"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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CIUDAD DE CONGRESOS

25/05/1970

Una Humanidad en crecimiento y en enorme mejora de niveles de vida, sobre todo en lo que llamaríamos Occidente o con mayor amplitud el mundo de avanzada industrialización, es una Humanidad que se interelaciona, se reúne, escribe y habla en común, en un continuo foro, en un superdíalogo vario y multiforme. Y al servicio de ello se ponen lugares céntricos y atractivos, preparados, acogedores. Lo turístico se dobla con una actividad intermedia en que el consabido congreso se divierte pero a la vez trabaja.

He asistido en la Costa Azul, Mónaco y Niza, tres días, apretados de horarios, programados al minuto, a una periódica reunión empresarial de organismos europeos del artesanado y de las empresas medias y pequeñas. Reiterando estos encuentros se halla uno inmerso en una tertulia europea bianual, en que gentes de muchos países, de formación y preocupaciones constantes, damos un vistazo, en largas sentadas, entre micrófonos, cables, aparatos auditivos de traducción simultánea. cientos de hojas multicopiadas y discursos de todo calibre, a la actualidad de nuestros países en lo económico y lo laboral.

Pero sin ir al fondo de estos temas, a que aludí otras veces, quiero fijarme y hasta sacar provecho para lo nuestro en el marco y la acogida que hallé en la Riviera francesa y en el minúsculo Principado de Raniero y Grace Kelly. Junto al equipo hotelero, al pródigo asfalto, a los museos y a los casinos de juego, Montecarlo tiene un excelente palacio de congresos sencillo, sin aparato, sin edificio masivo, sino en una funcional construcción sobre el mar, estudiada y perfecta, donde con gran salón de actos con doscientas o trescientas plazas perfectamente equipadas para hablar y escuchar, existen otras salas menores para la reunión de comisiones, de por ejemplo, veinte a cincuenta personas. Todo pulcro, moderno, al día, sin lujo y sin derroche, pero con enorme eficacia.

El Casino de Mónaco tiene un aire un tanto cansino y belle epoque que no dice gran cosa. Pero se ha extendido a bares próximos donde las máquinas tragaperras, hoy tragafrancos de trece pesetas, se prodigan y acogen una multitud variopinta, mezcla de yeyes y de serias personas. Junto a ello, resulta admirable el aire cumplidor, responsable diremos, con que funciona el Principado en lo demás. Obsesionados esas fechas de comienzo Mayo con el Gran Premio Automovil, llenas las calles de metálicas vallas antibólidos, montadas las tribunas. Su Alteza Serenísima el Príncipe tuvo la elegancia de venir a escuchar a nuestro congreso sobre temas que parecían no resbalarle. Y lo hizo sin protocolo especial, sin aparato ninguno, entrando en el salón donde simplemente nos pusimos en pie sin aplaudirle y ocupó la butaca número uno sin subir al estrado. Cogió sus auriculares, aguantó una hora de intervenciones y salió de nuevo con casi silenciosa despedida discreta.

Yo sueño para Jaca un ambiente congresístico que sepa recoger todo cuanto nuestro pasado y nuestro dinámico presente está logrando acumular aquí. Miro atrás, en un cuarto de siglo, desde finales de guerras, y pienso en los acontecimientos que aquí hubo, científicos, deportivos, turísticos, folklóricos, nacionales e internacionales, junto a las instalaciones universitaria culturales todas, junto a las salas ya existentes, cabe hacer, debe hacerse, una Casa, no digamos Palacio de Congresos, en el centro de nuestra Jacetania evocadora, pintoresca y grandiosa en su trasfondo pirenaico, donde en esta puerta española acojamos a gentes europeas y del mundo que cada día tienen más cosas que decirse. El detalle de esta aspiración no es de este lugar. Ni siquiera los medios. Pero es natural que ofrezcamos la idea a los poderosos y a quienes tantas veces han demostrado su altura, su amor a nuestras cosas y aun su filantropía. Permítaseme, en estas fecha coincidente, señalar a la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, a su Presidencia, Consejo y Dirección, sin citar nombres, todos merecedores de nuestro hondo respeto y gratitud, como destinatarios de esta sugestión.

Y al cerrar estas líneas, conste el recuerdo gratísimo hacia los españoles con quienes viajé a Mónaco, el Director de la Obra Sindical de Artesanía Francisco Lapiedra y el Secretario General de Pequeñas Empresas Eduardo Hevia. Y gratitud a las autoridades del Principado, a las francesas de Alpes Marítimos y al Ministro francés de nuestro ramo M. Gabriel Kaspereit que clausuró los actos.

JUAN LACASA LACASA

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