"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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4.500 SEMANAS JAQUESAS

12/02/1970

Lo que, según Sangorrín, desde antes de los siglos romanos se llamó Jacetania, y no somos por ello nuevos ricos de un sano comarcalismo, sino que ostentamos milenaria personalidad, halló en el último cuarto del siglo XIX, tiempo augural, de luces y de crisis prolongadoras de lo moderno, su conciencia y su voz en este inverosimil semanario, decano de la Prensa de Aragón. Cuatro mil quinientas semanas sin interrupción, dicen mucho, todo, de que aquí hay solera, poso y raigambre. Frente a coyunturas, guerras, regímenes y personas, Jaca sigue en pie y expresa aquí cada semana su pensar y su hacer.

En España, mientras, pasan cuatro etapas: Restauración, Dictadura, República, Movimiento Nacional. Examinemos el ser jaqués en sus grandes trazos de estas andaduras españolas.

De Cánovas a la Dictadura, que quiebra la legalidad constitucional de 1876, unos quince nombres jaqueses se inscriben en la cronología de Alcaldes del antedespacho del regidor. Familias de notables, propietarios agrícolas y urbanos, comerciantes, profesionales, que se llaman Gastón, Barrio, Gavín, Ripa, Sánchez-Cruzat, Prado, Abad o más modernamente Pueyo, Ferrer, González o Campo, tomados al azar. Esos hombres juegan la política de turno. Nombres madrileños, a lo Bivona o Sánchez Guerra, hacen la política de partido judicial. Es una democracia convencional, de falsilla, con trucos electoreros. Pero hace andar a España medio siglo en el difícil ensayo democrático. Los jaqueses logran el tren hasta aquí, el agua del Aragón, hecho máximo de la última centuria jaquesa que aún espera homenaje, justicia y gratitud, trazan el Paseo, derriban las murallas prefiriendo la higiene al estatismo medieval, traen la electricidad y el agua de San Salvador. Don Fausto Abad Escobar es último superviviente de aquellos ediles.

La Dictadura contempla cinco Alcaldes, presente hoy don José Sánchez-Cruzat y López, decano del mando local. La etapa primoriverista, largamente mi antecesor don Francisco García Aybar, obtiene el logro impar de la Universidad de Verano y ve seguir el tren hacia Pau, en una ilusión que ahora decae vencida por el automóvil de asfalto.

La República, hincada aquí en su arranque por el azar Galán, intenta a la vez, con un hombre que hemos conocido, don Pío Díaz Pradas, hacer también todo por Jaca.

 

Tres o cuatro inquietudes materiales llenan aquellos cinco dificilísimos años: Grupo escolar hoy Instituto, depósito elevado de agua de reserva, ferial de ganados. Este ocupa, por carambola, unos 50.000 metros del Ensanche Norte desde la muralla y hacia la Estación. Su decidida rotura, ya en finales de los años cincuenta es la máxima operación urbanística reciente, que aún da frutos, en cientos de viviendas, unida al episodio de la Escuela de Montaña posterior.

No podemos penetrar en el Movimiento Nacional sin aludir a la propia actividad e intentos de mi generación. Seamos exigentes en el examen, sin alaracas y sin modestia. Afirmemos que, entre todos, el Jaca del tiempo franquista, superado el dolor de la guerra civil, sigue al menos el impulso de anteriores etapas, e incluso acelera hasta el límite del equilibrio su intento urbanizador. Desde la calle Mayor de la copla, hasta remotas zonas que alcanzan a la vía férrea o a la Cantera y al Cementerio, el Jaca de Sancho Ramírez hace eclosión. Una línea nueva que se pondrá de moda con lo deportivo, supera el viejo hilo carretero urbano. Es la travesía exterior por el Sur. Hay un subsuelo saneado, hay muchas decenas de miles de metros cuadrados de pavimento, hay acaso ya mil viviendas nuevas, de los últimos treinta años 1940-1970. Es una población estetificada, saneada, rectilínea, nueva.

Pero el logro esencial de este tiempo es el cultural. Estamos haciendo hombres. Prefiero mil chicos en la enseñanza media de hoy que esos mil hogares renovados. Eran más urgentes, pero se han hecho por fortuna a la vez.

El Jaca de hoy supera el viejo ruralismo, urbanizado hacia el turismo, que se expresa en el Gran Hotel y en los Festivales Folklóricos. Apunta con dificultad a una recia economía de base. Tiene más Bancos y Cajas que grandes empresas públicas o privadas, busca salida a la crisis maderista, con productividad administrativa y técnica. Aspira, insistamos sin cansancio, a las grandes vías paralelas al Pirineo. El hecho Candanchú-Formigal, alimentado en su 80 por 100 por el país Vasco-Navarro, más el capital zaragozano reciente, lo manda así. Por esos caminos deportivos importaremos un día no remoto la industrialización, que llega hoy espectacularmente a Tafalla, pero que nos queda mucho más lejos del lado catalán.

Todo esto, que se plasma ya en Historia, ha visto El Pirineo Aragonés. Al hacer este apresurado resumen jaqués, con un poco de personales memorias, nuestro voto es que la gran obra de la familia Quintilla, continuada esforzadamente por Manuel González Chicot, persista centenaria, espejo a la Jacetania y servidora de lo oscense, lo aragonés y de España.

JUAN LACASA LACASA

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