"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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EL CANFRANC NO QUIERE MORIR

19/09/1967

Publicado en “El Noticiero” de Zaragoza con motivo
de las fiestas patronales de Santa Orosia de Jaca

Hemos hecho una peregrinación jaquesa con el mismo aire y el sol montañés que presidieron el primero de junio de 1893 la salida del primer tren ordinario a Zaragoza con ocho horas de recorrido, a veinticinco de media, enlazando con los promedios de las diligencias.

Hemos ido a la estación, La Compañía del Norte se llama RENFE, pero lustros de esta red no habían hecho olvidar el vapor, el carbón y la negrura. El milagro se ha hecho. Una locomotora “Diesel” realiza la puntualidad, seguridad y limpieza. Bendecimos a la Providencia que nos ha dejado vivir ese momento.

En la historia de “Canfranc”, en su vida azarosa, pesan más las ilusiones y los esfuerzos que los logros, la historia y el pasado que el presente. Unos europeístas de hace más de un siglo soñaron con no quedar cerrados por el Pirineo. Y como no había automóviles y los caminos de barro unían pueblos y salvaban comarcas, quisieron la línea aragonesa por el Pirineo central, fecha romántica 1885, con Alfonso XII en Huesca y otra “belle epoque” con Alfonso XIII en 1928, ya en Canfranc. Hay luego luchas, guerras y dificultad. La esperanza se fue marchitando. En un librito nuestro, hace diez años, hablábamos de un Canfranc no electrificado. Fácil profecía, se ha cumplido. Es posible reiterar el ensueño y pensar en un “Canfranc” comercial y turístico que una España y Aragón con Europa.

Juguemos a horarios. Hay 173 kilómetros de Zuera al túnel, por Turuñana, y 210 por Huesca capital. A ochenta por hora, como el Talgo y el Ter, son dos o dos y media horas del Ebro a la frontera, con estaciones adecuadas. Desde Madrid - Valencia se debe ir en tren, sin transbordos, vagones que se enlacen, a Canfranc. Este puede servir para alcanzar rápidamente París, Ginebra o la frontera italiana, debe atender el paso de mercancías que desbordan a veces los ferrocarriles extremos del istmo. Hay que dejar de hablar de rampas, túneles, asfixia e impotencias de tracción. Se pueden hacer rentables los millones, amortizados de puro viejos, que el Canfranc costó.

Ya sabemos que muchas cosas pasan y mueren, que hay estaciones cerradas incluso porque los habitantes ya no están. Sabemos que Aragón no tiene la riqueza ni la densidad del País Vasco ni de Cataluña. Pero cuando se habla de política regional equilibrada, de desarrollo y de mejor distribución de renta para todos, alegra pensar que el “Canfranc” va a salvarse cuando parecía perdido.

Su historia está llena de nombres ilustres, hoy olvidados y hasta discutibles para algunos. Son los de Isábal, Gil Berges, Paraíso, Jardiel. Esos nombres se agitan hoy en sus tumbas, resucitan, se asoman al sol de junio en la montaña, tocan un “Canfranc” resucitado.

Todo esto no dirá mucho, acaso nada, a ciertas gentes de hoy. Pero los que lo sentimos lo llevamos dentro, vivimos el ensueño de los padres y los abuelos, que es nuestro también. Ahora se llevan los planes, los tecnócratas, las eficacias y pesa menos la opinión. Pero esos hombres necesitan, como siempre, el aliento popular, el apoyo, la solicitud, la colaboración y hasta el aplauso. Creo que los nombres clave de hoy para un ferrocarril en España son los de Silva Muñoz, Mendoza y Roa. A esos españoles de las alturas que están redimiendo los trenes, les pedimos desde Aragón, con lágrimas de gratitud y de esperanza que a muchos les parecerán inexplicables que salven de una vez el “Canfranc”, que europeícen el ferrocarril transpirenaico, que justifiquen, al fin, la ilusión de nuestros abuelos y nuestros padres. Aragón, tierra de gratitudes hondas, los guardará en su corazón junto a aquellos nombres polvorientos que se remozan en la memoria.

JUAN LACASA LACASA

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