"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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OBSERVATORIOS EUROPEOS

19/11/1968

Bello tiempo de renovar la acción es el otoño. Luz y calor rebajados, vuelve el hombre a vida interior, tras el ritmo dinámico y los esfuerzos de la gran fiesta de verano.

Una reiterada representación española, que anoto a la benevolencia de dirigentes españoles de Pequeñas Empresas, llévame estos años a cierto club europeo en que, ligadas amistades, se contempla esta sociedad revolucionaria, que no evolutiva, desde París o Bruselas, Nápoles, Estocolmo o Ginebra.

He visto este noviembre en la gran capital del Leman aun ecos de los sucesos de Mayo en París. Todo está en revisión, la familia y la vida estudiantil, los objetivos de la sociedad de consumo o la manera de creer en Dios y serle fiel. Y para mí, me llevaba ese tema, la esencia de ser de la Empresa, grande, media o pequeña, de Estado o privada, como célula económica y social por la que todo pasa y todo soporta. Le pedimos mercancías y servicios mejores, más diversos y baratos, y que a la vez cubra las necesidades fiscales de Estado y el peso creciente de algo justo, pero delicado y enorme, cual la seguridad social correctora de rentas.

De lo visto en diez días, en unos libros clave y en prensa muy varia, daré aquí unas notas de patrono español. Primero, que ellos, hasta Suiza, no solo nosotros, revisan a fondo sus bases y sistemas de vida pública. Data de 1874 su Constitución y, casi a cien años, plantean el reexámen de sus grandes principios: independencia, libertad individual, federalismo, neutralidad. La Suiza gabinete de mágicos logros, desde Guillermo Tell a la euforia wilsoniana de 1920, la de organismos internacionales, parece por ejemplo penetrada por corrientes humanas en su Sur, italianos, españoles, griegos, cientos de miles de obreros necesarios para el esfuerzo aun rudo, ocasión de posibles desequilibrios. Un temblor frente a lo grande o continental parece sacudir a la Helvecia de los trenes al segundo, las carreteras inverosímiles que vencen montañas, la limpieza impoluta, el confort y la bienandanza.

Cual si en cada etapa hallase expresión esta inquietud europea, y hace un año lo fue un libro de Servan Schreiber, el Desafío Americano, esta vez la concreta el gran técnico y académico francés Louis Armand, con su volumen sociológico La Apuesta de Europa, con la tesis esencial de la planetización de los problemas, la realidad de algo supracontinental, universal absoluto, con la comunicación 

visible de todo acontecer instantáneo, desde el deporte al crimen político, o los petroleros de cientos de miles de toneladas, los transportes en container dinamizando los bienes. Junto a ello, el retraso, la pereza y la inercia de Europa para renovar su pensamiento y su hacer políticos, sobre los que gravita un exceso de pasado y de intereses minúsculos.

Tras esta impresión de lo suizo y lo europeo, digamos algo a la vez de como nos ven. En el Journal de Genéve de 2 Noviembre, un objetivo artículo, La lenta evolución de España. No es el texto con los habituales antis ni la crónica eufórica tras un viaje de propaganda. Se juzga en él lo que acontece aquí como una evolución lenta y firme, querida por el Jefe de Estado y el Gobierno, abriéndonos a lo plural ideológico con toda clase de precauciones, frente al individualismo que bordeó a veces la anarquía. Y esto tras el impacto de un turismo masivo, mientras un régimen autoritario prepara la sucesión. España, dice el diario ginebrino, se transfigura bajo el mando de un gallego impenetrable y tenaz, solitario y parco de palabras.

Para aligerar este severo pensar a que mi misión me obligaba, y junto a visitas a la Oficina Internacional de Trabajo o a la de Educación, intercalé dos episodios semiturísticos. En Lugano vi la XVIII Olimpíada de Ajedrez, con equipos de 53 países, desde USA y Rusia a Andorra, Mongolia, Australia o las Islas Vírgenes, pasando por todos los europeos. Conviví en la gran ciudad que mira a la llanura de Milán con los jugadores españoles, con sus dirigentes y con los representantes de Televisión Española que todo recogieron en bello reportaje. Mallorca se hacía presente gestionando jugadores mundiales y anotando la posible XX Olimpiada en 1972 en nuestra Isla. Pasé, volviendo al Norte, el San Gotardo, como había bajado por el Simplón, rememorando tristemente un Canfranc con transbordo en Bedous. En Lucerna, junto al consabido lago, vi la Exposición de Tráfico, con agotadora información de trenes, carreteras, aviones y todos los medios telecomunicadores.

Al regresar a casa, y saber como el Talgo español se hace europeo, al pensar lo que de ellos y nuestro se va pareciendo, a través de una Francia con temblor económico patente, una vez más mi voto interior fue para una España que sepa ganarse, con los europeos, un mañana de paz y de equilibrio en que todos quepan, justo medio entre el inmovilismo y la revuelta, como fruto logrado de una guerra que nunca ha de volver.

JUAN LACASA LACASA

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