"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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RECUERDO JAQUÉS DE PILAR BAYONA Y LÓPEZ DE ANSÓ

27/12/1979

La muerte de la eximia pianista aragonesa el 13 de Diciembre de 1979 cierra para nosotros un ciclo de medio siglo muy sobrado, porque Pilar, a lo largo de su consecuente y fecunda vida pianística, se había ligado a la ciudad nada menos que desde 1926, cuando era una joven artista de veintiocho años y viene a inaugurar, con un concierto en el viejo Teatro Variedades de la Ronda Norte, hoy Cine Oroel, la actividad de la Filarmónica Jaquesa, que acababa de promocionar el entusiasmo del entonces General de la Plaza don Fernando de Urruela y Sanabria.

La Prensa de Berlín había saludado a Pilar, compenetrada con la música, natural sin pose, espontánea y fluida, con fraseo claro, digitación flexible y dicción expresiva.

Pero serán muchos años después, tras la guerra española, cuando ha de comenzar entre nosotros una tarea que resultará ligada a su larga vida incansable. Son Las Semanas Musicales de los Cursos de Verano. Dramáticamente aparece el anuncio del Curso L, en el verano próximo de 1980, y se incluye la XXXVI Semana Musical, indudablemente pensada una vez más con ella.

Federico Sopeña había estado en Jaca, todavía de seglar, dando conferencias musicales en el Curso de 1943, al margen de la coyuntura bélica mundial. Pero había observado la pobreza de sus disertaciones, decía él mismo, sin la música viva. Así apareció Pilar Bayona en 1944. Fausto Gavín la saludaba como llegando mágicamente en el silencio expectante tras la palabra de Sopeña. Y surgió, empujada por el Rector Sancho Izquierdo, la I Semana Musical para 1945, que habría de alcanzar espléndida continuidad.

Se amontonan los programas y los recuerdos de sus interpretaciones. Persiste ella, al margen de esporádicas presencias de algún otro ejecutante, y le acompañan en la labor crítica y prolongante el propio Sopeña decenas de veces, Antonio Fernández Cid en 1945 y Dolores Palá Berdejo en un par de ocasiones posteriores.

Aunque sobresalga su preferencia por Debussy y Albéniz, como se ha subrayado ahora al hablar del último concierto solitario en su casa, su repertorio de música española y europea es extensísimo y en lo español, como decía Sopeña,  puede señalarse por lo menos la línea Pedrell, Barbieri, Albéniz, Falla, Turina, Halffter y Rodrigo más Granados y en los extranjeros son casi innumerables, con Bach, Brahms, Debussy, Saint-Saens, Haendel, Rameau, Couperin, Haydn, Scarlatti, Poulenc, Ravel, Beethoven, Franch, Scriabin. Todas esas eximias voces del inmaterialísimo y aéreo arte musical hizo escuchar Pilar Bayona aquí, sobre todo en el Salón de la Residencia, pero también en el Teatro Unión Jaquesa, en el salón del Instituto y finalmente, enlazando con el Jaca de hoy y último, en el Palacio de Congresos.

Profanos desde luego, creemos que la manera de Pilar Bayona iba acorde sobre todo con Debussy, solo treinta y pocos años mayor que ella, iniciador en París de la escuela impresionista que recogiendo un ambiente, una atmósfera, pretendía transmitir recuerdos al oyente con más emoción intelectual que cordial, abandonando las grandes explosiones orquestales y logrando un arte directo, realista y fantástico a la vez.

En nuestra afición más poética que musical habíamos encontrado en el Gerardo Diego del libro “Alondra de verdad” un soneto a Debussy para recreado en la imaginación escuchando a Pilar Bayona, que incluye el nombre doble del francés:

Sonidos y perfumes, Claudio Aquiles,
gira aire de la noche hermosa.
Tu sabes donde yerra un son de rosa
y una fragancia rara de añafiles.

Para el poeta flotan en el aire confundibles y acaso equivalentes a adivinar los sonidos y los perfumes. Ya otro genial francés había dicho que los sonidos y los perfumes giraban en el aire de la tarde. Una rosa puede sonar armoniosamente y un musulmán añafil puede darnos un inconfundible oriental olor.

En ese mundo de sensaciones trastocadas hacía sonar Pilar Bayona a su preferido. Esos recuerdos, acumulados para nosotros en atardeceres desde la Residencia con San Juan de la Peña al fondo o en las altas noches de los Agostos, quedan en sus oyentes ligadas a ella. Hay un contraste horrible entre tanta inmaterialidad, tanto gozar del puro espíritu, y esa muerte mecanizada de la pianista, que solo tiene la contrapartida, ha observado Luis Horno, de habernos evitado una Pilar Bayona con sus dedos paralizados por la artrosis. Pero más allá de las terrenas armonías y de los autos homicidas queda Dios, el Dios de los cristianos que ya habrá hallado Pilar Bayona.

JUAN LACASA LACASA

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