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 "El Pirineo Aragonés”, 23 de enero de 2004

TERE CASTÁN
Carta abierta a Don Juan Lacasa Lacasa

 

Mi respetado y querido don Juan:

Después que empiezan a pasar los días de máxima tristeza y desconcierto, colocamos poco a poco los pies en la tierra, y vemos que es cierto que usted ha emprendido ya el largo viaje, en silencio y con sencillez.

Ha quedado un inmenso vacío por su ausencia física, pero nos ha dejado tanto y tan importante, que siempre ocupará el lugar que le corresponde a una persona de la calidad humana como la suya.

En estos momentos me resulta difícil, o al menos extraño, dirigirme a usted por carta, y aún más sabiendo que allí donde está, ya no hacen falta las palabras para la comunicación, pero creo que a usted no le parecerá mal que plasme en el papel unos sentimientos.

Ya sabe que hay miles de personas que le quieren y le admiran, Cualquiera de ellos podría expresar con más habilidad que yo, quién es D. Juan Lacasa, y cuanto significa para todos.

Para mí personalmente, ha sido un orgullo y un privilegio haber podido compartir con usted durante largo tiempo muchas vivencias, tanto culturales como humanas. Yo le admiro y le quiero, porque con su ejemplo también me enseñó a ver ese otro lado de la vida, que da valor a lo aparentemente más “insignificante".

Permítame que tome sus propias palabras para definirlo mejor:

Mi corazón se enamoró del mundo
mis verdes años iban a la tierra
mi cuerpo comulgaba con las cosas
mis ojos aprendían la belleza”

 Es verdad que usted decía que en la vida siempre hay que estar “ebrio de algo”, y tanto fue así, que le

quedaron cosas pendientes por hacer. Pero se ha ido con las manos muy llenas.

Creo que la vida entera, en el más amplio sentido, ha sido el gran amor de su vida, principalmente su mujer, su familia. A sus hijos a los que amaba con todas sus fuerzas, los admiraba y respetaba, les dijo:  

"Hijos de Dios y nuestros,
clara entrega que a hombre y mujer
amantes se prodiga.
Sois mi logro, mi bien, mis seguidores,
mi amor hecho mañana, sois mis vidas”
 

Trabajó incansablemente por Jaca, por el Canfranc, San Juan de la Peña, por la Universidad en sus Cursos de verano en Jaca, el Primer Viernes de Mayo, y todo lo cultural relacionado con su tierra. Nunca dijo “no” a una colaboración. Siempre lo vivió todo con total entrega y dedicación, dando a cada cosa el toque humano que lo caracterizó.

Sé que siempre hemos tenido un hueco en su corazón y eso seguirá existiendo, de la misma manera que jamás desaparecerá de los nuestros.

Con seguridad que encontró el camino que buscaba. Tomo parte de una meditación de su libro: 

“Que mi vista distinga lo que oculta la bruma
 que luces de Tu gracia mi oscuridad desvelen
Señor dame el camino, muéstrame tu verdad”
.

 Gracias Don Juan por haber sido como fue, por habernos enseñado tanto, por su entrega desinteresada y su generosidad incondicional.

Descanse en paz el hombre bueno, inteligente y sencillo que muchos conocimos. Un abrazo,

TERE CASTÁN

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