"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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SOBRE EL CAMPO DE DEPORTES

06/02/1943

Cualquier grito lanzado en EL PIRINEO ha de encontrar eco y resonancia. Nadie lo dude, y menos un veterano artista del retrúecano, como el amigo D. Francisco Dumas.

Y sintiéndonos aludidos y llamados, acudimos rápidamente. Y lo harán, tampoco se dude, los demás que se citaban: Gállego, porque es muy impetuoso; Castejón, porque fue socio del River Plate y nos asa con el San Lorenzo Almagro, y todas las demás personalidades y altas autoridades, incluyendo, desde luego, en las altas al Comandante Torres. Pero olviden y perdonen estas macanas, y vamos al asunto.

Frente al problema del campo de fútbol en Jaca sentimos una posición de "pesimismo entusiasta". Sabemos que es difícil y que hay que hacerlo. Y que para ello, no valen las palabras, si no son expresivas de algo profundo: voluntad firmísima de lograrlo.

Todas las poblaciones de España están llenas de gentes que piensan en lo mismo: grandes proyectos, planos muy completos, inclusión en éstos de piscinas, tenis, graderío cubierto, pista de ceniza y hasta perspectivas olímpicas. Pero... pulsemos la realidad y veamos cómo, por ejemplo, el Ayuntamiento de La Coruña que hasta logró una Orden en el Boletín Oficial del Estado para encauzar sus planes, parece tiene en plena languidez y decadencia la ejecución del maravilloso proyecto. Otros sitios, cual Tarazona, casi solo viven de la munificencia de determinados mecenas del deporte. Como otras partes ven prolongarse eternamente la discusión sobre cuál plan será más viable, sin que realicen ninguno. Es difícil sacarse límpiamente de la manga un campo de fútbol. Mucha manga ancha y demasiado optimismo por ahí.

Nos preciamos, modestamente, de haber vivido el deporte en Jaca “desde que se fundó”. Empezando por los partidos del Somport en la Ciudadela, hace veinte años; pasando por la “Corona de los Cuervos”, el Campo de la Victoria, las piscinas, el descubrimiento de Candanchú y los campeones catalanes de ping-pong. Todo eso llegó, fue brillante y pasó. Sólo queda lo que tiene raíces profundas, decisivas, inmuebles. Nos resistiríamos a cualquier solución del campo a base de arriendos, sociedades modestas, picapedreros espontáneos, entusiasmos de sobremesa y demás fórmulas.

Nuestra solución única: que una corporación o entidad, el Partido, sus Organizaciones, adquieran el terreno, construyan o monten unas discretas instalaciones, las sostengan casi gratis y haya campo para todos. ¿Dinero? Largo crédito, bien; subvenciones, mejor. Pero sin que nadie sueñe. Y que nadie multiplique fácilmente: 1.000 espectadores cada domingo por 3 pesetas y crean hasta en dividendos. Ni dividendos ni Primera División. Un campo blando, de 100 metros por 80, y la juventud va que chuta.

Queremos nada menos que una cosa tan segura, tan inconmovible, como la Peña de Oroel, que no puede disolverse ni con las cuatro quintas partes de quorum de los gestores. Algo que esté por encima de las personas y del tiempo, algo para siempre.

Y eso lo han de hacer los que están arriba, los que mandan y deciden, los que pueden firmar órdenes de apremio y suscribir acuerdos de contribuciones llamadas especiales. Y los que deben saber que la juventud es la España de mañana y de siempre.

Por este camino, no habremos de eludir responsabilidades ni habrán de pesarnos las decisiones. Y aplaudiremos e iremos detrás del que, más decidido que nosotros, encuentre soluciones más rápidas y mejores.

Ahí esta nuestra voz, y quedemos con el oído atento, a ver si da nuevos ecos la llamada de EL PIRINEO.

JUAN LACASA LACASA

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