"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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ARAGÓN DE LUTO. D. JOSÉ SINUÉS URBIOLA

08/02/1965

Hemos podido contemplar el formidable episodio de una vida y una muerte que nos afectan. Surgió un aragonés creador, una fuerza viva auténtica y sin tópico. Se proyectó en nuestro medio. El consabido impacto está en la calle, en los montes y en los ríos, en los inmuebles o en las fábricas, en la prensa o en las centrales eléctricas, en la entraña toda de lo jaqués, lo aragonés y lo nacional. Porque a la vez, canalizando el dinero a lo no estricto rentable, también está en las viejas piedras, recuerdo de remotos ayeres, como en la Catedral o en San Juan. El impulso de D. José Sinués queda marcado, como una luz que nos visó, en todo el ámbito altoaragonés, en el jaqués especialmente.

La vida es una lucha de caracteres, hemos repetido. Es confrontación de maneras y estilos, juego y dinámica infinitos combinando el ser y el actuar de todos. Los hombres no son fichas ni figuras geométricas, sino almas con la movilidad de la llama, impulsos y potencias ejercidas. Los que rompen el juego y con reglas nuevas lo dominan son los fuera de serie, los superpotentes, que terminan dictando su ley. Así, indiscutiblemente, Sinués.

Aragón es un formidable ayer español, un recio tronco nacional. Hoy se siente en ruptura de su estabilidad y monotonía, abriéndose otra vez al quehacer de los tiempos, potenciándose, volviendo a pesar. Los aragoneses son una versión seria de lo español. No es azar, sino al contrario, que dos Ministros de Hacienda contemporáneos, Larraz y Navarro de aquí, renovadores y nada hombres puente o en situación de descanso. Enlazando con una tradición, a veces mortecina, nunca perdida, Sinués entra en la fila aragonesa de los que concretaron y superaron lo programático y doctrinario para entregarse a la eficacia y la inmediatez. Cabrían muchos entronques, tomemos uno: Costa proclama los ideales hidráulicos, Lorenzo Pardo los hace números y llega al planteo, Sinués realiza financiando. Del discurso a los kilowatios, pasado por la técnica fría, Sinués logra el dinero catalizador. De la hucha a la turbina, ha dicho genialmente D. Genaro Poza, que ha visto con brevedad epigráfica las esencias del hacer de Sinués. D. José ha personalizado a Aragón, con sus pros y contras, con su nobleza y con sus aristas, con sus síes rotundos sus noes a tiempo y sin paliativos.

Distantes en edad y en tantas cosas, hemos convivido con Sinués y sabemos algo de sus maneras, de sus ideas y sentimientos, mecanismos y procederes. Le oímos alabar y criticar, afirmar fes o ser escéptico, quitar o poner gente en los puestos clave, prodigar el dinero o negarlo, lanzar ideas o apoyar o frenar las ajenas, decidir en fin desde su altura, abriendo o cerrando caminos a colectividades e individuos.

Admiramos en él el conjugar de fuerzas y elementos, los espirituales y materiales, los personales y los objetivos. Vida, dijo Ortega, es cambio de substancias, convivir, coexistir, tramarse en una red sutilísima de relaciones, apoyar lo uno en lo otro, conllevarse, potenciar. En eso fue maestro Sinués y hay momentos en que ya no se sabe si necesitaba el dinero o si lo creaba, si lo pedía o si lo daba, si prometía gangas u ofrecía riesgos. Pero el éxito fue su compañero, su hacer se afirmó siempre, la victoria fue su aliada, vio el último fondo de las cosas, entendió, mandó y ganó. Cada vida es un punto de vista sobre el Universo, sigue el filósofo madrileño. Lo que esa vida ve, no lo puede ver otra, cada individuo es un órgano insustituible en la conquista de la verdad. ¡Cuantas verdades aragonesas se atisbaron decisivamente desde las atalayas de Sinués!

Nos asombraba en él igualmente la conjugación de lo grande y lo pequeño, no en lo físico solo, sino en lo diario y vulgar. Igual podía hablar sutilmente de una finta en el último Consejo de Ministros que de incidencia particular, familiar o económica de cualquier aragonés. Y entreverando altas cosas y notas menores, asomaba a veces el preocupado por lo estrictamente cultural, artístico o erudito. Así nos asombró una vez hablando de problemas de ajedrez, que no sospechábamos hubieran incidido nunca en su vida. Todo eso se había arrinconado a la fuerza en la batalla; en el múltiple hacer y lograr.

Ya en lo cercano y que más nos atañe ¡cuanto por Jaca y por el Alto Aragón en pocos años! Podría quien firma hacer cronología larga y puntual, con días, horas y personas, de sus estancias aquí. En torno a una tortilla, decía al invitarnos, el día de abrirse la Caja en Sabiñánigo, resolvía al fin emprender el Gran Hotel y la Hospedería de San Juan, con Poza, Sánchez Ventura, Ríos padre. Era en 1956. Ya antes, 1950, había venido con Alberto Martín Artajo, Ministro, y bien sabemos del alto aprecio que este sentía por D. José. En 1952, con Vallellano en Canfranc.

En 1957 inauguraba la conexión Sabiñánigo-Jaca-Zaragoza. En 1958, abría el Gran Hotel. Hablamos aquel 20 de Junio de la Jaca olvidada y silenciosa, como el arpa de Bécquer en el salón polvoriento, y era Sinués el genio que la llamaba a sonar. En 1959, 29 de Junio, con el Caudillo en San Juan. Bien consta su desprendimiento y eficacia en aquel viaje literalmente contra el viento. Ya en años cercanos, tras haber unificado la electricidad jaquesa, estuvimos mucho en ello también, llegan los saltos de Aragón y de Gállego, hoy en pleno empuje. En 1963, ilustra con discreta y a un tiempo viva luz, las naves de la centenaria Catedral. Siempre aquí, dando, haciendo, empujando a hacer.

Quedan de él instituciones o empresas, quedan también edificios. Sus arquitectos expresaron su manera, en el estilo Caja, hemos dicho, por D. Teodoro Ríos Balaguer en la calle de San Jorge o en Elíseos, o por paños de vidrio al día por Ríos Usón en el Palacio de Cristal de San Miguel. Por la piedra alzada y voladora, entre cal y pizarra, de Monclús en el Gran Hotel. ¿Cual era su móvil; cuando el último motor de su acción? A un lado lo íntimo y religioso, lo cristiano neto, mucho se ha dicho ahora por quienes trabajaron con él. Nosotros nos atrevemos a decirlo también. Quería incondicionales y los tuvo, sabía elegir y mandar, creaba segundos, pero emergía tanto que seguía siempre imponiendo lo individual. Como Marañón al rotular la vida de Conde-Duque de Olivares, señalamos, con afecto y admiración sinceros, la pasión de mandar de Sinués. Pero esa pasión, al servicio de otra más honda, medio el mando y fin la otra: su impresionante aragonesismo.

¿Que hay detrás de él? Creemos saberlo. Colaboradores y amigos, allegados y comprometidos, seguirán su labor. Pero habrán de mantenerla en altura, en marco grande, apuntando largo. No le faltan hombres a Aragón, de su mismísima escuela, estuvieran con él o contra él. Brotarían a la pluma si no fuera indiscreto lanzar apellidos de quienes son capaces en Zaragoza de seguir su vuelo. Y como queda el ejemplo de sus virtudes eficaces, esta meditación jaquesa, brotada al discurrir entre la multitud tras el caliente cadáver, quiere ser, al par que oración y homenaje, incitación exaltadamente aragonesa a todos para seguir, repetir y agrandar cuanto nos dijo, nos enseñó, nos dio y nos mandó.

JUAN LACASA LACASA

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