"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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JOSÉ YZUEL ZAPATEL, UN GENUINO JAQUÉS

05/08/1982

No somos muchos en la cofradía de las letras jaquesas. Pero estamos bien avenidos y concordes. Una baja en las filas la sentimos como algo familiar y propio. Nos consuela el que la labor del ido ha dejado su poso y su huella larga en la tarea, en el avivar de la conciencia colectiva, en la constancia de nuestra historia grande y pequeña.

Mi convivencia con Yzuel data de más de sesenta años, en el Colegio lejanísimo de los Corazonistas desaparecidos, en la hoy Casa Diocesana, un tiempo Seminario y creo que Asilo. Los «Franceses» habían llegado a Jaca a comienzos de siglo en curso, lanzados de su Patria por las leyes laicizantes y fueron aquí poderoso medio educativo y modernizador con la enseñanza de su idioma y de las técnicas mercantiles y contables. Los primeros empleados jaqueses de Banca salieron de ese medio con brillantez.

Allí, mientras quien firma culminaba su “primaria” José Yzuel se preparaba para Correos. Me parecía un hombre mayor, aunque distantes menos de un decenio en edad. Hacía alardes memorísticos con las estaciones ferroviarias del Transiberiano. Y triunfó rápidamente en su empeño y se ligó por vida a la administración de ese Cuerpo, que tiene mucho de espiritual, de enlazador de lugares y personas, de portador de novedades, de solidarizante y empastador.

Pero su actitud no era meramente burocrática o mecánica sino que tomando muy en serio la profesionalidad la enriqueció especialmente con el dominio idiomático, con el natural francés fronterizo pero también con el inglés de tan difícil fonética y hasta con el alemán, que yo mismo había tenido ocasión de ir asimilando primero en los iniciales cursos de Verano hasta 1930 y después en la propia Alemania prehitleriana de 1930-31, que era frecuente objeto de nuestras conversaciones. Yzuel ayudó así a los primeros estudiantes extranjeros que iban viniendo y les mostró una España culta y europeizante.

Junto a todo eso, Yzuel vivía embebido en lo jaqués. Tempranamente mostró su afición a lo literario e iba dejando constancia de memorias de su época juvenil y de los recuerdos jaqueses. Se sentía inmerso en el paisaje pirenaico y era a su modo naturista y contemplador de la Naturaleza, paseante incansable, visitador de la Fuente de Torrijos, recordador de tradiciones. Las publicaciones nuestras están muy frecuentadas por su firma y últimamente nos hablaba de su interés en unas memorias que en efecto ha dejado y que habrá que ordenar y hacer accesibles de acuerdo con los suyos. Por edad pensábamos que él añadía una buena etapa previa a nuestros primeros recuerdos y llegaba a comienzo del siglo XX y nos legaba las inquietudes de la juventud de hacia el tiempo de la I Guerra Mundial o de los primeros felices veinte. Su vena poética era fácil y amable, sin acritud, benévola, simpática. Doblaba su nombre con el seudónimo de “Altisidoro” para tratar siempre la misma temática de lo nuestro.

Así era el hombre bueno, de los que forman ciudad y comarca, de los que enriquecen lo público y común. Junto a su herencia escrita deja la de sus hijos, brillantes en lo suyo, honradores del Jaca de todos. Junto a la tristeza por haberle visto marchar, queda la satisfacción de sus maneras, de su ser y su hacer.

JUAN LACASA LACASA

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