"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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FRANCESES EN SANTA OROSIA

02/07/1949

Santa Orosia, bohemia en el nacer y baturra en su pervivir, tuvo este día de 1949 otro grupo de adoradores. Fueron los buenos bearneses vecinos, en ordenados grupos parroquiales, que alcanzaban un total de más de 60 peregrinos, bajo la presidencia del Vicario General de Pau.

Llegaron en tren especial en las primeras horas de la mañana, asistiendo a una misa en el Seminario y presenciando luego el paso de la procesión, en la que formaron después en su mayoría. Regresaron a las ocho de la tarde, satisfechísimos de la jornada. Al mediodía se les obsequió, por la Hermandad de Santa Orosia y Comisión de Fiestas, con las típicas tortas y vino blanco.

La visita de los franceses tuvo un aire natural y sencillo espontáneo y fácil, bien pensado y previsto, con instinto organizador y expedicionario que parecen haber adquirido estos franceses fronterizos, en la escuela de peregrinaciones que Lourdes ha ofrecido.

Consolador resulta este unir de los hombres en la fe de Cristo, en la disciplina de Roma, salvando fronteras y uniendo naciones. Y los frutos de esta visita no podrán ser perdidos, pues para comprender a la España de hoy, que no tiene otra novedad esencial que ser la de siempre, mejor es empezar por comprender nuestro ser católico hasta la raíz. Matices hay en lo temporal que, dentro de la intangibilidad de la doctrina, podrán parecer separadores. Así, nuestro Cristianismo puede resultar, para el europeo medio de hoy, magníficamente primitivo, duramente dibujado, con claras aristas que ninguna Reforma ha retocado, ajeno a distingos y no infectado por ningún gesto de mano tendida al enemigo, para el que habrá perdón pero no regateo en lo que es sagrado. Y el de ellos podrá resultar sutilizante, correcto, pero más frío, a lo Maritain.

En este caso concreto, sin divagaciones al común rezo podía unirse el común sentir regional, de hermanos pirenaicos que descorren la cortina, que vuelven a encontrarse otra vez por las sendas pastoriles de los montes.

Por eso, ese contacto de Norte español y Sur francés es bueno para Dios y debe, ineludiblemente, por su clara intención, ser bueno para el Cesar.

JUAN LACASA LACASA

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