"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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LA VENIDA DEL SANTO GRIAL

07/02/1959

La muy feliz iniciativa de Huesca capital, con ocasión del cierre del XVII Centenario de San Lorenzo, el verano último, se va concretando hacia un acontecimiento de primera magnitud para Aragón todo, muy en especial para nosotros.

San Juan de la Peña es mucho más que un monumento a visitar en una tarde turística. Es la explicación de un Aragón milenario, de una España medieval plegada al Pirineo y que bajó luego al Ebro y al Mediterráneo de Valencia. La sagrada reliquia, el Cáliz de la Cena de Jesús, con su presencia inicial en Huesca, su recorrido sin duda azaroso por nuestros valles, su larga estancia en San Juan y su marcha hacia 1400 a Valencia, simboliza mucho en su Geografía de aquella Historia.

Imaginarnos al Monasterio Viejo en la reconditez de la Cueva, con su penoso acceso por Santa Cruz, normalmente sin otra vía. Los orígenes de la Navarra próxima y paralela; las peregrinaciones europeas a Santiago por la Canal de Berdún; la misma tradición de nuestro Viernes de Mayo sobre las aguas de Aragón, en la Victoria, al Oeste de Jaca, centran y explican, coordinados, la situación del Monasterio, en lo más oculto y seguro y a la vez en la proximidad de la vía estratégica del río paralelo al Pirineo y comunicador de Valles.

Allí quedaría San Juan siglo a siglo, hasta que, en torno a 1700, la Comunidad sube al Monasterio Nuevo de arriba. Algo más tarde, el interés reconstructivo de Carlos III renueva, en yeso y dorados, las tumbas primitivas de los Reyes. Ya en el XIX, tragedias españolas, guerra de la Independencia, exclaustración. Soledad, silencio y ruinas en los dos Monasterios. En el albor de siglo XX, visita regia de Alfonso XIII e inicio de un interés creciente por el lugar histórico, que alcanza pronto la vigilancia del Cuerpo de Montes y, garantiza al menos la conservación del bosque espléndido y mancha verde oscura entre las pardas lomas rasas. Ya modernamente, en nuestros decenios, la progresiva salvación arqueológica del Monasterio Viejo y últimamente, desde 1950 tan solo, la salvación también del Nuevo, y finalmente el agua traída del alto monte y la Hospedería. Nos falta el enlace más cómodo, el charolado de la carretera iniciada en la Dictadura y terminada hacia 1930, por Bernués; y si fuera posible, venciendo el fuerte coste, el camino forestal desde Santa Cruz. Entonces, San Juan sería absolutamente accesible a casi minutos cómodos desde Jaca, pieza nuestra inmediata, remotísimo ayer enlazado al hoy turístico y veloz de los miles de coches.

A este San Juan de 1959 es el que va a venir, acaso en fin de Junio próximo, la gran Reliquia eucarística, síntesis de los misterios cristianos; máxima herencia material de Jesús. Valencia, Huesca, Aragón entero, han de vibrar y conmoverse y sentir ante ella una doble emoción insuperable: la puramente histórica, de comprendernos ligados a los hombres de la Reconquista, que guardaron la fe para España, y la católica y cristianísima de venerar el Cáliz, fuente de vida eterna.

Pocos meses quedan para preparar el magno acontecimiento. Pero debemos emplearlos en un nuevo gran esfuerzo. Sin lo hecho estos años, carretera, Monasterio de arriba, agua, Hospedería, nada sería posible. Pero ahora se nos ofrece la culminación y el complemento. Y este esfuerzo que hagamos quedará también valiosamente para el futuro; descubrirá San Juan para miles de visitantes; ha de hacerlo accesible y fácil, conocido, impresionante, milenario y novísimo. A más de 500 años de ausencia, la vuelta del Santo Grial será una renovación prodigiosa de fuerte tiempo ido; una reiteración de fe, una confirmación de nuestro bautismo de aragoneses.

JUAN LACASA LACASA

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