"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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OTRA TEMPORADA DE SKI

20/12/1934

Este domingo bronco, en que la atmósfera se entrega al arbitrio de lo tempestuoso y desigual, no hemos patinado. Y en la calma del retiro vale la pena de deslizarse por esta también blanca pendiente de las cuartillas, en vocación del placer perdido.

Es la tercera, más bien la cuarta temporada en que patinan los jacetanos. Hemos topado ya con lo impenetrable al instinto que hay en la técnica. El vértigo del descenso rectilíneo y el esfuerzo eficaz en la subida los dominamos.

Pero se nos resisten el arabesco, la gracia ligera de las dos tablas en la cabriola, la sabia distribución del esfuerzo y, no digamos, el saber, un poco misterioso, de las ceras que es lento fruto de la experiencia. En fin, nos falta método, actitud reflexiva y consciente. Se trata de superar la escuela heroica y primitiva del batacazo a 60, el irse dejando pedazos de pulmón jadeante, la indiferencia a la humedad y el frío. Esos maestros que se anuncian, patrocinados por tolosanos y Montañeros son los que han de elevarnos a otros estadios de perfección y de elegancia.

Son dos construcciones las que se han levantado este año para hacer habitables los lugares antes hostiles de Somport. El Hotel de los vascos, casi alarde de grandes señores, acabado en el detalle, como un interior de gran film. Y el de Montañeros, más modesto en sus aspiraciones, en el volumen y en el tono, pero magníficamente acogedor con su menú sintético que acaba casi siempre en coro general de comensales, entregados a la melodía que “cogieron” en la pantalla o al canto regional sin pretensiones sinfónicas.

El grupo local continúa aumentando y siendo de los más asiduos y caracterizados de las pistas. En él hay de todo, desde el caballero vacilante que baja a seis y medio, con los bastones a paso de banderillas, hasta el veloz a toda costa que sube más que nadie para bajar como un aerolito, pidiendo horizonte.

Después del barro, del viento y del agua, de la intemperie ruda y del esfuerzo, el regreso al cuarto de baño, a la toalla y al calor, parece el encerrarse en un estuche de civilización.

Los skis se pasan la semana como dos flechas dormidas. El domingo se disparan paralelas y trepidantes hacia un blanco infinito.

Es una lástima no saber escribir esa crónica en la que salen “las frágiles muchachas que no pierden feminidad con las recias botas”, y el galán rizado y de busto atlético que pueden terminar entonando el dúo en un fondo de pinos heridos por el sol. Pero yo me esforzaré siempre en no confundir la montaña nevada con Juegos Florales.

JUAN LACASA LACASA

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