"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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CESAREO ALIERTA, UN JAQUES DE ADOPCIÓN

20/04/1974

No es un tópico, por fortuna, sino una realidad racial, el aragonesismo que perdura, al margen de la debilidad regional. Aragón es, quizás ante todo, un carácter, una manera de ser español, y Aragón no se diluye ni por pérdidas demográficas ni por arrastre a regiones más ricas de sus reservas y sus energías materiales o totalmente humanas. Y dentro de Aragón, las solidaridades, las integraciones y los vínculos afirman ese carácter. Así en Cesáreo Alierta, zaragozano del Ebro, su matrimonio con Juana Izuel Labad, tras la presencia de ésta en las aulas universitarias de la Plaza de la Magdalena, le trae a un Jaca que le hace amar las maneras montañesas, integrarse en lo nuestro y sentirse vinculado a las raíces más hondas de lo aragonés, en todo, en lo histórico y lo actual, en decires pirenaicos y en aplicar su formación y su trabajo a los negocios tradicionales de la estirpe de su esposa. Alierta se hace jaqués y pasa aquí unos años de plenitud tras los que habrá de volver, madurísimo y en forma, con virtudes nativas y con las añadidas en esta raya fronteriza, a resultar en Zaragoza hombre característico de estos años fecundos, forjador con otros que le preceden o le siguen. Gómez Laguna, Mariano Horno, de una urbe cuasi millonaria pronto, que a la vez nos absorbe y nos atrae pero también nos enorgullece como logro aragonés y en la que hemos de ver a la larga una posibilidad de salvación regional íntegra.

Alierta explaya aquí su estilo abierto, ultracordial, amistoso, sin reservas, penetrante, paciente, comprensivo, entusiasta, todo eso que han dicho ahora en su Zaragoza de cuna y sepultura Luis Horno, José María Zaldívar, Antonio Bruned o Miguel Gay. Pero además no queda en Jaca y en la Montaña oscense como un mero comentarista o un agudo observador, sino como hombre de empresa y de acción. En lo maderero, forma equipo con Alejandro Ramón y Cajal Vinos ??? y Felipe Arrudi, como tres mosqueteros de la Jacetania que va de Ansó a Sabiñánigo y al Valle de Tena, y se imponen en Madrid con aire de cabeceras de gremio nacional, quedan como hombres de bien y de eficacias y es Cesáreo el último superviviente y hasta última hora tiene en Madrid el máximo crédito y autoridad. En las cosas sociales de Jaca, Cesáreo actúa en el Casino Principal, mezcla siempre de señorío y de dificultades económicas, y en una Junta que preside Federico Gutiérrez Laguía es figura primordial que asegura algún otro decenio la continuidad tras liquidar un pasado complejo. En Unión Jaquesa, Casino popular otro tiempo con discordias o al menos con peñas combativas y habladoras. Alierta inaugura una etapa a la vez solidaria con sus antecesores y afrontadora de las realidades ineludibles. Tantea la reforma de lo viejo y deja, una situación clarísima y sólida, fácil de continuar. La generación joven de Ángel Betés ha de continuarle, y luego otros nombres hasta hoy, pero de aquella etapa queda un recuerdo que se expresa incluso con presencias en el entierro solemne de ayer. Alierta es jaqués por todos los lados y con sus familiares jaqueses no se queda atrás, sino todo lo contrario, en contribuir al ímpetu urbano del Jaca de hoy.

Eludimos todo lo zaragozano, que no nos corresponde, y subrayamos aquí cuanto Alierta ha sido para Jaca. Ya esta primavera, indomable ante sus sufrimientos y perspectivas de salud, purificado por el dolor y la meditación, de vuelta de tantas batallas, de tantas angustias ante finales de temporadas fútbolísticas o de necesidades públicas enormes a cubrir con su celo y su amor, seguía en la brecha de sus optimismos y si bien quería hablar de descanso y de plácido retiro aquí y en Villanúa, se le trasparentaba a la vez la inextinguible llama de solidaridades a las que había jugado tantas cartas en su vida y la habían marcado.

El hombre pasa, quedan, apenas nombres y estirpes. La de Cesáreo y Juana no es corta ni infecunda. Está situada ante la vida, también como él, con todas las inquietudes de su tiempo y con todas las vinculaciones. Son los frutos de un amor que subió del Ebro al Pirineo y nada los separará. A Juana Izuel; hijos directos y políticos, a la madre de Juana, a tanta sucesión que ya casi escapa al conocimiento de los contemporáneos y coterráneos temporales de Cesáreo como nosotros, a sus hermanos, en esta hora de duelo, vaya, con todo el corazón, el sentimiento seguro y unánime de su Jaca de adopción, de sus montañas, de todo lo altoaragonés y oscense con que Cesáreo se trabó.

JUAN LACASA LACASA

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