"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

<<volver

RECUERDO DE DON JESÚS AURICINEA

13/09/1975

Vivimos en una tierra deprimida. Los ayeres gloriosos y lejanos son hoy soledad, evocación, silencios en los que pretendemos renacer, con una tremenda conciencia de las dificultades de poner lo material a la altura de lo espiritual histórico. En ese trance, la conclusión forzosa es que de tres países pirenaicos es el nuestro, el central, Aragón, el vencido por las conyunturas económicas que elevan a nuestros vecinos a la prosperidad y nos dejan retrasados, solitarios y pobres.

Pero algo habrá aun entre lo nuestro capaz de hacernos caminar. Y ello puede ser el todavía existente poder de atracción de algunos españoles de esas tierras hermanas, vascos y catalanes, que se enamoran de lo altoaragonés, aquí se quedan y dejan su hacer y su huella. Podríamos simbolizar desde lo vasco el arranque de la nieve deportiva en Candanchú, para lo material y en el terreno de arte y de espíritu el esfuerzo de un solitario, que desde San Sebastián y Vitoria se vino hace un cuarto de siglo al para él Lejano Este cristiano y entre nosotros se quedó para siempre. Ese es don Jesús Auricenea. Desde lo catalán, el equipo eminente de investigadores de lo biológico y de otros campos de saber.

Yace la Diócesis de Jaca en una postración demográfica, que tan finamente describió el trabajo de equipo Orensanz, patrocinado por el Excmo. Sr. Obispo Dr. Hidalgo. En el que se nos dice que la población de los seis arciprestazgos ha bajado, en el decenio 1962-1972, de 62.000 a 42.000 habitantes, un tercio práctico. Pero esas cada vez menos almas, sin que lleguen de una vez desde el poder central las pregonadas renovaciones y aceleramientos decisivos, están inmersas en una dilatadísima huella arquitectónica. el sedimento de una época de concentración. Concretamente, unas trescientas iglesias, muchísimas sin nadie ya en su vieja parroquia forman la jurisdicción de la vieja diócesis.

El mapa de ruinas tenía dos salidas: hacer grava para hormigón con los pedazos dispersos de naves, arcos y capiteles o intentar el esfuerzo gigantesco de impedir la final caída, poniendo aun más amor que dinero, que muchas veces no se tiene. Y la Providencia destinó un hombre vasco para esa tarea altoaragonesa, don Jesús. Lo que en el terreno documental y de archivo venía haciendo don Juan Aznárez, se plasmó en concretos pasos restauradores en el hacer de Auricenea.

Otros que lo han conocido dicen estos días concretamente el número de iglesias y de abadías, de pinturas murales salvadas y dignificadas en el Museo catedralicio de Jaca, en que puso él sus manos edificantes. Pero nosotros solo queremos, porque nos lo exige una elemental conciencia de hermandad con él, hablar de sus últimas inquietudes. Quienes nos ocupamos de San Juan de la Peña con mucha más ilusión que millones, quisimos, de acuerdo con el Sr. Obispo vincularlo también a esa tarea. Hace solo tres semanas veíamos juntos con detalle los magníficos planos del Monasterio Alto que el Arquitecto Fernando Chueca trazó hace veinte años, y que ahora se plasma en obra. Se preparaba Auricenea para la recogida de materiales de relativa modernidad pero siempre valiosísimos, para integrarlos muy realmente en la iglesia del Monasterio nuevo. En la misma mañana de su muerte, que le espera al atardecer en Cinco Villas, recogíamos de sus manos los planos y le hacíamos decir ante los Caballeros de San Juan lo esencial de sus ideas para nosotros. Lo despedíamos hasta pronto. Y a la noche nos llegó la tremenda noticia. Había muerto al volante de su modestísimo auto.

Nuestra oración por él es una mezcla de gratitudes, de tristezas y de esperanzas. No es posible que desde otra vida deje de haber en su espíritu inmortal un poso de inquietudes jaquesas. Su cielo tiene que estar hecho de abovedamientos románicos y ornado de pinturas también inmortales. Como él trasladó ermitas enteras o planos policromados archiseculares, ha sido trasladado, como a una parroquia definitiva, a la Casa del Padre. Quede aquí su recuerdo imperecedero, la memoria agradecida de los que le conocimos y le admiramos. No sé cuanto tiempo durará su memoria concreta, pero hasta las piedras que de nuevo elevó, que del suelo acercó al cielo, guardarán siglos adelante el calor de su acción.

JUAN LACASA LACASA

subir^^
siguiente
>>