"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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EN MEMORIA DEL GENERAL VALERO

05/07/1958

El General D. Antonio Valero Navarro, muerto aquí estas fechas, tras sorprendente y rápida dolencia, es personal y profesionalmente, un pedazo importante de la vida de Jaca en este medio siglo.

Zaragozano, de Ricla, llegó, joven médico militar de 23 años, al Jaca de 1905. Era una ciudad diferente a la actual, amurallada, pequeña, a la que solo hacía trece años que habían llegado el agua del Canal, la vía férrea y la luz eléctrica. Hecho jaqués por matrimonio en familia de tradición sanitaria, pasó momentáneamente a destino militar a Canarias, para volver a Jaca pronto y desarrollar una intensísima actividad, de médico estudioso, inquieto, y sobre todo pronto y sacrificado por los enfermos, a los que atendía con pasión profesional, vivamente, entre disquisiciones teóricas y agudo sentido de observador clínico, en Jaca y en los pueblos de la comarca, que recorría a caballo, día y noche, ganando la total confianza de cientos de familias.

Inserto en los problemas locales, desempeñó una Tenencia de Alcaldía en los Ayuntamientos de la Dictadura y volcó su interés en los aspectos higiénicos, como las basuras, la pureza del agua, el alcantarillado y la sanidad de los alimentos. Para todo ello propugnó soluciones y remedios, rápidos unos y hechos realidad, más tarde, otros.

Las circunstancias españolas le llevaron a la campaña de Marruecos, a un momentáneo destino en el Hospital Militar de Antequera, y luego a la Academia Militar de Zaragoza, elegido por el Director General Francisco Franco para el selectísimo cuadro de Profesorado y Mandos. Acreditó allí, en momento especialmente importante de la vida del Ejército Español, sus dotes de trabajo, energía y eficacia.

En la cumbre de su carrera militar, y tras haber actuado intensísimamente, también en Zaragoza, en la Sanidad del 5º Cuerpo durante la Guerra Española, alcanzó como General Inspector la Jefatura absoluta del Cuerpo de Sanidad del Ejército de Tierra. En su despacho del Palacio de Buenavista, alternado también con los de la Dirección General de Sanidad Civil, de Gobernación, le hemos visitado frecuentísimamente estos años, planteándole continuamente problemas de Jaca y siendo atendida la Ciudad por él con celo y cuidado especiales. Recordamos visitaba hacia 1953 a los Ministros de Gobernación y Obras Públicas señores Pérez González y Conde de Vallellano, con motivo de gestiones sobre Hospital y Conducción de Aguas, hechas por nosotros bajo la alta protección del General. Lleno de ilusión clasificó en superior categoría el Hospital Militar de Jaca y obtuvo del Dr. Palanca la iniciación del edificio Centro de Higiene, luego dedicado a Correos, y hoy en activas obras, por razones de coordinación.

Cada verano, visitante prolongado de Jaca, venía largamente por la Alcaldía y comentaba, incansable, detalles sanitarios de la Ciudad. Una de sus ilusiones concretas era la de construcción, de un gran depósito al nivel del Canal, para aumentar el agua de reserva sin elevación, combatiendo fácilmente las turbias transitorias. Recientes disposiciones, que aumentan la protección del Estado, nos permitirán seguramente planear al menos, e intentar ejecutarla después, esta gran mejora.

El interés del General Valero rebasó la esfera de lo oficial y público y fue a la vez en Madrid un protector decidido, ante toda clase de autoridades y desde el Caudillo al último negociado civil, de asuntos que interesaban a aragoneses y jacetanos. Tuvimos ocasión de conocer con detalle, muchas veces, su meticulosidad, su puntual papeleo, para atender, a todos en largas cartas manuscritas, en que casi siempre surgían divagaciones jaquesas.

No hace mucho, el Municipio tomó el acuerdo de agradecer los servicios del General Valero a Jaca, dando su nombre a los Jardines del Norte de la antiguas muralla, salida de San Pedro, y su modestia le hizo declinar el pequeño homenaje, con el que sencillamente se quería vincular su nombre y memoria al lugar donde tantas horas pasó. Su sorprendente muerte, su súbita desaparición, imponen ahora dar realidad a ese acuerdo, para que las generaciones guarden el eco de quien tanto quiso a Jaca.

JUAN LACASA LACASA

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