Es poco prudente
idealizar a nadie, ni siquiera cuando su ausencia nos invita a recordar
todo lo que aquél demostró mientras estuvo entre nosotros. Sin embargo,
resulta obligado reconocer la ingente labor desarrollada por la
encomiable figura de Juan Lacasa Lacasa, especialmente mientras tuvo en
su mano el bastón de mando del Ayuntamiento jacetano.
Cuando en mayo de
1943, Juan Lacasa se convierte en alcalde de Jaca, nuestra ciudad era un
pequeño núcleo con más entusiasmo y fe que realidades fehacientes; pocos
años más tarde, es una ciudad en pleno progreso, abierta a Europa y al
pensamiento que desde el otro lado de los Pirineos, le confiere un
inusitado grado de modernidad, de ciudad culta, muy ajeno a la cerrada
mentalidad imperante en la época.
La Escuela Militar
de Montaña, cuya ubicación en Jaca fue decididamente impulsada por Juan
Lacasa o el Instituto de Estudios Pirenaicos, actual sede del Centro
Pirenaico de Ecología, y la construcción del Gran Hotel, constituyen
sólo meros hitos cuyo relieve no debiera enmascarar la inmensa
transformación urbanística de la ciudad que pudo así acoger un futuro
esplendoroso, imposible sin unas infraestructuras adecuadas. El Ensanche
y la actuación promovida y consolidada por el |
nuevo proyecto
cambiaron la faz jacetana; su joya más preciada, el paseo de la Cantera,
representa la confirmación visionaria de una vocación turística, muy
pronto indisoluble del desarrollo de jaca.
Juan Lacasa, Juanito,
como cariñosamente lo conocíamos, fue un hombre honrado, a quien
resultaba innecesario pedir cuentas, pues él se adelantaba a ofrecerlas
con una transparencia que debiera ser ejemplo de gestión pública. Se ha
marchado con una espina clavada: la reapertura del Canfranc, su último
sueño imposible y por el que tanto luchó. Nos ha dejado un legado de
honestidad y dedicación a Jaca que nuestra ciudad recordará para
siempre.
Aunque Juanito,
hombre sencillo y cordial, amante del ajedrez y de todo lo que
significase cultura, no pretendía pasar a la historia, cada piedra, cada
rincón de Jaca, llorará con nosotros su pérdida. Y, mientras, en el
horizonte, un águila remonta su vuelo hacia la eternidad: de una de sus
garras cuelga una cinta con los nombres de Jaca y de Juan Lacasa
escritos en letras de oro; de la otra pende un galón cuyo anverso cita:
Reapertura del Canfranc, mientras en el reverso puede leerse: Juegos
Olímpicos de Invierno.
CARMEN BANDRÉS
SÁNCHEZ-CRUZAT
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