"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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DIEZ OBISPOS EN UN SIGLO JAQUÉS

22/06/1978

Unamuno apreciaba las ciudades recoletas, históricas, silenciosas, que tienen Obispo y no tienen Gobernador. Así Jaca. En su carácter influye esa cristiana presencia pastoral. Desde 1878 a 1978 son diez los prelados que entre nosotros laboran, continuadores de remotos señores medievales que se vinculan a la Catedral entonces erigida, avanzado el siglo XI. Durán Gudiol describe el momento en que Sancho Ramírez, visitador de Roma, promueve el Obispado de Jaca, no sin ciertas tensiones con el Obispo oscense Sancho; que se intitulaba Obispo de Aragón. Al ser tomada Huesca por Pedro I en 1906, la sede episcopal pasa allá y queda en Jaca un Vicario independiente.

Pío V, el 18 de Julio de 1371, erige a Jaca de nuevo en sede separada. Desde entonces, en 400 años, más de 40 Obispos se suceden aquí. Están en la serie de óleos que conserva el Palacio Episcopal, con efigies imaginativas en muchos, pero con fechas y esquemas biográficos que documentan su hacer. Ya en nuestro tiempo, hace 100 años regía Jaca D. Ramón Fernández Lafita, único de los diez últimos que nació en la propia diócesis, Bailo, 1809, tiempo napoleónico. Catedrático de la Universidad Sertoriana, Rector del Seminario de Murcia y Dean en Jaca, Obispo desde 1876 a 1890 en que murió aquí y está enterrado en la capilla de San Miguel de la Catedral. De 1891 a 1899 nos manda Fray José López Mendoza, agustino filipino, nació en Frías, Burgos, en 1848. Pasó de Jaca a Pamplona. Fue el último del siglo XIX.

Le sucede otro agustino, el Padre Francisco Javier Valdés y Noriega, de 1901 a 1904. Su vida fue activísima. Nació en Pola de Laviana, en 1851, pasa a Manila a sus 21 años Párroco entre los tagalos. En España ocupa altos puestos en El Escorial, rector en los colegios de Alfonso XII y de María Cristina, de imborrable recuerdo éste, para quien escribe. De nuevo a Manila en 1896, cuando el sol de España declina en el Pacífico. Es de los “últimos de Filipinas”. Preconizado Obispo de Puerto Rico no llegó a tomar posesión y se le nombró para Jaca. De aquí fue a Salamanca.

De 1904 a 1913 tenemos un Obispo batallador. D. Antolín López Peláez, de humilde origen, su padre guardia civil de segunda en Manzanal del Puerto, León, en cuya Casa-Cuartel, Todo por la Patria, nace en 1867. Fue Senador del reino, predicador de la Capilla Real y autor de 30 libros con preocupación principal por la Prensa. Había sido Magistral en Lugo y Doctoral en Burgos. Pasó al Arzobispado de Tarragona y allí murió. Hay una anécdota de un Párroco de Jaca humorista D. Paulino Lasierra. Fue éste a Tarragona y el prelado le prestó su coche. Se rindieron honores militares al vehículo, creyendo que iba el Arzobispo y D. Paulino, con guantes episcopales que encontró, bendijo a la tropa.

De 1914 a 1920 nos comanda un gran señor, D. Manuel de Castro Alonso, nacido en “Valladoli”, así pronunciaba. Caballero erudito y gastrónomo, senador, organiza una vida palacial en la Calle del Obispo, obsequia al Concejo con banquetes en las fiestas grandes, reforma a fondo la Catedral con el traslado del coro y renueva el altar mayor, ha poco desaparecido por la reforma litúrgica. López Allué le retrata con ocasión de un centenario del Batallador en Huesca: “llevando al pecho una placa y con rostro severísimo, nos bendice el ilustrísimo señor Obispo de Jaca”. Pasó a Segovia y de allí al Arzobispado de Burgos, representando a Jaca, en cortejo de lucidísima y fúnebre estampa castellana medieval. Allí conocimos al Capitán General D. Juan Yagüe Blanco.

En 1921 llega D. Francisco Frutos Valiente, murciano, 1883, con un eco sureño y un verbo cálido y colorista que arrebata a los diocesanos. Hace “turnés” oratorias por España como un artista. Su desgracia es ver quemarse el Seminario de la Calle del Carmen en fines de Mayo de 1924, días de la Olimpiada de París en que el gol de Vallana en propia puerta a Zamora elimina a España ya entonces también.

Pone la primera piedra del actual Seminario el día de San Pedro subsiguiente y glosa el “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Pasa a Salamanca. Vuelve a Jaca un día de Santa Orosia y, agitando las reliquias como una bandera, lanza una frase que queda en la memoria: “desde lejana tierra de Castilla, el amor me trae”.

De 1926 a 1943 está D. Juan Villar y Sanz, otro aragonés, de Sisamón, Zaragoza, en 1872. En su larga permanencia debe vivir duras fechas de la historia española álgidas aquí, así Diciembre de 1930 y Julio de 1936, siendo respetado por todos. Hay una página de Baroja, llegado a Jaca hacia Marzo del 31 tras el episodio de Galán, en la que describe al Prelado saliendo de la Ciudadela en gran vestimenta, suponemos que tras visitar el monumento en Jueves Santo. D. Juan Villar pasó a Lérida en Noviembre de 1943 y allí le acompañamos los jaqueses.

Alcanzamos ya tres Obispos de nuestros días, a cuyas consagraciones asistimos en Madrid, Sigüenza y Jaca. D. José María Bueno Monreal, de 1946 a 1950 aquí, nació en Zaragoza en 1904, hijo de artista dibujante y pintor. Por azar coincidimos con él en la Facultad de Derecho de Zaragoza, 1929. En Madrid en 1936 pasó a Aragón y fue luego doctoral y fiscal en la capital madrileña. Como Obispo de Jaca hizo un espléndido viaje a América, congreso eucarístico de El Cuzco y al regresar le recibimos con cohetes y pancartas. Hay un soneto en su honor entonces en que glosábamos a su Cabildo: “Optimista el Dean, Bueno el Vicario, lírico el Magistral y el Chantre serio, oficiando entre un humo de incensario y cantan los latines del salterio”. D. José María pasó a Vitoria y le acompañamos a su entrada ornada de decorativos maceros forales. Y luego fue a la Sevilla de D. Pedro Segura y al cardenalato.

D. Ángel Hidalgo Ibáñez nace en La Rioja, Nájera, en 1902, es párroco en Logroño y sigue de canónigo y Vicario General de Sigüenza, donde ayuda a su prelado en reconstrucciones de iglesias. Asistimos a su consagración en aquella pétrea Catedral. D. Ángel, de larga estancia aquí, 1951 a 1978, la más larga en este siglo, deja la huella indeleble del Museo Románico de Pinturas, reforma el Palacio Episcopal y el Seminario, visita minucioso la diócesis y asiste al Concilio Vaticano II, de cuyas vivencias nos habla con sencillez. Es el primer Obispo jubilado por edad con nuevas normas.

Y ya es hoy la llegada y consagración de D. Juan Ángel Belda Dardiñá, Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Deusto, vocación tardía y ponderado hombre de su tiempo. Con una estampa diaria de intelectual casi civil, en semanas despliega un arrollador dinamismo y se mueve en Jaca, en los pueblos desolados y en Madrid, sin olvidar su Bilbao. Su obispado promete ser profundo y renovador. Ardientemente le deseamos éxitos y satisfacciones. Con él pasamos del tiempo casi tridentino de D. Ramón Fernández a lo posconciliar del Vaticano II, de forma patente en su densa y elevada oratoria y sus maneras abiertas.

La diócesis tenía hacia 1920 unas 75.000 almas para 3.391 kilómetros. Hoy somos 12.732 en 5.896. Se ha bajado de unos 14 por kilómetro a unos 7, desoladoramente. Pero en la tierra altoaragonesa permanecen la Catedral y otros lugares sagrados que hay que cuidar. Arrancando de esta singular herencia, emprendamos la andadura de otro siglo fieles a nuestros Pastores.

JUAN LACASA LACASA

 

 

 

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