"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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RECUERDO AL JAQUÉS IDO. D. ANTONIO VILLACAMPA ARA

31/01/1980

Impresiona la muerte, mucho más si no es esperada y deviene súbita, de quienes de una u otra manera han sido compañeros de nuestro andar vital, por edad, residencia, comunes sentires y aficiones.

Antonio Villacampa Ara nos precedía por muy poco tiempo en el estudio del Bachillerato en los viejos Escolapios y durante decenios hemos compartido con él entusiasmos jaqueses, comarcales y españoles también. En esta hora de su ausencia volvemos la vista atrás y se nos proyecta clara su trayectoria vital.

Profesionalmente, raíz familiar nuestra nos permite hablar un poco de los Veterinarios del 900 jaqués, por ejemplo de mi abuelo paterno Mariano Lacasa Izuel, que al igual que Antonio comparte actividad en Canfranc. Vienen luego nombres igualmente menos conocidos de las generaciones actualmente activas, así don Pascual Aznar o don Dámaso Iguácel. Era un tiempo en el que el veterinario era consejero fiel, ahora también pero entonces con un aire peculiar, del labrador que cuidaba como un tesoro su ganado de tiro o de labranza, sus caballerías que eran como un signo de la potencia económica de las casas altoaragonesas. Otra etapa algo más próxima, el nombre de don Clemente Serrano nos trae el nombre jaqués del Ferial de Ganados, conquista importantísima en su surgir pero que la evolución de tantas cosas dejara luego en transitoria. Toda esa tradición la hereda Antonio Villacampa y la deja adaptada al nuevo tiempo, a nuevos estilos, a una tecnificación progresiva, a concebir la ganadería casi como industria, a hablar de especies y de mejoras de linajes. Pero aún así en sus maneras Antonio conserva el mejor aire profesional montañés y jacetanista y resulta institución tanto como persona. Son sus preocupaciones logros colectivos en su campo, y hay que adjudicarle el acometer tan recientemente, lástima que no la haya visto acabada, la Estación Cuarentenaria de ganado sometible a tráfico internacional, junto a la Estación Férrea.

Pero Villacampa era jaqués tanto o más que veterinario. Todo cuanto se liga al progreso de la Ciudad era sentido y compartido por él y le vinculaba con noble pasión a cuanto aquí representaba avance y mejora. Su estancia en larga etapa soldada además con lazos familiares al peculiarísimo Valle de Tena, le adscribe aún más a lo altoaragonés de raigambre, a lo pirenaico, a la economía de los valles de la nieve y del agua, de los largos inviernos y las esperaranzadas primaveras.

Nuestra relación era rápida y concreta. Al encontrarle, le decíamos en dos palabras algo que sabíamos le iba a agradar, por ser logro jacetano. Últimamente compartíamos con él una vinculación a la gran empresa de la Residencia Santa Orosia, sobre la que tantas veces, con firma o en callado anonimato, escribió en estas columnas o en publicaciones religiosas.

Hemos querido estas sentidas líneas un poco hechas a su manera, sin aparato, con cordialidad, con amistoso entusiasmo. Sabemos nuestro destino fugaz pero un ansia de vivir que Dios ha puesto en nosotros nos permite seguir. Creo que Antonio hizo suya la máxima de obrar como si no hubiera de morirse nunca, pero a la vez sin temor a morir de inmediato. Y su serenidad, su tranquilo pasar, cuando le vemos quedar cubierto por la tierra del jaqués cementerio, parece darnos una lección a recoger, la de su vida transparente y cristiana.

JUAN LACASA LACASA

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