Bajo el cielo encendido, la
blancura del monte,
sobre tablas ligeras, tostados peregrinos
que por callar sus ansias de eternos horizontes
subirán de la cima, los ásperos caminos.
En el raudo descenso dibujando heroísmos
rayaban trepidantes las
laderas de hielo,
vencían con sonrisas el vértigo de abismos
y eran furias con alas, olvidadas del suelo.
Allá abajo en el río esperaba la meta,
un sueño de banderas les marcaba el sendero
y cientos esperaban, como a un nuevo profeta
que bajase del aire, fulgurante, el primero.
Amasando las gracias de lo vivo y lo
inerte,
rodasteis por los
pliegues de la bola del mundo,
no os importa la sangre, ni el dolor, ni la muerte,
por conquistar la gloria de un quinto de segundo.
Hombres de recio músculo y de anchos corazones
que burlasteis las
graves leyes del Universo,
atletas de lo blanco y el azul ¡campeones!:
Por vosotros levanto la copa de mi verso.