"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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MADRE VIGILANTE

21/06/1958

Frente a las cumbres, Jaca es un llano de verdor. Alto telón gris de Collarada hacia el Norte europeo, con la última nieve que muere bajo el sol, y tirante bambalina, parda en la roca y oscura de pinares, roja en atardeceres, la silueta de Oruel. Bajo la meseta, hondo tajo milenario, la inextinguible canción del río. Y en el centro, silenciosa de noches, alegre de mañanas, la Ciudad.

El tiempo es como un rosario y como un ritmo inalterable. Años, decenios, siglos, abuelos, padres, hijos, nacer, pasar, morir, las gentes. Y vencedora del tiempo, la Catedral. La piedra de los montes se hizo columna, capitel florido y vuelo audaz de bóvedas y cierres. Inmensa nave anclada en nuestro suelo, vence a las tempestades, pasa las calmas, indiferente, superior, segura. En el Altar, como un astro encendido, la Urna de plata. Y en su fondo, íntima, silenciosa, ceniza del espíritu que sublimó el martirio, Santa Orosia. Es el último centro, lo culminante, lo decisivo, lo final. Irradiante, atractiva, en su contorno, calles, campos, aldeas, caminos, le envían su pensar y su mirada, en los fáciles días o en las horas de prueba, de desgracia y dolor. Ella es Señora de las gentes y de las cosas, de las almas cristianas, del suelo y de los frutos, de la nube, del rayo y del llover.

El 25 de Junio, cumbre de primavera, calor ganado día a día, plenitud, pompa y gala en la tierra verdecida, la Santa triunfa, se muestra y reaparece, Patrona que reitera su maternal presencia, su estar allí intangible, su anual demostración. Por gris y rosa luz de amanecida han llegado las cruces, cortejo plata y oro alzado en palos que portan manos rudas, recias del azadón y delicadas hoy. Suena la melodía de los danzantes y camina el cortejo, calle a calle, casa por casa, de Catedral a Coso, entre plegarias, lágrimas y suspiros. Se pide y se recuerda, se espera y se suplica, por los viejos, por los niños, por los que ya no están. En el Veneratorio giradas las dos llaves, Iglesia y Ciudad, pasan los mantos hoja a hoja y el Pastor alza las reliquias. Culmina la jornada. El rezo se hace desde lo más hondo. Bendecido el pueblo con la santa presencia de los huesos de Orosia, vuelve la vida a su pasar diario. Otro año. La Santa, a la Catedral, a su infalible guardia, a su cuidarnos, a su estar silencioso. Jaca sigue su ritmo y su camino, sin soltar de sus manos la Patrona.

JUAN LACASA LACASA

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