"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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LA SANTA Y NUESTRO CULTO

25/06/1949

En la cumbre del año, día largo, primavera culminada, verano recolector a la vista, Santa Orosia renace en su 25 de Junio y el calendario jaqués parece redondearse y haber alcanzado, otra vez, un objetivo deseado con ardor.

La vida mezcla las cosas y el vivir diario se hace de materiales dispares, contradictorios, variadísimos; y del amasamiento surge el sabor de lo cotidiano y de lo eterno, de lo transeúnte y de lo que quedará.

Hermoso es en el catolicismo el culto a la virginal María, cuya variedad de advocaciones, de concreciones, de maneras y lugares, es como un jardín de flores uniformes y a la vez de inacabables matices. Y a su imagen, lo más delicado del Cristianismo puede ser acaso ese prodigar de doncellas que reservaron solo a Dios sus almas y sus vidas sencillas, terminadas en el silencio del retiro, en el repetir de oraciones, o en la dramática entrega y sacrificio, en el martirio sangriento o en la reiteración del material esfuerzo, frente al enfermo o el desvalido.

Y tras ese surgir de vidas ejemplares, vendrá el culto y el fervor, la fe y la esperanza, la ternura y la evocación, cuando la Iglesia unge con su veredicto y rotula santas esas almas de excepción.

Bello, en su horror, es el martirio de nuestra Santa, pero digno, espléndido, es el culto que la montaña altoaragonesa le ha consagrado. Un día medieval, remoto, legendario, casi imaginado en el detalle, es el llegar de Orosia a nuestra tierra. Y son siglos y siglos de oraciones, de veneración, de acordarnos de ella en la desgracia y en la dicha, de hundir las rodillas ante sus restos y de musitar salves, en el fresco silencio catedralicio o en el calor y la luz fuerte del Veneratorio, en este mediodía de Junio.

Santa Orosia será una vida cristiana fugaz y logradísima, un alma de carrera cierta, una estrella que parece pasaba y quedó para siempre. Pero a ella, además, se enlaza, siglo a siglo, el vivir de unos hombres, de un pueblo, que la llevan en el corazón y en la lengua.

Y eso hay en el fondo de nuestro Patronazgo. La Santa y sus devotos, el día del martirio y muchos miles de días posteriores y muchos miles que seguirán; la espiritual presencia de Orosia en la comarca, pero también su estar concreto y visible, el brotar anual de sus reliquias desde el fondo, que imaginamos recóndito, reservadísimo, de la urna de plata, entre mantos y entre latín clerical, silencio y gritos que se pierden ya, de enfermos agitados.

Santa Orosia es una línea del Santoral y un alma en el cielo, pero es también muchas cosas nuestras, precisas, exactas, clavadas en el recuerdo infantil y remachadas muchas veces al repetir ese día; víspera de San Juan, Rosario de la aurora, cruces parroquiales, romeros, mañana clara que crece hasta el ardor, bailadores y su música primitiva, regocijo sencillo, fe, paz en la gente. El Obispo alzando el cuerpo de la Santa y, allá cerca, en el monte de Yebra, el perfil visible del horizonte verdecido, junto a la fuente fresca, en la altura, otra reliquia, cerrada en la plata, ascendida por las veredas, entre las altas y rojas banderas de las Parroquias.

Y estas mismas líneas, que hemos querido sentidas, que hemos escrito emocionados, sean otra oración más, otra jaculatoria, otra vez decir sencillamente “Santa Orosia tan pura y tan bella...”

JUAN LACASA LACASA

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