Un amigo, que lleva
años comenzando el día con la lectura de las esquelas, dice que enero
es un mes muy activo en este viejo asunto del morir. Y en este tiempo
festivo, la ciudad de Jaca acaba de despedir a uno de sus ilustres
hijos. A don Juan Lacasa, que ha ejercido de alcalde durante casi dos
décadas, siendo el gran defensor de reivindicaciones como la
industrialización, el canfranero o San Juan de la Peña. Ahora, cuando ya
es historia, recordamos a un hombre con muchos galardones, que por rozar
los cien años de vida, ha disfrutado la amistad de intelectuales como
Ortega, Lacarra, Menéndez Pidal, Unamuno, Caro Baroja, Frutos o Domingo
Miral, creador de los Cursos de Verano.
Pero, al rendir
homenaje a este gran aragonés, debemos destacar su empeño en estudiar y
difundir lo que significó su ciudad en el pasado. Y también su decidido
tesón en poner en marcha cualquier iniciativa que supusiera progreso y
futuro para este paisaje urbano en el que se sintió plenamente
integrado. E incluso recordar sus llamadas a la tolerancia y a la
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integración, su
empeño en desterrar aldeanas rivalidades geográficas y vecinales. Son
tres cuestiones de enorme importancia para el bien común de esta tierra,
en la que lamentablemente hay más gente empeñada en disputar que en
compartir esfuerzos. Por eso, es una magnífica reflexión el ejemplo de
Juan Lacasa en estos momentos en los que necesitamos personas que se
sientan orgullosos de sus pueblos, que estén dispuestas a trabajar
desinteresadamente por ellos, que sueñen con mantener su identidad y
tradiciones. Jaca ha perdido un ilustre convecino, pero ha ganado la
historia de uno de sus patricios indiscutibles, enraizado en el espíritu
de tolerancia y de progreso que define la primera capital de Aragón. He
invitado tantas veces a dedicarle una calle que ya ni me molesto en
preguntar, la historia hace siempre justicia y pone a cada uno en su
lugar. Además. Lo importante es recuperar el ejemplo de gentes empeñadas, desde el conocimiento y la generosidad, en el progreso de su
tierra; ya que es un buen motivo de reflexión para estos tiempos en los
que el frío invita al recogimiento.
DOMINGO J. BUESA CONDE
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