"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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JACA, COMARCA PUENTE DE EUROPA

19/07/1965

Publicado por “El Noticiero” de Zaragoza, con motivo de las Fiestas Patronales jaquesas

En un tiempo acelerado, en que en lustros se alcanzan aspiraciones seculares, sigue Jaca en la línea de la hispana frontera, vigía y a la vez, mucho más cada vez lo segundo, puerta anchísima abierta a lo europeo que nos atrae y a un tiempo nos invade. A unos minutos de la linde española, Jaca parece, y lo es, un centinela amable que saluda al turismo transeúnte, una etapa atractiva, una hostería pulcra y nueva, un lugar de remanso y de quietud, un marco para la calma y la emoción paisajista, un haz de tierras llanas apoyadas en las cumbres, una antesala del esplendor pirenaico.

Pero a esa larga tradición liminar, a ese ser frontera clásica, desde la que se adivina el sabor de lo español, el tiempo trae preocupaciones más concretas, realidades más exigentes. Sí, cerca de Europa, más europeos cada vez, sin mengua de lo español intacto. Eso le pide a Jaca el tiempo este de cambio y velocidad.

Enormes ilusiones europeistas para Zaragoza, para Huesca, para Aragón entero se habían puesto en la línea ferroviaria Internacional. Un tercio de siglo a vueltas con ella ha sonado a decepción. Ahora lo mecánico y al día pide en cambio carreteras, como luego se piden autopistas y más tarde aeródromos o helipuertos. Conformémonos hoy con las carreteras, de que harto necesitados estamos. Temo aparecer ante cualquiera como polemista por temperamento y hasta indebido juicio, pero expuesto a ello me siento apasionado en exceso por mi comarca. Nada más lejos de lo real. Por eso yo invitaría en estas líneas jacetanas, pero intrínsecamente oscenses y aragonesas a la vez, a una bella empresa común europeizante de nuestras tierras altas: la consecución, por ejemplo, en diez años, de una real carretera pirenaica paralela a la frontera, poniéndose para ello todo el esfuerzo de autoridades, corporaciones, ciudades y pueblos, valles y comarcas, capitales y aldeas, convenciendo a gobernadores y ministros, técnicos, economistas o expertos, desde Obras Públicas a Turismo, pasando por Ejército o Industria y Agricultura, haciendo ver que esa vía, malograda casi por ahora, es clave del despertar del Aragón pirenaico. Y, sobre todo, es empresa de unidad, no de disociación, que a todos serviría, todos se servirían de ella, nacionales y extranjeros, hombres de trabajo, ganaderos e industriales nuevos transformadores de leche y carne para un mercado consumidor más potente frente al desarrollo español. Tenemos en archivo, casi cubiertas a veces de un polvillo romántico de archivo, que hay que levantar agitando papeles, cartas geográficas, esquemas o mapas, textos y croquis, literatura y distancias desde remotos recuerdos, casi seculares, sobre dificultades militares a las vías paralelas a la frontera, hasta el plan de hace más de treinta años del Circuito Pirenaico de Lana Sarrate, hasta lo reciente, muy claro y valioso, aportado por la Jefatura de Obras Públicas de Huesca, Ingeniero jefe don Fernando Susín y sus adláteres Escribano y López Babier, de la reciente Asamblea Turística del Pirineo, pasando por los planes de Ordenación Social de la Presidencia de Gobierno. Todo eso está soñado y planeado por beneméritos encargados de las vías o por planificadores de las alturas madrileñas. Pero ¿seremos capaces entre todos de movilizar la opinión, encajar proyectos y presupuesto, unir voluntades, convencer a la altura de las grandes decisiones para que en ello se vaya a la velocidad, la eficacia y los logros que en otras materias, repoblación forestal o colonización, pantanos y riegos, saltos hidroeléctricos, vivienda u hostelería estamos contemplando a diario?

Una noble pasión debemos poner todos en ello. Cada, provincia, cada región, cada comarca o ciudad, cada valle puede tener sus lógicas preferencias y su respetabilísimo juicio sobre lo que a su propio interés pertenece sin daño nunca de ajeno. Pero en esa empresa común a la que querríamos urgir a todos, los intereses, gozosamente, se suman y se multiplican, se combinan y se adicionan crecientes. Querríamos no ver extintas nuestras vidas sin que desde las crestas pirenaicas pudiera contemplarse, como un reflejo de civilización y de progreso, como una muestra de una España europeizada en lo material, la carretera pirenaica gemela de la francesa que de Atlántico a Mediterráneo, de Biarritz a Portbou corre por el lado francés. Ya sabemos de diferencias topográficas, de dureza de los relieves españoles, de todo lo difícil que se quiera. Pero eso mismo debe estimularnos. Jaca siente este problema en su carne, y piensa que debe gritarlo a todos los vientos, convocar y urgir a quienes corresponde, aportar lo que se pueda juzgar objetivamente entre lo real y lo utópico.

Cada día tiene su afán y cada época sus preocupaciones. Pero ninguna nos parece a los jaqueses tan acuciante como esa. Soñemos, y hasta pidamos un terreno milagro a Santa Orosia, mártir sobre el verdor pirenaico, vertedora de sangre en el alto paisaje jaqués, para que eso tan material, pero tan humano, unidor y fructífero se haga por nuestra generación.

JUAN LACASA LACASA

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