"Diario del Alto Aragón”,  8 de febrero de 2004

DOMINGO J. BUESA CONDE
 Sección Personajes
Juan Lacasa de Jaca

<< volver

Es complicado escribir sobre las personas que acaban de morir, máxime cuando son hombres y mujeres a los que se profesa un especial afecto o una notable admiración, sin caer en la entrañable pero mórbida reflexión apresurada y siempre incompleta. Y eso es lo que yo quisiera evitar en esta ocasión, cuando me llega la noticia de la muerte de Juan Lacasa Lacasa, un ejemplo evidente de lo que es el patriciado urbano de las ciudades con mucha historia. Estamos en tiempos de alegría, en esos momentos en los que apenas se han apagado los ecos de la Cabalgata de Reyes, por lo cual es conveniente que enfrentemos este recuerdo con satisfacción, con ese regocijo que nace de saber que nuestro buen amigo ha gozado de una larga andadura, gracias a la cual ha podido dedicar muchos afanes a esta tierra que le vio nacer, logrando hacer realidad muchos sueños. Por eso en estos momentos en los que Juan Lacasa ha pasado a formar parte protagonista de la Historia de Aragón, conviene hacer una breve reflexión sobre algunos aspectos en los que se llega a comprender la verdadera dimensión de este ilustre jacetano, galardonado en muchos foros y distinguido con la amistad de ilustres intelectuales, desde Lacarra a Caro Baroja, a los cuales casi siempre logró conquistar para el beneficio de Jaca.

Lacasa, Juanito para los amigos y don Juan para todos, fue un jacetano que supo muy bien que su principal compromiso estaba con la ciudad que él amó hasta el infinito. Un compromiso que se plasmó sobre todo en el gobierno de la vieja capital aragonesa, a partir de 1943 y hasta el año 1961, sucediendo al alcalde Francisco García Aybar y dando entrada, al final el mandato, al médico Benigno Fanlo.

De su gestión al frente de la alcaldía de Jaca, un período ciertamente abundante en iniciativas para la modernización de la ciudad, siempre he considerado que lo más importante fue su apuesta por diseñar lo que sería la ciudad del futuro, lo que iba a constituir el entramado sobre el cual se definiría una topografía urbana que –con el paso del tiempo- mantuvo sus aciertos e incorporó los desaciertos de otros períodos de improvisada labor inmobiliaria. El alcalde Lacasa fue el que logró avances claves en la llegada a Jaca de espacios educativos, el que hizo posible que el Consejo Superior de Investigaciones –científicas se estableciera en esta ciudad, el que convenció al arquitecto Fisac de  la conveniencia de declarar algún Monumento Nacional en Jaca..., o el que consiguió que se estableciera en Jaca la Escuela Militar que sería uno de los elementos que más influirá sobre su futuro, tanto por su incidencia económica como por su incidencia en la historia familiar de tantos linajes jacetanos.

Cuando se decide crear la Escuela el 14 de abril de 1945, aniversario de la proclamación de la Segunda República, el alcalde Lacasa ya tiene claro que su empeño va a concretarse en ordenar los ensanches de la vieja ciudad, actualizar el viejo proyecto del Plan Lamolla, hecho en 1917, y construir grandes vías de circunvalación para que el incipiente tráfico no perjudique la sosegada y entrañable vida de una ciudad de solera decimonónica, donde los relojes públicos sólo comienzan a tocar sus sonería a partir de las nueve de la mañana. Lacas es el autor de la expansión de la ciudad hacia el Norte, una decisión que fue un acierto y que permitió construir una trama urbana cómoda, hasta que las presiones de la década de los sesenta rompieron la llanura y bajaron por las laderas de la meseta jaquesa.

El crecimiento hacia el Norte, en 1952, incorpora a la ciudad la Escuela Militar y además la vieja Estación del novecientos, que será comunicada con un eje viario que logra compaginar los usos militares y civiles de este viejo camino hacia Rapitán, un problema que había frenado la expansión de Jaca por estos campos de cultivo en los que acabarán levantándose casas de protección que se ordenan en torno a la Diagonal, nombre con el que es conocida la actual Avenida Juan XXIII que será la calle que hará imposible mantener el plan Lamolla, en cuyas páginas los terrenos de la Escuela Militar se dedicaban a construir industrias.

Pero el quehacer de Juan Lacasa no se acaba en la expansión hacia el Norte, puesto que entiende como absolutamente prioritario el agilizar la calle Mayor de ese tráfico que la convierte en un espacio inhabitable y muy peligroso para algunos niños que murieron atropellados en ella. El alcalde apuesta por comprar catorce mil metros cuadrados para ubicar en ellos una completa zona deportiva, en donde irá el campo de fútbol y donde acabará levantándose el Palacio de Hielo.

 La compra de estos terrenos constituye además una decisión vital para Jaca, puesto que por ellos quiere el alcalde Lacasa que pase una gran ronda sur que conecte la carretera que viene de la Canal de Berdún con la zona de Sabiñánigo y el Valle de Tena, una ronda que se construye a partir de 1953.

Juan Lacasa recibe una distinción por su labor en los cursos de Verano de Jaca. Mayo de 2003. A la izquierda, los Alcaldes de Jaca, el actual Enrique Villarroya y el anterior Pascual Rabal, en el centro Juan Lacasa y a la derecha el Rector de la Universidad de Zaragoza Felipe Pétriz.

Se habían diseñado así, por voluntad y por la acertada visión urbanística de este alcalde, los ejes de circunvalación de Jaca que liberaban a la población del crecimiento de la circulación y que incorporaban nuevos espacios al conjunto urbano. Quedaba la gran ronda Norte de circunvalación, proyectada por el ingeniero Tello, que será hecha realidad varias décadas más tarde. Pero a su empeño se debía también otro eje fundamental de la movilidad urbana. En 1954 se ha definido ya el Paseo de la Cantera, un viejo proyecto de 1903 que parte de la urbanización de un camino medieval jacobeo, y se diseña lo que será la entonces llamada Ciudad Jardín residencial.

La tarea había sido ingente, agotadores y continuos los viajes a Madrid para lograr los dineros, pero al final en 1961 las páginas de “El Pirineo Aragonés” publicaban un artículo del alcalde Lacasa en el que se decía que había urbanizado cincuenta calles, dos millones de adoquines, siete mil trescientos metros de aceras... Los datos son un ejemplo más de lo que podemos ver cuando leemos las continuas referencias a este desarrollo urbano de Jaca, que el alcalde Lacasa explicó varias veces en la prensa por escrito y sobre el que abrió más de un fructífero debate.

Pero si en su mandato, entre 1943 y 1961 el Boletín Oficial adscribió a Jaca de 79 millones de pesetas, cantidad muy notable para ese momento, los afanes de Juan Lacasa también se volcaron hacia el crecimiento de los cursos de Verano que fundara en Jaca el ilustre catedrático Domingo Miral, un cheso por el que Lacasa sintió siempre la más profunda admiración y reverencia. Siempre presidió sus inauguraciones, siempre estuvo abierto a cualquier actividad, siempre supo que Jaca y la Universidad de Zaragoza se habían hecho una. Y con los ilustres pensadores e investigadores que se asomaban a los cursos de verano, siempre mantuvo una constante: llevárselos a conocer San Juan de la Peña para promocionar este viejo enclave, que ocupa muchos folios en esas memorias que Lacasa ha ido escribiendo durante tantos años. Su mano estuvo presente en la fundación de la Hermandad de San Juan del a Peña y su esfuerzo personal hizo posible que esa institución, fundada en la España gobernada por Franco, haya llegado hasta el siglo XXI. Pero su voluntad de hacer de su tarea intelectual un servicio social no se quedó allí, aunque esa acción a favor de Jaca le vale ya para convertirlo en una de las grandes figuras de la historia de la ciudad pirenaica, puesto que batalló por el mantenimiento de la línea del Canfranc, por ese ferrocarril que él tanto utilizó y en cuya defensa hizo viajes, escribió artículos y promovió acciones... El tren a Canfranc, la industrialización de la provincia de Huesca, el beneficio de la energía eléctrica... fueron temas de su permanente reflexión periodística, en la que nunca faltaron esos testimonios de su pasión Jacetana por la fiesta del Viernes de Mayo, por una fiesta que fue objeto de sus investigaciones y sobre todo de sus amores. Juan Lacasa, el alcalde que diseñó la entrada de Jaca en el urbanismo de la modernidad, el jacetano que luchó por su ciudad y por sus tradiciones, el ciudadano que supo hacer de su ilusión servicio a los demás, se ha ido en silencio... En el mismo silencio en el que ha vivido los últimos años desde su atalaya de la Calle Mayor, o mejor dicho de la Calle del Obispo, convertido en testigo de tantas cosas y en referencia de tantas actividades. Tantos encuentros, realidades e ilusiones, que su desarrollo llenarían las hojas de un libro que, estoy seguro, se merece y habrá que escribir.

DOMINGO J. BUESA CONDE

 

subir^^
siguiente>>