"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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LA OFICINA INTERNACIONAL DEL TRABAJO

16/07/1970

Contaré para el lector que me es fiel en EL PIRINEO, cuando relato viajes y experiencias, esta larga vivencia de veinte días en Ginebra, como miembro quien firma de la extensa representación española ante el organismo universal de trabajo, el más antiguo de las actuales Naciones Unidas.

Los vencedores de la guerra 1914-19 pensaron que la paz debía apoyarse en la justicia, base de equilibrios, y que la más urgente y extensa justicia es la social. Y ésta reposa a la vez en el más importante quehacer del hombre, su labor diaria, inserto en el ente decisivo del mundo contemporáneo, la empresa. Estas ideas que pueden parecer divagación wilsoniana han mostrado su eficacia durante medio siglo y se han afirmado mucho más tras 1945. Su Santidad Pablo VI honró a este organismo con su especial visita a Ginebra en junio de 1969.

121 Estados, prácticamente el mundo entero, salvo la consabida excepción china, forman la imponente armadura. En Ginebra existe un edificio especialísimo muy próximo a la vieja Sociedad de Naciones, que dispone de 2.000 funcionarios permanentes y de 2.000 millones de presupuesto anual. Cada junio tiene lugar la Conferencia. A la 54ª de este año asistimos más de 1.200 personas. La representación es tripartita, Gobiernos, empleadores y trabajadores.

Los temas de la conferencia son por esencia técnicos, pero la impregnación política es considerable, pues lo social pesa hoy mucho más que los abstractos conceptos de libertades, democracias, partidos, representación, muchos de ellos en profunda crisis y transformación. Las sucesivas Conferencias anuales, con la labor continua del Consejo de Administración y de la Secretaria General, preparan los Convenios y Recomendaciones que son objeto de minuciosísimo examen. Los Convenios se ratifican voluntariamente, pero con gran compromiso moral de irlos aceptando, por los Gobiernos adheridos.

El mecanismo de voto es también tripartito, equilibrándose el valor de Gobiernos, empleadores y trabajadores para que pesen igual aunque el número de componentes de esos tercios discrepe más o menos. Por estos mecanismos han surgido en medio siglo las obligaciones básicas sobre jornada, trabajo semanal, vacaciones, seguridad social extensísima, empleo y desempleo, condiciones especiales de la mujer, el niño, los jóvenes en general, los marinos o mineros. Existen unos 120 convenios y parecidas recomendaciones. La ideología social del Universo se expresa así paulatina y continua.

La composición del Mundo de hoy, en extensos grupos continentales y también ideológicos tiene allí una patente expresión. Occidente es un mundo liberal e industrial, una avanzada sociedad tecnológica de consumo, con un desenfrenado afán de elevación sin que los temores inflacionistas o desequilibrantes lleguen lo bastante hondos para responsabilizar las peticiones. El universo socialista se añade allí con sus criterios nuevos, que se hacen duros tópicos avalados por la inserción rusa en el bando vencedor del 45. Los dictadores soviéticos hablan allí de libertad como pontífices y piden cuentas a los demás. Pero junto a ese oportunismo político late el tema de eficacias técnicas, de transformaciones hondas que sólo el futuro sabe a donde conducirán, pensamos que forzosamente, si el Mundo no va a la catástrofe bélica, a la atenuación paulatina de extremismos. El tercer Mundo se asoma allí polícromo y expectante, pidiendo un lugar.

España tiene una especial posición dentro de esta Oficina Internacional de Trabajo. El avance social de la etapa 1.940-70 es sensacional y nuestra comparación con los países avanzados, y no digamos con los medios o subdesarrollados, muestra el enorme contenido de nuestras reformas. Pero se le pide continua cuenta de su especial organización sindical. Sin embargo, la clave de nuestro sistema, la unidad, es la aspiración también de todos los países, y son antes que nadie los obreros los que, aquí y en todas partes, sienten la dispersión como fuente de debilidad. Estamos seguros de que la nueva Ley Sindical contendrá respuesta adecuada a estos puntos de vista.

Podríamos escribir mucho más largamente de países, personas, temas y circunstancias. Pero baste decir nuestra satisfacción inmensa por la dignidad y la altura con que ante el Pleno de la Conferencia se expresó el Ministro español de Trabajo D. Licinio de la Fuente, el eficacísimo trabajo del Embajador español en estos Organismos de Ginebra D. Enrique Pérez Hernández y la perfecta armonía de la Delegación Española toda, más la amistad de hispanoamericanos y árabes y el creciente acuerdo con los occidentales casi sin excepción. Estas emociones españolas colman vida tan modesta como la mía.

JUAN LACASA LACASA

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