"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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OTRA PIEDRA MILIAR Y HACIA LOS CIEN AÑOS DE PIRINEO

08/11/1979

Impresiona el ánimo esta cifra casi vertiginosa, la del semanario local, tan nuestro, tan jaqués, que redondea los 5.000 números y que a sólo treinta meses fecha celebrará su centenario en abril de 1982.

EL PIRINEO, para los que alcanzamos alta edad, para todos, es como una ilustración de nuestras propias vidas, como unas memorias colectivas imprescindibles para recordar lo que hemos sido y queremos ser. Es inacabable el temario que el pasar de sus amarillentas páginas suscita. Revivimos en ellas aconteceres locales y también los de más amplitud, los nacionales y aun internacionales, pasando por lo provincial y regional.

Forzados a coger alguna porción de esa inmensa masa informativa, de 20.000 planas o de 60.000 columnas, de sin duda más de 100.000 episodios noticiables, hemos tomado la lupa retrospectiva para examinar los cuatro números miliares que precedieron a éste. Saltan más o menos cada veinte años, a partir de aquel lejano 23 de abril de 1882, en que un Jaca anterior al Canal, al tren y al alumbrado eléctrico, braceaba por salir adelante cuando en España avanzaban los años de la Restauración canovista y había vuelto la calma tras tantas guerras, asonadas y pronunciamientos.

EL NUMERO 1.000

Ya se había vuelto la página del siglo. Era el 25 de mayo de 1902. Salían las cuatro planas habituales. Se miraba atrás con satisfacción creyendo proeza insospechada aquella continuidad de veinte años, ahora proyectada a los cien. La entonces joven pluma de Mariano Pérez Samitier, el abogado de la calle Echegaray, eruditísimo, jovial y jaqués hasta la entraña, atribuía la vitalidad del periódico a la cultura del pueblo que le daba vida.

Ya había tomado carácter, bajo la batuta del fundador y propietario, D. Carlos Quintilla, del que conservamos brumoso recuerdo, la adjetivación certera en las Notas de la Semana de cuantos algo significaban en Jaca o bullían aquellos años. Están copiados literalmente estos adjetivos que espigamos al azar: El acomodado propietario, el inteligente ganadero, el rico capitalista, el antiguo y fiel demócrata, el perseverante republicano, el gallardo paisano Fermín Arrudi gigante de Sallent, la tan discreta como amable señorita Felisa, el laborioso ingeniero agrónomo, el acreditado maestro sastre, las intermitentes lluvias (frente a la pertinaz sequía que ya circulaba).

Un colaborador se hacía eco de esto y defendía la adjetivación de ilustres, honorables, probos, acreditados, bizarros y bondadosos, al lado de las virtuosas, recatadas, bellas, elegantes y simpáticas.

La noticia sensacional, de sabor progresista, deportivo e internacional, era el paso de un automóvil de seis asientos, propiedad del vecino de San Juan de Luz Monsieur Monin, que encontró en el Somport una nevada de más de un metro y hubo de ser arrastrado por cuatro caballos que pasaron el collado y lo descendieron hasta la borda de Pellu, desde donde siguió viaje con la nafta explosiva. Apuntaba la riada motorista.

EL NUMERO 2.000

A cerca de sesenta años de su publicación, el 30 de julio de 1921, lo recordamos perfectamente. No nos ha sorprendido su relectura. El que firma era un niño de once años que se iba a examinar de ingreso de Bachillerato en Huesca aquel otoño. Aún vivía el fundador, D. Carlos.

Un Francisco Quintilla de cuarenta y pocos años, insertaba gran poesía dedicada a Jaca. En el artículo de fondo se recordaba a los colaboradores, muchos: Vicente Vieites, Manuel Lardiés, Mariano Castillo, Tomás Ara, Froilán Pequera, Santos Laviña, Mariano Sánchez Gastón, Dámaso Sangorrín. Mi padre hacía el artículo de Canfranc uniendo a esa aspiración, aún en curso, otro ferrocarril Pasajes-Pamplona-Jaca. Y hablaba de repoblación forestal y de turismo también.

La primera Nota de la Semana tenía un eco actualísimo del desastre africano en Anual. Y Luis Sanz Ferrer, el coplero inimitable, decía estas cantas de esencia baturra, una melancólica y otra a lo matraco:

El blanco de Collarada
tienen madre tus cabellos.
¡Ojalá también tuvieran
de aquellas nieves lo eterno!
 

Dos cosas que no he podido
encontrar en esta vida:
Una mujer razonable
y una guitarra maciza.

La Compañía Sepúlveda representaba en el Variedades “Cobardías”, de Linares Rivas.

EL NUMERO 3.000

Apareció el 26 de octubre de 1940. No hacía alusión al milenio de números alcanzado. Era un tiempo duro, acabada la guerra española con sus secuelas y en plenitud la mundial. Eran las cuatro habituales páginas sin echar la vista atrás. La crónica del Veterinario, D. Clemente Serrano, sobre la reciente Feria de San Lucas y la necesidad de reparar el Ferial ya olvidado ahora en el Ensanche Norte. Había muchas noticias religiosas, con una peregrinación al Pilar a que acudía el Ayuntamiento con maceros.

Y, muy curiosamente, unas líneas que luego se harían historia: Referencia breve en letra pequeña a la entrevista Franco-Hitler, sin nombrar a Hendaya, señalándose una pequeña estación de la Francia ocupada. Y otro eco de la lucha aérea sobre Londres.

EL NUMERO 4.000

Es casi de anteayer, un par de decenios atrás desde ahora, el 18 de junio de 1960. Eran ocho páginas de gran formato extraordinario, tiradas en los talleres del desaparecido “Noticiero”. Un D. Paco Quintilla, de ya 82 años, rememoraba a su padre, D. Carlos, y a su hermano Gonzalo y recordaba sus casi cuarenta años de Director del semanario. A la vez asomaba activa, en realidad ya en pleno esfuerzo continuista, la pluma de Manuel González Chicot, que cuando la pronta desaparición posterior de D. Paco, afrontaría la difícil tarea de seguir con cientos de números y cubrir brillantemente esta etapa hasta la actualidad, que deseamos alcance y sobrepase muy largamente el centenario.

Había una amplia carta del Cardenal de Sevilla, Dr. Bueno Monreal, apuraba quien firma sus largos años de Alcaldía y resumía los casi 80 años de periódico. Escribían Sancho Izquierdo, el Marqués de La Cadena, el general Amado Lóriga, Fausto Gavín, Josefina Martín Arbués, otros colaboradores. Fue un número brillante. Encabezaba la primera plana una horizontal bandera bicolor muy españolista, con el escudo de Jaca y el glorioso mote de “el más antiguo de Aragón”. El Prelado, D. Ángel Hidalgo, decía que EL PIRINEO obraba al servicio de la verdad y del bien

Y por esos caminos, de las postrimerías del XIX al avanzadísimo XX ha alcanzado EL PIRINEO sus gloriosas 5.000 ediciones. Sus tomos son historia de la Ciudad, un siglo jaqués narrado con minucia y amor. Es monumental la labor de la familia Quintilla, apellido ya esfumado del mundo de los contemporáneos. Y hay que rendirse ante el esfuerzo de Manuel González Chicot. Todo lo jaqués está allí, almacenado, en orden, en cronología sin soluciones de continuidad. Esta colección es un tesoro local que deberá guardarse como clave de una hemeroteca posible y merecer el estudio de la juventud que viene, para que se empape de ayeres estimulantes y mucho más que curiosos.

Una nostalgia nos invade al acabar esta referencia. Pensamos que, iniciada nuestra colaboración en estas columnas hace más de cuarenta años, hemos dejado aquí buena parte de nuestra vida y de nuestras ilusiones, hablando de pavimentos, alumbrado, aguas y alcantarillas pero también de temas de alta significación moral, como la Universidad de Verano o los Centros de Enseñanza jaqueses, también de nuestros viajes europeos. Es agridulce ser el más veterano. Por eso nuestro elogio a los que hicieron y ahora hacen EL PIRINEO quiere ser el más sentido, el más comprendedor de la valía imponderable de este esfuerzo centenario. Al Dios que vela por lo grande y lo minúsculo pedimos que guarde a la ciudad y a su gran crónica, a este semanario pirenaico enredado en la trama de nuestras vidas.

JUAN LACASA LACASA

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