"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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HACIA EL RESTABLECIMIENTO DEL FERROCARRIL DEL CANFRANC

18/01/1979

Los cuatro últimos meses, mediados Septiembre 1978 a mediados Enero 1979, parecen excepcionalmente prometedores para el Canfranc. Hay una sucesión de fechas importantes en ellos. El 9 de Septiembre, en el Ayuntamiento de Zaragoza, en una magna asamblea de ochenta personas, convocada por la Diputación General de Aragón, se instaba a los Gobiernos de los dos países a afrontar de nuevo el tema. El 30 de Octubre, el Presidente de esa Diputación, Juan Antonio Bolea Foradada, visitaba al Ministro Oreja Aguirre que se mostró decidido partidario del Canfranc. El 30 de Noviembre asistíamos en Asuntos Exteriores de Madrid a la reunión de la Comisión española que debía acudir a París, razones personales nos impidieron ir a la capital de Francia el 14 y 15 de Diciembre, a donde estábamos citados. Esa reunión, como refleja el acuerdo escrito suscrito por los Embajadores Presidentes Martín Herrero y Michel Fontaine, es desde luego la más optimista y decidida de cuantas han tenido lugar en casi nueve años, y mucho más constructiva que las visitas a París de 1971 y 1973 que quedan ya muy lejos. Finalmente, el Consejo de Ministros español ha aprobado en 11 de Enero ese texto de París.

Los acuerdos de París representan la maduración de esfuerzos y estudios que, en medio del general desánimo y escepticismo, han ido sucediéndose casi un decenio. A los viejos textos del Consejo del Ebro siguió el momento muy importante, que data de unos dos o tres años, del trabajo general socioeconómico de la Diputación de Huesca, en el que se dedicó unas cien páginas al Canfranc. Y esto mismo indujo, al conocerlo los franceses, un trabajo de análogo carácter, por su parte, alentado por el muy eficaz Presidente Dubosq, aliado de los españoles ahora en París, que se encomendó a la Universidad de Pau y de los Países del Adour, con el aliento de la Cámara de Comercio del mismo Pau y el Departamento de Estudios Regionales, Laboratorio de Investigaciones Industriales y Urbanas. Damos estos largos títulos, al tener a la vista y leer muy detenidamente los cincuenta folios del texto, porque estimamos ha sido decisivo en los criterios de París, al dar formas concretas a la constante petición popular a niveles regionales pro Canfranc.

Especial claridad se muestra allí al analizar el tráfico general transpirenaico. Se deja en claro que el 27 por ciento es ferroviario, con 1,6 millones de toneladas en cerca de 6 millones globales. Que España es el séptimo cliente de Francia y su décimo proveedor, pero que los Pirineos Atlánticos tienen en España su primer proveedor y su segundo cliente. A la vez se recoge la nota comarcal pesimista de que el valle de Aspe, nuestro vecino tan inmediato, ha bajado de 12.000 habitantes hace cien años a 5.000 hace diez y a solo 3.000 ahora, con una desertización comparable o aun más intensa que nuestro Norte altoaragonés. Se hace pormenorizado estudio de lo ferroviario.

Se examina el tráfico carretero por Urdos-Canfranc, con 90 vehículos solo por día en los Febreros pero con puntas de 3.000 día los Agostos. En fin, se dice todo lo necesario para fijar el tema y propugnar el restablecimiento de la línea. El acuerdo de París hace alusión concretísima a este decisivo trabajo, cuya lectura recomendamos a quienes sigan con objetividad, lejanos de la política diaria y atentos a lo permanente, estos temas socioeconómicos.

El acuerdo de París es lo suficientemente preciso en sus palabras para que esta vez alimentemos más esperanzas. Se proclama que el restablecimiento del Canfranc es altamente deseable. A la vez se pide que ello se haga con garantías de viabilidad financiera y técnica. Se alude a la rápida integración de España en las estructuras europeas. Se pide buscar fórmulas de explotación conjunta a largo plazo. Consecuencia casi forzosa por parte francesa es pedir, como ya se hace desde 1973, participación de España, aunque sea parcial, en el déficit en recorrido francés. Pero también en esto parece más elástico el criterio español, como muestran sobre todo las declaraciones del Subsecretario de Ordenación del Territorio Eduardo Merigó, referidas en los diarios recientes Informaciones de Madrid y Heraldo de Aragón de Zaragoza.

Podríamos seguir este análisis y síntesis informativa, pero creemos haber dicho lo esencial. Queda solo hacer constar la honda gratitud a dos personas: el Embajador español Ramón Martín Herrero, que lleva más de seis años en la brecha con el Canfranc, aguantando con paciencia la constancia aragonesa exigente, elevándola al Gobierno español, y a Juan Antonio Bolea Foradada, que ha llevado brillantemente la antorcha de lo aragonés ante esas instancias nacionales e internacionales, recogiendo el anhelo popular, que por ejemplo se expresó también en la Jornada pro Canfranc de las Sindicales obreras. Junto a Bolea estuvieron en París el Gobernador de Huesca, José Gómez Salvago y por la Cámara de Comercio de Zaragoza, Alfonso Borobio. Sentí no acompañarles. Como viejo luchador del Canfranc quien firma, pienso que nunca es tarde si la dicha llega, y esta vez considero que estamos en puertas de ella y que podremos aplaudir las locomotoras francesas en Canfranc como lo hicieron nuestros padres en 1928.

JUAN LACASA LACASA

 

 

 

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