"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

<<volver

REMEMBRANZAS LOCALES

26/04/1947

Bajo la primavera calurosa y valiente, en este Viernes de Mayo que se acerca, surge la calenda conmemorativa del remotísimo ayer jacetano.

Eran otros tiempos. Se pierde la memoria y hay que contar los siglos como semanas. Pero algo seguro y profundo nos dice que unos hombres del año 758 eran como nosotros y la razón, aún, del ser de nosotros. Notamos como una intacta permanencia de cosas intangibles, que están allí, en el ayer, en los recuerdos semiperdidos y vigorosos, entre la niebla que se va.

Sería un Jaca desconocido, desdibujado, sin líneas de caminos, sin nombres de hoy. No habría Catedral ni Ciudadela hasta tres u ocho siglos después. Nadie subía el agua profunda del Aragón hasta la llanada alta, mucho más oscura. Sería un Jaca en que, lejanos ya los días romanos, los ásperos visigodos parecerían volver hacia la rudeza primitiva.

Pero había ya cosas para siempre, astrales o terrenas, perennes y a prueba de centurias. En las cabezas estaba Dios, el Dios cristiano y nuevo del Evangelio; y en el país, en la redonda tierra circundante, Collarada y Oroel tendían telonazos en blanco y marrón, cerrando el solar y la mirada del hombre pirenaico.

La frontera, extrañamente, era el Sur. Los consabidos sarracenos, la clásica morisma combativa, amenazaba la ciudad. Y surgió la defensa, el choque y la victoria. Ya aquellos hombres reñían por Dios y por una España solo presentida y lejana, una España que asomaría cientos de años después, para mandar en Europa y sacar del tenebroso océano, como a una india dormida y anegada, a la nueva y fresca fuerza americana.

Hoy vuelve aquella jornada, y en la pequeñez de nuestro recinto, unos grupos permanentes, los del agro y la civitas, la grey campesina y el Concejo con el pendón de la ciudad, se asoman en la mañana a una puerta de poniente, y entre oraciones y fusilería trepidante caminan al lugar de la Victoria, hoy también de los muertos, del ayer de tantos y de nuestro mañana irrevocable.

Parece, acaso, como si a esta Fiesta le faltase el aire niño y sensacional que aún nos guardase hace 25 ó 30 años. Parece menos extrañable y sentida, menos local y más para turistas; menos bronca y más académica. Pero guarda y guardará siempre, para el sencillo meditador, para el montañés que siente el nombre de Jaca como algo familiar y ultraíntimo, el mismo perfume ancestral y sagrado, el noble culto al ayer, no por legendario menos seguro y venerable.

Tras el pintoresco desfile, tras el calzón de los mozos, la gramalla del síndico; tras el casco, el alfange y el negro equipo del guerrero barbudo, pasa todo lo grave y lo valioso, lo profundo y eterno de los puebles con Historia

JUAN LACASA LACASA

 

 

 

 

subir^^
siguiente
>>