"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

<<volver

DIVINA PERMANENCIA

22/06/1957

Fluye el tiempo, minutos, años, centurias, y se suceden los hombres, recogiendo los jóvenes la antorcha de los viejos, en un devenir de esperanzas, plenitud, decaer, desvanecerse. La tierra recibe una permanente cosecha de huesos. Sobre el suelo, ciudades, campos, montes, queda la huella de su hacer, el rastro de sus empresas y de sus luchas. Y, un poco altisonante, se va tejiendo, entre memoria y novela, entre leyenda y crónica puntual, la Historia. Y así el tiempo, hilo mágico que enhebra lo universal, ha unido lo fugaz y lo permanente, lo transitorio del individuo y lo continuo de la especie. Muere la materia, pero en el aire flota el alma colectiva de los humanos. Abajo la carne, arriba el espíritu, la aspiración hacia lo eterno.

Cada rincón del planeta, cada valle recóndito o cada tendida llanura, sostiene unos hombres y alienta unas tradiciones. Esos hombres trabajan y se desviven por vivir, pero al mismo tiempo sienten la honda llamada de lo divino, de su origen providencial y de su destino de inmortales. Y como un canto al Dios de todas las edades, la Religión es el espléndido grito de la criatura, el levantado gesto de lo imperecedero, la base y el asiento de lo que no se disuelve.

Frente a los mitos clásicos, frente a los dioses encarnadores de fuerzas de la materia, el Cristianismo tiene, junto al Eterno y a su Hijo Hombre, las concretas figuras de excelsos, redimidos, la teoría de Santos, la procesión de los Mártires y de las Vírgenes. Sobre el monte aragonés, en la cumbre de Yebra, una joven sencilla, Orosia, da su sangre bajo el cuchillo infiel, guardando su pureza, y queda para nosotros como estampa salvadora, como invocación concreta a la Patrona, a la Madre, en la necesidad, y la desgracia. Y su culto, siglo a siglo, es armazón de nuestras cristianas convicciones, material expresión de nuestras creencias, vida nuestra de, ayer y para siempre.

Cambia la edad, se agita el Mundo, las viejas sendas montañosas se hacen anchos caminos para los caballos metálicos; la aldea solitaria oye en ondas las voces de la ciudad; la canción de la calle, el rumor del estadio. Los hombres, las costumbres, parecen, otros y distintos. Pero entre lo inmutable lo permanente, lo mágicamente intacto, está en la Montaña, levantada, divina, la Patrona Santa Orosia.

JUAN LACASA LACASA

subir^^
siguiente
>>