"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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SANTA OROSIA, LUZ DE JACA Y DE LA MONTAÑA

25/06/1955

El ritual saludo a la Patrona nos sale en Jaca año tras año del fondo del corazón, sin miedo a repetirse, original y renovado, como se repite el Ave María en el Rosario, martilleante, y cada vez distinto, con el sensitivo matiz que le dé nuestra propia alma devota.

Santa Orosia está aquí, milenaria, permanente, materializando lo divino en su humanidad legendaria y a la vez tremendamente realista, en la presencia palpable de sus huesos que urgen de la Urna, enmarcada en el Santoral y viva en la devoción de sus fieles, centuria tras centuria.

Santa Orosia es el alma de la Ciudad. Sobre el cuerpo de Jaca, sobre la trama de sus calles, sobre la huella, casi solo memoria, de sus murallas sobre el pétreo pentágono de la Ciudadela sobre el soberbio telón de Oruel, sobre cuanto es nuestro diario panorama, sobre cuanto ven nuestros ojos, el 25 de Junio se hace patente algo mucho más hondo y decisivo, algo más invariable y duradero.

Cada año saludando al verano que se inicia, en los fuertes mediodías y las largas jornadas luminosas como resurrexit anual de Jaca, Santa Orosia surge, desfila por las calles, se expone y se retira, entre pétalos de rosa que caen de los balcones y oraciones jaquesas, que ascienden al cielo, portadas hasta Dios por su mano de Virgen.

Tras el triunfal circuito, en la Lonja Mayor espera a Santa Orosia, en despedida hasta otro año, en cierre estupendo de su desfile, la magnífica escenografía de las Cruces, severamente teatral y digna. Con Santa Orosia van todos. Los hombres serios y las mujeres llorosas, los chicos inquietos, el señor Obispo, el Clero, las Autoridades. Hasta el último minuto la acompañan la música monocorde del chicoten y el seco golpear de los danzantes. Santa Orosia vuelve a la doble urna de la piedra catedralicia y de la caja de plata. Allí ha vivido, vive y vivirá, con parpadeante luz de eterno aceite, con goteantes cirios o con el pálido claror del neón. Ella será la luz de Jaca, el espíritu nuestro, lo invariable, lo que queda, lo que no se puede perder.

JUAN LACASA LACASA

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