"Los afanes de una vida"
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AL MARCHARSE EL PASTOR09/09/1950 |
En un Abril prometedor, entraba el Prelado en la vieja Ciudad pirenaica. Llegaba, con su juventud y su gravedad apostólica, de Madrid y de Roma, de Colegios, Universidades y Catedrales. Nacido en el Ebro, a él volvía para pedir favor a la Virgen aragonesa y alcanzar luego la Montaña ávido de espiritual cosecha entre las almas campesinas. La entrada fue triunfal y emotiva. Rodeado de su pueblo, entre pancartas y volantes hojillas de bienvenida, de Benitas a la Catedral entraba por la Lonja mayor, y se le abría el templo donde repartía sus bendiciones y nos hablaba, como había de hacerlo después, tantas veces, de justicia y de caridad, de hermandad y de evangélico amor. Llegó a todas partes, a los perdidos rincones diocesanos, a las ciento cincuenta Parroquias, en marchas rápidas o penosas, encendido de celo y atento a la restauración de las casas del Señor. Más de sesenta han sido reparadas bajo su patrocinio y una novísima, la del poblado Puente de Sardas, recibía hace bien poco su bendición inaugural. Labor en el Seminario, viendo salir de las aulas al altar a los nuevos ministros; atención al renacer de San Juan de la Peña; colaborador preciadísimo en las mejoras materiales de los pueblos, uniendo su voz a todas las causas justas. Ahora es el momento de partir. Otro deber le llama, dejando entre nosotros su corazón y su recuerdo imborrable. Besaremos su anillo pastoral y le pediremos que desde Vitoria no olvide a Jaca, ni en sus oraciones ni en sus palabras. Nosotros no podremos olvidarle jamás. JUAN LACASA LACASA |