desde ahora y siempre.

JUAN LACASA LACASA

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