"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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MINUTO JAQUÉS. LOS CANÓNIGOS

04/09/1976

El canónigo gravita entre la solemnidad episcopal y la rústica parroquia pueblerina. Se aloja en bellas ciudades silenciosas, al cobijo de Colegiata o Catedral, paseando por mares milenarias un uniforme de raso con algo de torero eclesial de gran tenor en rojo y negro más albura de pieles. Los inventaron San Eusebio y San Codrogando de Metz.

La canongía colma la aspiración del lejano seminarista que sueña con la gloria teológica del tomismo y con tener latines para todo. De canónigo a beneficiado hay casi tanto como de capitán a sargento, porque además del traje hay estupendos nombres que ya no consta si son función concreta y honorario alto mote, pues no son solo deanes, arcedianos o magistrales sino incluso primicerios, salmistas u hospitalarios.

Ser canónigo en Jaca es haber venido otro tiempo de Murcia, Toledo o Salamanca, por no hablar de Santiago o Tarragona, tras las trincas y el esfuerzo nemotécnico de las lucidas oposiciones, a vivir en el piso confortable, la camilla, los libros de brillantes lomos, en el estante sabio, la hermana cuidadosa y la tertulia tresillística. O ahora, alcanzar veteranía en los arciprestazgos montañeses o cincovilleros que se despueblan y profesar en el Instituto.

Ser canónigo es algo bello, pasado y siempre decorativo, propicio a la oratoria y a la obra social. Me hubiera gustado ser canónigo.

JUAN LACASA LACASA

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