"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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CURSOS DE VERANO DE LA UNIVERSIDAD

05/03/1955

Para gloria y prestigio de la Universidad de Zaragoza, de la Región aragonesa, de nuestra provincia oscense y de Jaca, tendrán aquí lugar, en Julio y Agosto próximos, las enseñanzas del XXV Curso de Verano de la Universidad.

Hemos dicho a veces que la Residencia se abría como una flor cada verano y que sus primaveras tenían un trajín de víspera y de esperanza. Este año, se juntan dos circunstancias que hacen aún más simbólico, bello y trascendental este momento del anuncio de los Cursos.

De un lado, con números romanos, números un poco en relieve, solemnes e históricos, alcanzamos el Curso XXV, con aire ya hacia lo secular, con el nombre de plata, que dice mucho de viejas esperanzas, de trabajos y de esfuerzos. De otro, un renuevo del equipo universitario dirigente habrá de sumar a los viejos propósitos, a las sostenidas tareas, un lógico deseo de continuidad y de superación.

Miral, hecho ya símbolo y mito, queda perenne entre nosotros desde la lejanía de su tiempo fundador. El Miral casi tópico de la primera piedra y de los primeros discursos, el que soñó en 1926 y operó de 1927 a 1941, dirigiendo los Cursos I a XI, ha quedado allí en el bronce del jardín de la Residencia, como tipo de pensamiento y de acción. Con ilusiones juveniles impropias de su madurez de septuagenario, estuvo esperando la paz española y no le arrostró la guerra mundial, para que el Curso XI representase la reaparición, en un mundo que se renovaba interior y exteriormente, de su vieja tarea.

 Los Cursos XII a XXIV se celebraron de 1942 a 1954, bajo el mando paternal, afectuoso y diligente del Dr. Sancho Izquierdo, que se sentía jacetano desde 1927, cantor de Oruel y de los atardeceres del verano jaqués, padre y abuelo en Jaca, vecino y propietario. Tan ligado a Jaca, que lo será por vida, que muy larga y dichosa le deseamos. Junto a él, la manera joven y concreta del Dr. Gómez Aranda nos trajo, curso tras curso, un programa logradísimo de realizaciones. Ahí queda la labor de esos hombres, a los que Jaca debe profunda gratitud.

Y en la tercera etapa, las designaciones del Ministerio de Educación Nacional traen a la tarea docente y de extensión universitaria de Jaca a otros viejos amigos.

El Doctor D. Juan Cabrera Felipe, prototipo del maestro universitario, del pensador y del sabio entregado a la Cátedra, está en el Rectorado de Zaragoza y expresa para los Cursos de Jaca, desde el primer minuto, su entusiasmo por la obra que iniciara Miral. En el turno dirigente de Letras y Ciencias, el Dr. Cabrera nos recuerda, desde el primer instante, la tradición de los químicos zaragozanos que se llamaron Rocasolano, Calamita y Savirón, y que, hombres del tiempo de Miral, en la Residencia y el Teatro de Jaca tanto nos dijeron de su especialidad y tanta colaboración prestaron a los cursos.

Junto a él, el Doctor D. Francisco Yndurain, nuevo Vicerrector, es uno de los más continuos y activos maestros de las enseñanzas de Jaca. Navarro, de las fraternas tierras de Sangüesa, regadas con las aguas de nuestro río padre del Reino, Yndurain ha prodigado sus lecciones literarias, su enorme formación, su modernísima erudición sobre la novela contemporánea, sobre tantos temas, en las ya viejas aulas jacetanas.

Y el Doctor D. José María Lacarra, Decano de Letras y nuevo Director de los Cursos de Jaca, es el vivo documental de la investigación medievalista aragonesa, a quien escuchamos en San Juan de la Peña, hace más de un decenio, una de las más bellas y ciertas lecciones sobre nuestras viejas dinastías que duermen allí. Y bien jaqueses son sus folletos y conferencias sobre las calles de Jaca y su desarrollo urbano hace siglos, y sus alusiones a las ciudades entre el Pirineo y el Ebro.

Esos hombres son los nuevos encargados de las tareas tradicionales, que aquí han de seguir, y han de traer a nacionales y a extranjeros y llevar el nombre de Jaca a toda España, repetido en la Prensa cada verano y fijado, ligado el perfil de Oruel a la bandera morada, en las paredes de todas las Universidades del mundo libre.

Frente a ellos, junto a ellos mejor, ya sabemos los deberes de Jaca: cooperación incondicionalísima, volcada, íntegra, a sus trabajos; gratitud ciudadana y personal por cuanto a todos ellos debemos; esfuerzo material por rodear su medio de la puesta a punto de servicios urbanos; acogimiento cordial a los extranjeros y a tantas y tantas figuras señeras de pensamiento que por la Universidad desfilan. Jaca, llamada fidelísima en su escudo, ultrafidel habrá de ser a la obra de D. Domingo Miral. De otra manera, ya no sería Jaca.

JUAN LACASA LACASA

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